martes, 30 de octubre de 2018

PICATOSTES


Soy especialista en sueños intersticiales, aquellos que sin poder llamarse estrictamente sueños, tampoco podrían llamarse duermevelas. Digamos que se trata de un estado en el que de ninguna manera se puede dar lugar al ya, aunque quizás pudiera ser apropiado, y con eso espero que quede clara suficientemente la situación. O al menos yo  no soy capaz de afinar más el concepto. Supuesto todo lo anterior, digamos que por la mañana, una vez realizadas dentro de nuestra habitación todas las funciones que se suponen adecuadas para dos seres humanos que hacen noche en una ciudad desconocida de un país extranjero, nos dirigimos al comedor a eso de las ocho y media de la mañana donde se sirve el desayuno a partir de las 07.00 a.m. Al finalizar (ambos somos muy rápidos sirviéndonos las viandas del buffet e ingiriéndolas), llegamos a la siguiente conclusión: aprobado alto pero nada más. El café estaba bueno pero la mermelada dejaba bastante que desear. Al salir a la calle, casi de noche, nos acordamos con cariño y cierto detalle de las palomas, las gaviotas y las avutardas que tan amena nos hicieron la tarde anterior, cada cual en distinto orden de cosas, sobre todo el virtual. En esos momentos el silencio era casi absoluto, y por raro que parezca ni siquiera podía oírse el estrépito que desde bien temprano suele generar el tráfico matinal, cuando todo el mundo se dirige a su trabajo. De ello colegimos pronto que debía tratarse de un día festivo en aquel país, y que por lo tanto sus ciudadanos  se dedicaban a remolonear en la cama mientras en determinados lugares de la península ibérica los más avispados ya estarían dando fin a su café con picatostes.
    ¿A dónde ir? Quizá a esas horas ya habrían abierto algunos museos, y se nos ocurrió para ser coherentes con nuestra actuación del día anterior, visitar el de ornitología, donde podríamos enterarnos con más detalle de las características de nuestras amadas aves. Y no solo a las mencionadas, sino a otras muchas que con seguridad albergan los parques de esta populosa ciudad. Ya se sabe que, hoy en día, cualquier urbe medianamente importante cuenta con los susodichos, y más si tienen quinientos o más años de antigüedad, algo frecuente en el Viejo Mundo, donde estamos. Y no digo nada si llegan a entroncar con Grecia o la antigua Roma, con las que ya nos plantaríamos a dos o dos mil quinientos años desde su fundación. Y no digo nada si se remontase a los sumerios. De la escritura cuneiforme hablaremos otro día, no hay que impacientarse.

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