lunes, 16 de abril de 2018

PERSPICACIAS


La versatilidad de su carácter se manifestaba en la facilidad con la que pasaba de un asunto a otro cuando era entrevistado. La falacia de tal afirmación consiste, sin embargo, en que todavía está por llegar el día en que tal cosa suceda.

La labilidad de su carácter se hacía patente en los arrebatos que sufría con frecuencia por los motivos menos consistentes. Por ejemplo, el hecho de girar la cabeza hacia un lado y el otro para atender a dos personas situadas a su izquierda y su derecha, le trastocaba hasta límites que con anterioridad solo se habían conocido en el archifamoso asno de Buridán.

Las gafas de Iluminado cumplen sobradamente los requisitos requeridos para merecer tal nombre. Que sean para ver de lejos o de vista cansada no tiene la menor importancia, esa es al menos la opinión de Iluminado, al que, a pesar de lo dicho, le basta con su propio nombre para ver todo claro como la luz del día sin tener que ponérselas, sean cual  sean las circunstancias.

La maleabilidad de Gumersindo, Gumer para sus amigos, le facilita el que pueda meterse en la cama de una sola pieza o desdoblándose en dos, la primera de las cuales incluiría el pecho y la segunda la espalda. Lo que queda entre medio ya es otro cantar, asegura, pero no lo aclara en absoluto.

Primero se levanta y luego anda, y en ese sentido dice ser cristiano de los pies a la cabeza, como fácilmente comprenderán aquellos que hayan leído en los evangelios el episodio de Lázaro. El hecho de no estar muerto como aquel cuando realiza las acciones mencionadas más arriba, no desdice en absoluto su fe y cree a pies juntillas que se levantará de la tierra el último día. Y que incluso recobrará la vista.

La perspicacia de Baldomero es tal que en su proximidad es aconsejable hablar en voz muy baja o no hablar en absoluto, pues su oído finísimo puede incluso captar los sonidos por encima o por debajo de la frecuencia habitual en los seres humanos. Baldomero se ha apercibido de la circunstancia, y con frecuencia aprovecha la situación en la que quienes le rodean optan por el lenguaje de señas, para soltar unos discursos elaboradísimos sobre la conveniencia de utilizar el sonotone cuando la sordera aprieta.

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