miércoles, 12 de abril de 2017

TRÍPTICO NOCTURNO - TRES



Me limpio el culo a diario, y usted también se lo limpia con la misma periodicidad (salvo estreñimiento) a pesar de que esta afirmación le moleste e incluso le subleve, acostumbrado como está a otras prosas aligeradas de semánticas escatológicas aunque en su casa sea fundamental el inodoro. Ya sé que estos temas le irritan y en su fuero interno los tiene constreñidos a la mínima expresión, un espacio infinitesimal, apenas un quark. No le gustan los feísmos ni ese tipo de literatura que parece regodearse con lo más sucio, vil o abyecto, pero el mundo es lo que es por mucho que nos empeñemos con la ropita de encajes y los cuentos de hadas. La escatología o tratado de los fines gozó en su primera acepción de muy buena fama de la mano digamos de Tomás, digamos de Agustín, en alusión a un paraíso prometido en la otra vida para quienes en esta se hubieran guiado bajo los preceptos de la Santa Madre Iglesia. O lo contrario, por cierto, el fuego eterno por no haberlos seguido para doncellas o varones malvados. O para los auténticos hijos de puta de los paganos o los herejes.
    Por cierto ¿quién redactó los diez mandamientos? Porque yo no me creo que le fueran revelados a Moisés en el Sinaí y directamente grabados sobre una piedra. Qué adelantos para la época, aunque debo de reconocer que Charlton Heston estuvo convincente desempeñando su papel en la célebre película de Cecil B. de Mille. Supongo más bien que fueran aquellos curas antiguos en un arrebato místico/escolástico quienes lo hicieron. Tendré que investigar, pero agradecería colaboraciones desinteresadas que quien sabe, podrían devolverme al recto camino. No matarás, por ejemplo, pero joder con las carnicerías subsiguientes que los bien pensantes han organizado a lo largo de la historia. Pregúnteselo a las brujas, a los cruzados y a la Santa Inquisición. Pero abandonemos aquí a la inquina, fruto indeseado de la envidia, fruto indeseado de la avaricia y a la larga, fruto indeseado de la lujuria, contra la cual se ha levantado en buena medida la institución a la que hacemos referencia.
    Llegados a este punto olvidemos todo lo anterior y como quedo dicho al inicio de estas inicuas líneas, procedamos a limpiarnos el culo de la mejor de las maneras posibles, con papel suave extra de doble capa. Con total desinhibición una vez aceptada la perentoriedad de tal acto llegado el momento, pero también con el recato de los eremitas en su exilio voluntario al fondo de su cueva o entre las breñas de los alrededores, evitando sin embargo la excesiva y lacerante modestia de las piedras o el papel de lija, que sin embargo podrían acercarnos al cielo. Hagamos finalmente de este hábito un punto de encuentro al que aludir en los momentos más distendidos de la comunidad. Después de todo, sin tal operación el mundo sería un lugar mucho más desagradable con independencia de que llevados por una inclinación personal procedamos con una u otra mano. A los efectos que interesan resulta de todo punto indiferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario