A mi edad debo confesar de que me encuentro
bastante satisfecho de mi vida. No quiero con ello decir que me sienta
exultante o me considere un triunfador en toda regla, pero sí una persona que
se siente conforme consigo misma y su circunstancia, que ve el mundo con cierta
tranquilidad a pesar de que en ocasiones tenga la impresión de hallarse en una
auténtica jaula de grillos. Mi mente se ha tranquilizado con los años, y ya no
pretendo, como me sucedió siendo un hombre joven, modificarlo o que se ajuste a
mis pretensiones o querencias. Mi familia se encuentra moderadamente bien, y
nadie próximo pasa por dificultades insalvables, más allá del óbito de la pobre
tía Carmen a la que acabó venciendo una edad más que respetable. Mi mujer y mis
hijos no sufren ninguna situación excesivamente estresante, y físicamente están
en buena forma, aunque lógicamente Soledad ya no es la jovencita de la que me
enamoré perdidamente hace ya muchos años. La osteoporosis es en ocasiones
demasiado dura con ella, pero lo soporta bien a base de aspirinas, y no se
queja de sus dolores más de la cuenta. De hecho, siendo esto así, ambos nos
consolamos mutuamente cuando padecemos ataques simultáneos, ella de lo suyo y
yo de la artritis y la gota. Lo llevamos bastante bien.
Y los chicos otro
tanto, el novio de Alicia parece un buen tipo aunque ahora está en el paro.
Siendo tan voluntarioso como dice ella, seguro que pronto encontrará algo en la
informática o de vigilante en una obra o en cualquier edificio donde ahora
tratan de establecerse los okupas .Lo importante, como le digo a Alicia,
es que pronto esté ocupado y olvide el asunto ese de las drogas, que tiempo
atrás le trajeron a mal traer. Jaime y Andrés tan optimistas como siempre, uno
a punto de terminar el bachillerato o como ahora se llamen esos estudios, y el
otro de cajero en Mercadona, que por algo hay que empezar. Los vecinos son
amables y este lugar, el pueblo quiero decir, parece agradable y sin mayores
conflictos, con independencia de la inmigración, que esa es otra. Al parecer
está siendo exagerada, aunque tengamos que alegrarnos de un multiculturalismo
muy enriquecedor, al menos según dice Iván, el novio de Alicia. Y Alicia misma,
que de eso están muy al corriente.
Y este podría ser un breve
retrato de mí mismo y mi circunstancia, como diría el añorado don José, que en
paz descanse. La razón vital y todos aquellos pensamientos que le
hicieron, de eso estoy seguro, el mejor filósofo del mundo después de Aristóteles.
En cuanto a los conflictos y las guerras, que al parecer proliferan por todos
lados, no tengo demasiado que decir. En todo caso, recomendarles que dejen ya
de matarse y se pongan de acuerdo. Si se piensa con tranquilidad y falta de
prejuicios, todo resulta bastante fácil cuando existe buena voluntad. En cuanto
a los ricos muy ricos y los pobres de solemnidad que no tienen ni para comer,
pues oiga, los primeros les dan a los otros algo de lo que les sobra y problema
resuelto. Y estos, en todo caso, a trabajar y no quejarse tanto, que esa es
otra. Y en cualquier conflicto, pensar en lo fácil que resulta ponerse de
acuerdo: ni para ti ni para mí, a medias y ya está. Gibraltar, por ejemplo, lo
que se dice el peñón, español, y sus habitantes, ingleses, como si estuvieran
haciendo turismo, que en esa zona casi no caben de tantos jubilados. Y así
todos contentos. Vamos, al menos esa es mi idea. Los monos apátridas.
Con buena
voluntad, insisto, todo se consigue, ya sé que no siempre resulta tan fácil, y
que ciertas ocasiones se necesitan una acción enérgica en cualquiera de los
planos de los que estamos hablando ¿Qué la cosa se complica? ¿Qué alguien se
obceca más allá de lo razonable? Pues bien, ahí no excluyo dos buenas hostias,
con perdón, y santas pascuas. Ejemplo: con el coreano ese feo y gordo, un
poco más, y un bombazo y adiós muy buenas. Yo mientras tanto, como dije
al principio, tranquilo con mi pensión máxima y una cuenta corriente bastante
saneada que me dejó mi padre, que era bastante cabrón, todo hay que decirlo,
pero ahí se portó como un santo y no se lo gasto en putas, que eran su
perdición.
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