-Hay lugares a los que se llega, y
una vez allí más vale permanecer y ver lo pueden dar de sí. Considerar que no se ha
recorrido una distancia en vano y no volver de inmediato sobre nuestros pasos,
como si una vez alcanzado el objetivo, éste se hubiera vuelto insignificante. Estimar,
si acaso, que no es tal ubicación la que no merece una atención mínima, sino
nuestra capacidad perceptiva la que no se adecúa a lo que posiblemente pueda
ser considerado valioso. Normalmente no se siguen rutas en vano para alcanzar
puntos sobre la geografía que desdeñamos de inmediato. Y si tal sucede, no
desestimar que el error pueda estar de nuestro lado, y no en la pretendida
inanidad de lo alcanzado. Aunque tal caso pueda darse, a pesar de todo el
empeño que se haya puesto en el camino, pues nuestra sola voluntad no es a veces suficiente para investir de valor a un
yermo o un erial, por mucho que hubiera sido nuestro empeño y convicción de que
era allí, y no en otro lugar, donde se encontraba nuestro Eldorado. Conviene, si tal fuera el caso, y
tras un análisis todo lo detallado que merezca la situación, deshacer el camino que tanto nos costó recorrer,
Puede que en ello nos vaya la vida si lo encontrado se vuelve contra nosotros
con un furor inexplicable, y mal haríamos si en ese momento, quisiéramos
desentrañar tal sinsentido en vez de huir. Cierto es que será frecuente que
hallando baldío en un primer momento el objeto de nuestros afanes, debamos
esperar un cierto tiempo hasta que su valor se manifieste con la intensidad que
esperábamos, para, si esto no llega a suceder, tomar vías alternativas, desvíos,
rutas que quizás se nos presenten
inopinadamente. Ascensiones o descensos a lugares que, no por ignorados
o remotos, dejen de asombrarnos, una vez abiertos a lo inesperado. Quién sabe
incluso si, llegado el caso, solo se trata de continuar otro trecho, pues lo
que imaginábamos en tal lugar, resultó ser un error de cálculo que solo unos
pasos más volverán a darle el significado que creímos perdido para siempre. Es
cierto, sin embargo, que en algunas ocasiones deberemos valorar aquilatadamente
si merece la pena iniciar el camino buscando lugares que solo existen en una
mente excesivamente necesitada de utopías. Tener en cuenta que, con frecuencia,
ponerse en camino al albur de lo que
este quiera depararnos, es un dislate que no ha de llevarnos más que a un
agotamiento sin sentido. Más valdrá en muchas ocasiones considerar que no se
trata de encontrar lugares ignotos, y tenidos por valiosos: es frecuente que
nuestros anhelos no se hallen demasiado lejos de donde nos encontramos, incluso
sin dar un solo paso. Con frecuencia el horizonte más valioso es aquel que, al
verlo, no tratamos de alcanzarlo desordenadamente, como si solo el hecho de correr hacia él tuviera sentido. El
horizonte anhelado con frecuencia solo se alcanza si valoramos suficientemente
el sentido de nuestra mirada.
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