viernes, 13 de abril de 2018

ASINTOTAS

A)

La percepción asintótica de las emociones es equivalente al desarrollo tangencial de las estructuras disipativas de los axones. Valga la matización.

La organización reticular de la conciencia es directamente proporcional a la implementación de la idea de Dios en el primer Spinoza, cuando se levantó airado y dijo basta.

La floración de los almendros en los parques de Kioto en pleno mes de Febrero, es coincidente con la de la misma especie de árboles en el pueblecito madrileño de Cercedilla. Salva sea la distancia y el prestigio de los almanaques de las oficinas de turismo japonesas.

No todo lo dicho describe con precisión el sistema completo de la conciencia de quien lo expresa, sino que solamente supone una aproximación a la estrategia comunicativa de las sinapsis del lóbulo prefrontal en su cerebro de homo sapiens de tipo medio.



B)


José María Albuquerque Cienfuegos, marqués de Albuquerque y perito agrónomo, se dedicó toda su vida a la cría caballar y la fontanería, hasta que por un desgraciado accidente se prendió fuego en su cocina y murió como consecuencia del incendio subsiguiente. Nada que ver, sin embargo, con su segundo apellido.

Maite Aguirregoaga Somarriba falleció como resultado de una caída desde el rellano del primer piso de la escalera de su casa de campo ubicada en el señorío de Matalascañas . Muy lejos por lo tanto del familiar, sito en Vizcaya, como cualquiera medianamente avispado habrá podido deducir una vez enterado de su primer apellido.

Félix Apellániz Benavente, párroco que era de Villaporquera, dejó este mundo en dudoso olor de santidad a poco de terminar la misa de doce en la ermita del valle del mismo nombre. Las causas aún no se han podido precisar con certeza, pero se achacan o bien a los efluvios de una fábrica de celulosa de las cercanías o a los de la gran cabaña de ganado porcino de la zona, como claramente indica el nombre del pueblo.

El pasado siete de marzo, la quietud de la noche angustió sobremanera a Ernesto Pi Casares, integrante de una banda de música militar, que para combatir tal desasosiego, recurrió a tocar el tambor y el cornetín a las tres de la mañana, satisfaciendo de tal manera a sus trompas de Eustaquio y obteniendo una aceptable tranquilidad. Y desde luego, el enojo desmedido de sus vecinos, que hasta esos precisos momentos le consideraban un buen amigo.

Ernesto Martínez Esparducer-Damborenea y González Galloso es de la opinión que lo bueno si breve dos veces bueno, como por otro lado sabe sobradamente todo el mundo que que haya tenido que escribir sus apellidos de una sentada.



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