viernes, 13 de abril de 2018

VERGÜENZAS


La vergüenza era algo es algo totalmente ajeno a los criterios que Ildefonso manejaba para comportarse, cosa que cuando estaba solo en casa y andaba en cueros de aquí para allá no tenía mayor importancia, pero que le metía en serias dificultades cuando iba de visita o recibía en casa y trataba de aliviarse (en el amplio sentido del verbo) por encima de cualquier objeción posible de cualquier tratado de urbanidad al uso.

Aquél tipo siempre actuaba de una manera desconcertante para cualquiera que le tratase, sobre todo si no le conocían personalmente. Por ejemplo, si alguien le comentaba el tiempo tan desapacible que estaba haciendo, podía responderle que la cosecha de aceituna en el campo de Antequera no tenía demasiado que ver con los fenómenos meteorológicos, por decir algo solo medianamente coherente. Sus más allegados, y en general quienes le conocían bien se abstenían de dirigirse a él por otro método que no fuera por señas, lo que inhibía sus reflejos divagatorios y hacía que se abstuviera de cualquier comentario o se alejara avergonzado.

La extraña costumbre de Venancio de ponerse gafas para dormir sorprendió mucho a su mujer Verónica cuando empezaron a convivir, y como es natural, a dormir juntos. Se lo dijo enseguida creyendo que se trataba de un despiste o una broma, pero se quedó estupefacta cuando su marido le aseguró  que lo hacia para ver mejor sus sueños, pues soñaba mucho. Cuando Verónica, inquieta por la salud mental de su marido, insistió en su extrañeza, porque además todas las mañanas las gafas aparecían por el suelo o entre las sábanas, Venancio no tuvo ningún inconveniente en contestarle que no debía preocuparse porque iba a asegurárselas mediante una goma alrededor de su cabeza, lo que hizo que sorprendentemente Verónica diese por terminado lo que a sus amistades más próximas calificó como un incidente sin importancia.

Las biografías del insigne escritor bonaerense Jorge Luis Borges no cuentan una anécdota que finalmente ha desvelado su viuda mucho tiempo después del fallecimiento de su marido. Al parecer durante una tournée por Europa en la que Borges dio una serie de conferencias con motivo de la publicación de sus obras completas y las raíces anglogermánicas de su prosa, sucedió que tras la que tuvo lugar en la universidad de Valladolid, se le acercó un tipo con muy buen aspecto, embutido en un terno con pajarita, que apenas podía contener la evidencia un cuerpo de atleta,  que le espetó a bocajarro que lo que verdaderamente valoraba más de su obra literaria era su componente erótico, por más que Borges se hubiera empeñado en ocultarlo con una gran profusión de tropos, figuras literarias  y retóricas enmascaradoras. Y para celebrarlo le propuso una cita aquella misma noche en la habitación del hotel, donde procedería darle por el culo con fervor delante de su mujer. Con un fervor de Buenos Aires concluyó, para que el autor viese que se trataba de un conocedor in extenso de su obra.

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