lunes, 2 de diciembre de 2019

Atardeceres


Queridos amigos, me pongo en contacto con ustedes para saludarle y darle los buenos días. O las buenas noches si debo ser más preciso, pues estando ustedes diseminados por todo el planeta, ambas situaciones son perfectamente posibles por las razones que todos conocen. Y los que no las conozcan son invitados a visitar wikipedia en internet. Ahí encontrarán la explicación aunque sea de una forma bastante vulgar, seamos sinceros. E incluso chapucera, si se me permite la vulgaridad (y redundancia).
            Y bien, mi saludo consiste entonces en hacerles llegar a través de este medio asombroso que son las ondas electromagnéticas, mis deseos más fervientes de salud y felicidad para el futuro inmediato, sea de día o de noche. O incluso esté amaneciendo o el sol ya decline sobre el horizonte, etcétera, que no quiero dejar a nadie fuera de mi pensamiento. Les imagino bien realizando las faenas que son posibles en cualquiera de esos momentos en que mi correo les haya sorprendido. Incluso durmiendo a pata suelta (para algo se hicieron los despertares). A unos sin duda a punto de sentarse a la mesa para comer o cenar, y a otros en plena jornada laboral con poco tiempo para detenerse en lo antojos de una amistad que vaya usted a saber donde se encuentra en esta esfera diminuta (o enorme, según la perspectiva) perdida en la inmensidad del cosmos.
             Son ustedes muchos, mis queridos amigos, y aunque les puedo prometer que me acuerdo de cada uno con cierto detalle, me sería imposible hacerlo de una forma mínimamente coherente, y no quiero que nadie se sienta excluido. Ya sé que muchos de ustedes pensarán que mi pretensión es un tanto absurda, pero quiero recordarles que los seres humanos pertenecemos a la especie homo sapiens sapiens, y por lo tanto no nos diferenciamos demasiados unos de otros. Habrá blancos, ciertamente, pero también negros  (todos salimos en su día de un lugar de África, que si no me equivoco demasiado  actualmente es conocido como Zambia, o algo parecido). Y no pocos serán también amarillos o mulatos, ese color que al llegar el verano todos queremos tener para presumir con nuestras amistades más cercanas. Majadería debida en  resumidas cuentas al mayor o menor porcentaje de melanina en nuestra epidermis. Fíjense que vulgaridad, para ponerse tan contentos cuando alcanzamos apenas el 40% de la pigmentación de un bosquimano. Qué ridiculez.
                Bueno, creo que aquí debo ya detenerme porque sin duda ustedes ya se habrán dado por aludidos en algún sentido en las cuatro esquinas del globo en las que habiten (Qué tontería, si el globo no tiene esquinas. Pero ustedes ya me entienden). El próximo día que nos pongamos en contacto podemos hablar de cualquier fruslería que se les antoje. Yo sigo aquí inasequible al desaliento, dispuesto a recibir sus correos de vuelta. Y si no llegan pues ya se me ocurrirá cualquier cosa sabiendo que ustedes son tan atentos y como mínimo una vez se meterán la nube, donde sin duda podrán encontrarme. Eso es todo, y recuerden que fue Leibniz quien dijo que vivimos en el mejor de los mundos posibles, reflexión que a alguno les servirá de acicate para acordarse de mí o de mi familia más próxima (del filósofo mejor olvidarse, se le da por falto). Agur.

                                             Buenos día/noches/amaneceres o lo que mejor les cuadre.
                                                                                                  Pepo, el Esponjoso.

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