Usted tiene la impresión de ser, de eso estoy convencido, aunque al parecer las cosas no son
tan evidentes según los filósofos que se ocupan del tema. Se trata sin ninguna
duda de una conciencia que toma como referencia nuestro cuerpo o nuestra mente
y sus procesos. Soy en la medida que me percibo por cualquiera de mis cinco
sentidos y además por una reflexión capaz de identificarme aún privado de
aquellos. Una vaca, valga el ejemplo, no es tan evidente que tenga conciencia
de si misma, aunque esté claro que se va a quejar si la vareamos con un palo o le
jalamos de las ubres a deshora. El ser es el objeto de una rama de la filosofía
llamada ontología, que trata de
aproximarse a ese concepto al parecer tan huidizo. Soy en la medida que me
identifico como diferente a lo que me rodea, y por lo tanto y de alguna manera,
soy en cuanto me siento alienado del mundo o al menos diferente. Solo dejando de ser parte integrante de un todo puedo
definirme. Claro que quizás esta primera aproximación a la esencia del ser solo
constituya una parte del mismo. Un animal, por ejemplo, también tiene
conciencia de la diferencia en la medida que al seguir sus instintos es capaz
de diferenciar lo que le rodea para sobrevivir. En ese sentido, por ejemplo, un
león de alguna manera sabe que un ñu es comestible, pero que una piedra no lo
es.
Debemos pues buscar otras referencias que identifiquen al ser
en cuanto tal, y que en esa medida no necesite del exterior para definirse. En
este sentido ha habido pensadores que han hecho referencia a un numen total que informa a todo lo
existente, algo más allá del alma cristiana que se limita a ubicarlo en
exclusiva en los seres humanos. Y aquí podemos hacer referencia a los filósofos
existencialistas, empezando por Heidegger y su dasein y continuando con Sartre y su ser-en sí y su ser para-sí,
que el lector encontrará en cualquier tratado elemental de filosofía o en
wikipedia si se conforma con menos.
En cualquier caso, a pesar de lo dicho, resulta evidente que
el ser no tendría demasiado sentido sin que quien pueda detectarlo, posea los instrumentos para hacerlo, es decir los
sentidos (aunque más arriba se señaló la posibilidad de una mente descorporeizada, es difícil siquiera llegar
a imaginarla sin su correspondiente cerebro). Por lo tanto, como ya se ha
dicho, somos en la medida que nos diferenciamos. El mundo está ahí afuera,
pero solo si podemos captarlo tiene sentido, y esto nos remitiría a Berkeley a
quien de nuevo remito al lector curioso que quiera enterarse y verificar por
otro lado que los curas (Berkeley llegó a obispo) se dedican a algo más que a
predicar y decir misa.
Y
precisamente esta capacidad humana de aprehensión de lo externo a través de sus
sentidos, nos pone en relación con el problema de la identidad, también mencionado más arriba de pasada. Si, por poner
un ejemplo, me encuentro al lado de una fuente de chorro y soy consciente del
agua elevándose y cayendo de nuevo con cierto estruendo, soy consciente de mi
mismo en la medida en que me percibo diferente
de la misma. Ahí está la fuente y aquí estoy yo, entidades claramente
diferenciadas. Pero claro, siendo esto así, no puedo obviar el hecho, a poco
que tenga una cierta capacidad de concentración, que cuanto más sea consciente
a través de mis sentidos del la existencia de la fuente y los fenómenos que
produce, más yo mismo me voy convirtiendo
en fuente. Hasta tal punto que en cierto
momento, si mi concentración es máxima, puedo perder la conciencia de mí como
algo diferenciado, y yo mismo sea la
fuente. Esto no es nada nuevo sino algo ya enunciado hace siglos por la
sabiduría oriental del yoga y el zen (*). Claro que aquí podría añadirse que
tal encanto podría romperse en el instante que por una cuestión meramente mecánica,
el agua al golpear en su caída sobre una superficie, me salpique y me haga
consciente de mi diferencia.
Resumen de estas instrucciones: acérquese a las fuentes o
aléjese de las mismas a voluntad, según lo que usted pretenda.
(*) Otros ejemplos: el arquero y la flecha, el jinete y su
caballo, el motorista y la moto, etcétera. Cojones, a ver si estudiamos.
Otro día: Conferencia sobre la diferencia entre el ser y el ente. Lugar: salón de actos de
la Residencia psiquiátrica de Ciempozuelos (Madrid). Plazas limitadas.
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