Me despierto en plena noche y tengo un pleonasmo.
Me siento tan lleno de mí mismo que debo ducharme con agua fría de inmediato
para reducirme a unos valores discretos que me reconcilien con mi ser interior
y me hagan ser quien fui ayer a las veintitrés treinta cuando si no recuerdo
mal me acosté.
Despertarse por la noche en cualquier caso es lo
natural, dado que como norma durante el día no se duerme a no ser en España,
donde los señores con posibles lo hacen
frecuentemente después e comer para
reposar sus flatulencias. Los obreros no duermen la siesta, que es como se
llama a lo anterior, pues si tal cosa sucediera los edificios en construcción
se vendrían abajo como consecuencia de la huelga de plomadas y niveles. O en
cualquier caso, quedarían muy malamente. Eso estaría muy mal visto y haría
intervenir a los guardias a caballo para que los albañiles volvieran al tajo.
Por la noche uno no debe observar con demasiado
detalle la oscuridad al otro lado de las ventanas ni detenerse en exceso en
considerar el silencio que suele imperar en esos momentos. Tales cosas podría
con toda probabilidad convertirse en una obsesión y a esas horas los
psiquiatras y los alienistas también tienen derecho al reposo, y no es cuestión
de despertarlos intempestivamente y convertirles también en pacientes de sí
mismos.
Ayer por la tarde era Rafael Gómez Pontijos, pero
hoy a las tres cuarenta de la noche me desperté intempestivamente y le
comuniqué a mi esposa que yacía a mi lado, que en realidad me llamaba Antonino
Arquímedes o Nicereto Revuelta, que eso lo tenía claro, pero en ningún caso
Rafael etcétera. Mi esposa me contestó que no debía preocuparme por, pues las
noches son lo más indicado para las mutaciones fulminantes, y que si no me lo
creía que se lo preguntase a Francisco Kafka. Al parecer el viaje en tren a
Checoslovaquia es posible con cierta paciencia “y lo que es mejor, hay aviones
a diario. Además, Praga, la capital, es muy bonita aunque algo cursi, por
cierto”, añadió. Y nos quedamos dormidos de inmediato.
Me miro la piel a las 3.25 de la noche y a las
6.15 de la madrugada, y observo que el tiempo no pasa en vano, pues en las
axilas y las ingles y en general allí donde se dé un pliegue por mínimo que sea,
han ocurrido determinados fenómenos que no es este el lugar para precisar pues
haría la narración excesivamente prolija. Sí se puede apuntar, no obstante, que
son acontecimientos relacionados con fenómenos de la emergencia y las
estructuras disipativas, lo que hace a la zona interesada más barroca y apta
para cambios que no sé adonde me podrían llevar. En cualquier caso, extiendo
sobre mi cuerpo una gruesa capa de crema hidratante de aloe vera, esperando que
pueda detener el proceso en curso. Al amanecer puedo contemplar mi cuerpo en el
espejo del techo como un sudario, lo que si en principio me espanta creyendo
que estoy a un paso de la momificación, poco después me anima pensando que
quizás soy alguien que en cuestión de días puede volverse “trending topic” .
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