PLAYAS
Se tumba en la arena de la playa
y poco después se levanta y anda de acá para allá. Ignora el mar y las olas le
parecen algo rudimentario, inventado solo para que los turistas se diviertan y
puedan hacerse unas fotos. Y los más osados se decidan a surfear o traten de
ignorarlas tirándose contra ellas de cabeza.
LOCURAS
Este tipo está loco, me digo al
verle con otros jovencitos en una serie de fotografías que me manda por guasap.
El grupo adopta unas posturas sorprendentes, y todos ponen un gesto de beatitud
que me recuerda a lo que en buen castellano podría denominarse “cara de
idiota”.
SOCORRO
Socorro, socorro, gritaba. Pero
socorro por qué, le preguntaba con ansiedad quien acudió en su ayuda, al verle
tumbado en la cama con una cara de felicidad absolutamente orgásmica.
DOLORES
Me duele la osamenta y en general
el esqueleto, gritaba desaforadamente mientras el equipo médico le desatendía,
haciendo caso omiso a sus requerimientos y a las más elementales obligaciones
de la deontología médica en un equipo de urgencias.
HOTELES
A las seis de la mañana el hotel
estaba en llamas, y los clientes saltaban al vacío desde los pisos superiores.
Era un espectáculo terrorífico y, sin embargo, en su opinión, solo comparable a
los más bellos amaneceres en los atolones de las Mares del Sur. Empezó a
preocuparse cuando fue consciente de llevar una antorcha ardiendo en una de sus
manos, con todo el aspecto de ser un pirómano sorprendido en el preciso momento
de practicar la que sin duda era su afición favorita.
GLOC
Gloc, gloc, gloc (por ejemplo).
Se empeñaba en hacer unos ruidos extrañísimos y aparentemente sin ningún
significado, aunque en ocasiones perorase in extenso sobre las virtudes de la
vida monástica. Todo ello con absoluta independencia de que para tranquilizarse,
los monjes se masturbasen con una violencia inusual en quienes se suponen que
han hecho de la castidad una forma de vida. Afortunadamente par él eso no
supondría ningún problema.
CUERPOS
Cuando la excitación crecía en su
interior, recordaba que solo era un cuerpo, y que por lo tanto, no debía
preocuparse más allá de lo estrictamente necesario para seguir vivo. A partir
de ese momento procedía a observarse en el espejo para verificar que estaba en
lo cierto, lo que le calmaba casi de inmediato y punto seguido le hacía dormir
como un bendito. Otra cosa le hubiera sucedido de estar al corriente de la
equivalencia entre masa y energía, de acuerdo con Einstein.
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