martes, 29 de mayo de 2018

GIBRALTAR


A mi edad debo confesar de que me encuentro bastante satisfecho de mi vida. No quiero con ello decir que me sienta exultante o me considere un triunfador en toda regla, pero sí una persona que se siente conforme consigo misma y su circunstancia, que ve el mundo con cierta tranquilidad a pesar de que en ocasiones tenga la impresión de hallarse en una auténtica jaula de grillos. Mi mente se ha tranquilizado con los años, y ya no pretendo, como me sucedió siendo un hombre joven, modificarlo o que se ajuste a mis pretensiones o querencias. Mi familia se encuentra moderadamente bien, y nadie próximo pasa por dificultades insalvables, más allá del óbito de la pobre tía Carmen a la que acabó venciendo una edad más que respetable. Mi mujer y mis hijos no sufren ninguna situación excesivamente estresante, y físicamente están en buena forma, aunque lógicamente Soledad ya no es la jovencita de la que me enamoré perdidamente hace ya muchos años. La osteoporosis es en ocasiones demasiado dura con ella, pero lo soporta bien a base de aspirinas, y no se queja de sus dolores más de la cuenta. De hecho, siendo esto así, ambos nos consolamos mutuamente cuando padecemos ataques simultáneos, ella de lo suyo y yo de la artritis y la gota. Lo llevamos bastante bien.

                            Y los chicos otro tanto, el novio de Alicia parece un buen tipo aunque ahora está en el paro. Siendo tan voluntarioso como dice ella, seguro que pronto encontrará algo en la informática o de vigilante en una obra o en cualquier edificio donde ahora tratan de establecerse los okupas .Lo importante, como le digo a Alicia, es que pronto esté ocupado y olvide el asunto ese de las drogas, que tiempo atrás le trajeron a mal traer. Jaime y Andrés tan optimistas como siempre, uno a punto de terminar el bachillerato o como ahora se llamen esos estudios, y el otro de cajero en Mercadona, que por algo hay que empezar. Los vecinos son amables y este lugar, el pueblo quiero decir, parece agradable y sin mayores conflictos, con independencia de la inmigración, que esa es otra. Al parecer está siendo exagerada, aunque tengamos que alegrarnos de un multiculturalismo muy enriquecedor, al menos según dice Iván, el novio de Alicia. Y Alicia misma, que de eso están muy al corriente.

                           Y este podría ser un breve retrato de mí mismo y mi circunstancia, como diría el añorado don José, que en paz descanse. La razón vital y todos aquellos pensamientos que le hicieron, de eso estoy seguro, el mejor filósofo del mundo después de Aristóteles. En cuanto a los conflictos y las guerras, que al parecer proliferan por todos lados, no tengo demasiado que decir. En todo caso, recomendarles que dejen ya de matarse y se pongan de acuerdo. Si se piensa con tranquilidad y falta de prejuicios, todo resulta bastante fácil cuando existe buena voluntad. En cuanto a los ricos muy ricos y los pobres de solemnidad que no tienen ni para comer, pues oiga, los primeros les dan a los otros algo de lo que les sobra y problema resuelto. Y estos, en todo caso, a trabajar y no quejarse tanto, que esa es otra. Y en cualquier conflicto, pensar en lo fácil que resulta ponerse de acuerdo: ni para ti ni para mí, a medias y ya está. Gibraltar, por ejemplo, lo que se dice el peñón, español, y sus habitantes, ingleses, como si estuvieran haciendo turismo, que en esa zona casi no caben de tantos jubilados. Y así todos contentos. Vamos, al menos esa es mi idea. Los monos apátridas.

                               Con buena voluntad, insisto, todo se consigue, ya sé que no siempre resulta tan fácil, y que ciertas ocasiones se necesitan una acción enérgica en cualquiera de los planos de los que estamos hablando ¿Qué la cosa se complica? ¿Qué alguien se obceca más allá de lo razonable? Pues bien, ahí no excluyo dos buenas hostias, con perdón, y santas pascuas. Ejemplo: con el coreano ese feo y gordo, un poco más, y un bombazo y adiós muy buenas. Yo mientras tanto, como dije al principio, tranquilo con mi pensión máxima y una cuenta corriente bastante saneada que me dejó mi padre, que era bastante cabrón, todo hay que decirlo, pero ahí se portó como un santo y no se lo gasto en putas, que eran su perdición.

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