lunes, 1 de junio de 2015

ETCÉTERA



 Llegó el hombre y dijo: es muy posible que la situación sea la descrita por el colega que me precedió en el uso de la palabra, y lo único que me cabe, por lo tanto, es aceptarlo y mantenerme en adelante con la boca cerrada. Mi relato después de todo, etcétera, etcétera. Y se sentó.

Vendo un surtido de artículos que van desde los objetos de broma más comunes, caretas, narices y bigotes, hasta tratados de filosofía en los que se demuestra por métodos nada científicos que el mundo no existe, y se establecen sistemas de conocimiento tan complejos que sus autores optaron por quitarse de en medio al poco de ser publicados.

No estar de acuerdo no significa en absoluto tener razón. Puedo no estar de acuerdo con una teoría que con el tiempo se demostró falsa y ser, no obstante, un perfecto cretino. La sabiduría y la estupidez caminan con frecuencia cogidas de la mano.

Entró en la casa por la puerta que daba al Norte y salió poco después por la que daba al Sur. Con posterioridad entró en la casa por la puerta que daba al Este y salió por la que daba al Oeste.
Luego tenía varias opciones. Entrar por la puerta que daba al sur y salir por la que daba al norte, y también entrar por la que daba al oeste y salir por la que daba al este. Era una cuestión de estadística de cuatro elementos tomados de dos en dos. Permutaciones, variaciones o combinaciones, eso no lo sabía ni nunca lo entendió, por lo que optó:
a)     no entrar en absoluto en la casa y quedarse en el exterior. Pero en invierno hacía mucho frío, llovía y enfermaba, y en verano hacía mucho calor, se deshidrataba y enfermaba.
b)   una vez adentro, hacerlo entrando por cualquier puerta y quedarse en el interior,
             pero pronto se quedaba sin víveres y enfermaba.

Nunca se le ocurrió entrar y salir por cualquier puerta aleatoriamente.

Pasado cierto tiempo y estando en una de ambas situaciones, tuvo claro que aborrecía aquella casa y sus puertas, por lo que les prendió fuego. Le gustaba la humareda del incendio elevándose hacia el cielo. Luego echó a andar con cierta parsimonia, y se convirtió en el que hoy es conocido en toda la región como “el hombre del páramo”, a quien, por cierto, nadie ha vuelto a ver.

Se dirigió a la vivienda con decisión y al llegar pudo abrir la puerta sin mayores inconvenientes. Una vez hecho esto, introdujo ligeramente su cabeza en el interior e intentó decir algo, posiblemente un mensaje de vital importancia para sus habitantes. Pero no lo logró, alcanzado súbitamente por una afección de compleja etiología que ni el más afamado de los otorrinolaringólogos pudo jamás diagnosticar, ni por lo tanto tratar. El que el tipo en cuestión formara parte del coro de la Orquesta Estatal de Volvogrado, no tenía al parecer la menor importancia.

Los discursos coherentes no habían salvado la vida de aquellos hombres que muy a su pesar llevaban en aquel lugar unas vidas muy desordenadas, seguidas por un desenlace fatal sin llegar a viejos. Se prohibió por tanto a partir de aquellos momentos la venta de libros sesudos, en los que se trataba de describir el mundo como un lugar donde todo era comprensible, basándose en exclusiva en las matemáticas y la filosofía positiva. Se dispuso que lo que convenía a la gente era una mayor dispersión ideológica en la que todas las interpretaciones tuvieran igual valor, con preferencia si en ellas era observable una visión poética de la existencia. Se abolió por lo tanto la Ley Seca y se autorizó la venta y libre intercambio de todo tipo de drogas, especialmente las alucinógenas, cuya principal característica era su capacidad para crear mundos particulares, en los que la felicidad consistía en caminar al azar en cualquier dirección, recitando si tal era el caso poesía simbolista o, puestos a ello, la que al interesado le viniera en gana.

Una voz disidente del sistema anunció un desastre inminente por el olvido de la geometría y los verbos transitivos. Su advertencia no obtuvo sin embargo los efectos que él esperaba, pues el resto de sus conciudadanos le replicaron casi a coro: perfecto, de eso se trata.

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