A Venancio todo le da
igual. Si uno está de acuerdo con él, muy bien. Y si no, pues estupendo. Lo
único que le desquicia es la duda, ni sí ni no, momento en el que una de dos: o
avisa a la policía o llama a los bomberos.
Venancio se pasa el tiempo
discurriendo, que no es lo mismo que pensando, ojo, afirma él con una
contundencia solo equiparable al mero hecho de tirar por la calle de en
medio, y todo resuelto.
Según Venancio, la
situación exige un estudio pormenorizado de los hechos. Sacar a la luz los
detalles en los que podría estar el verdadero “quid” de la cuestión. Dicho esto
con la modestia a la que haya menester o
con la gallardía que se le ponga en los cojones, sin ir más lejos.
Paquita ya no es lo que
era. Y cuando lo dice Venancio no se refiere a su juventud en la que lo más
destacable, dados sus pocos años, era una cultura muy por encima de la media,
sino a sus tetas, hoy muy lejos de aquellas que hacían que lo dicho más
arriba resultara cualquier cosa menos evidente.
José Garcilópez Pumariño
es un hombre de los que ya no quedan. Y no me refiero, como se podría pensar, a
su erudición en cualquier tema al que se pudiera aludir, por original o extraño
que fuera sino, considerando exclusivamente su fecha de nacimiento:
contemporáneo de la generación del 98. A ver si me explico.
Las gallinas no vuelan, es
cierto. Ni las avutardas tampoco. Y las perdices y codornices apenas son
capaces de levantar el vuelo unos metros. Y por eso son cazadas sin piedad en
cuanto se abre la veda. Volar, es cierto, resulta muy estético, pero es
considerado por algunos como algo de mala educación. Y si no que, más allá de
las alas de cera, se lo pregunten a Ícaro, que aún debe arrastrarse por la Hélade
(posiblemente en el Peloponeso).
Venancio se levanta de la
cama muy temprano y de inmediato sale al balcón, ya sea en verano o en pleno
invierno. Es decir, haga frío, calor o viceversa. Llueva a mares, sople un
viento helador o el simún del desierto. Venancio es muy suyo en todos los
aspectos tocantes a su cuerpo del que, dicho sea de paso, apenas le queda una
raspa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario