lunes, 20 de julio de 2015

SOMBRILLAS TRES



A la mañana siguiente vuelvo al hospital y en la habitación de Adela me recibe un tipo con pinta de etíope que me pregunta si soy la jefa de planta, porque su hermana tiene un problema. Me identifico y no parece haber problema por ningún lado. Saludo a la convaleciente y me siento a su lado, al parecer se encuentra mucho mejor y es posible que al día siguiente le den el alta. Su hermano ha salido al pasillo, y aprovecho el momento para decirle que no se parecen nada, a lo que ella me contesta con un gesto que puede significar lo que yo ella quiera o no significar nada. Una forma elegante de no responder. En esos momentos pienso que quizás ni siquiera son familia, y que quizás se trata de un amante. Adela es terriblemente reservada y tampoco me extrañaría. Cuando vuelve Eulogio, que así se llama el africano, parece bastante alterado y dice que no encuentra a ninguna enfermera y que eso no es normal. Le digo que tengo la impresión de que no frecuenta demasiado los hospitales públicos, y él cambia de inmediato de tema y me dice que en su opinión el hecho de que la producción de sidra se limite a Asturias le parece una vergüenza porque manzanos, lo que se dice manzanos, podrían cultivarse en todo el norte de el país, y la sidra ser un producto exportable por todo el mundo como hace Francia con el Möet Chandon, por poner un ejemplo de calidad. “Es lo que han hecho los italianos con la pizza que ahora se fabrica y se vende por todo el mundo”. Le digo que sí para ver si se calla, y añado que aún con más posibilidades me parecen el gazpacho y la paella. E incluso el salmorejo. El tipo parece haber captado la indirecta, y a partir de ese momento se sienta en el único sillón de la habitación y no vuelve a abrir la boca.
Adela que nos ha estado observando como si se tratara de un partido de tenis, me dice que en un par de días piensa volver a la playa y espera que yo la acompañe. Le respondo que cuente conmigo, y ella añade de inmediato que mejor iremos a otra hasta que no cambie el paisaje, como me dijo el otro día. El actual no lo soporta, y piensa escribir una carta al alcalde la pedanía proponiéndoselo, añadiendo que sin duda sería una atracción turística de primer grado. “Y si tú quieres que vayamos a la misma, utilizamos otro recorrido”, concluye con firmeza sin darme ninguna opción, como por ejemplo, hacer el trayecto con los ojos cerrados o con antifaz, que era lo que se me había ocurrido de buenas a primeras. En cualquier caso soy consciente de que ese tema no me interesa, y que mi verdadero problema en esos instantes para volver a ir a la playa es si debo o no debo utilizar la sombrilla. Hacerlo con poco sol es una necedad, pero dejarla sobre la arena es un asco, porque luego debo pasarme un buen rato quitándosela, y no digamos nada si hay un poco de viento. Doy por supuesto de que en caso de nublado o sol tibio tenerla puesta es una idiotez, aunque se me acaba ocurriendo que quizás sea una forma de colaborar para tener una visión más estética de la playa, lo que de alguna manera me alivia
Soy de nuevo consciente del bajo nivel de mis pensamientos (y de los de Adela y su hermano, por cierto), pero al mismo tiempo me tranquilizo pensando que la gente como yo, que solo se ocupa de las cosas menores, somos personas incapaces de hacer el mal, algo que sin embargo no ocurre con los grandes pensadores, los que se ocupan de la economía, la geoestrategia o simplemente de la filosofía, pues al cabo de cierto tiempo, más bien pronto que tarde, ellos o quienes les interpretan acaban organizando unos conflictos terribles que suelen terminar en unas guerras espantosas. Y el que no  me crea que se acuerde de Hegel, Marx o Maquiavelo, cuyas doctrinas han originados grandes catástrofes internacionales que han terminado en unas escabechinas de aúpa. “Small is beautiful”, me digo para mis adentros recordando a Schumacher (me suena de algo, pero no sé de qué), y me voy sin despedirme. A saber lo que pasará por la noche en esa habitación del hospital, donde el que dice ser hermano de Adela, al parecer se va a quedar a dormir de acompañante.

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