sábado, 10 de noviembre de 2018

SALTIMBANQUIS


Me dices que en cinco minutos tengo que escribir algo con sentido. La materia de que trate no tiene la menor importancia, y lo mismo puede tratarse de ética que de metafísica, si en este último caso no tenemos en cuenta al primer Wittgenstein. Pues bien, puesto a la labor se me ocurre lo siguiente, dado que vives en un segundo piso sin ascensor, cuando bajes procura hacerlo poniendo un pie después de otro escalón a escalón, sin saltarte el intermedio. Y menos dos o tres, que a tu edad ya no estás para equilibrios inestables, seamos sinceros. Te he dado pues un consejo con todo su sentido aunque no me pidieras exactamente eso, pero tal cosa me llega de mi condición de estoico, doctrina según la cual aunque debe aceptarse el sufrimiento, también es aconsejable llevar una vida recta, algo que se quebraría, incluso literalmente, en el caso antedicho si te diera por saltar en la escalera a la buena de Dios. Espero haberte servido y no dudes en encargarme otros cometidos como el antedicho. Danke.

La mañana se presenta falta de incentivos que me hagan abordarla con la ilusión que sería de esperar dado mi buen estado de salud y que la primavera esté a la vuelta de la esquina. Mi cabeza está sin embargo totalmente ocupada por pensamientos negativos, lúgubres e incluso macabros, por más que, créame, pongo toda mi voluntad en rechazarlos y hacerlos positivos. Las primeras golondrinas ya han llegado y su vuelo raudo sobre mi cabeza debería hacerme ver el mundo como un lugar maravilloso donde todo es aún posible, pero casi de forma inmediata, recuerdo lo versos del maestro Bécquer y no puedo dejar de pensar en un amor perdido no hace tanto tiempo. Y la mortificación que tal cosa viene suponiendo para mi alma desde que sucedió, precisamente el primer día del año en curso. Podría buscar otros incentivos, sin ir más lejos, las flores, recién abiertas, que ya dejan sentir su fragancia a mi alrededor, o un sol radiante que adelanta la bonanza del estío. En cualquier caso, prometo permanecer abierto a cualquier novedad que aleje de mí esta herida.

Todo eso está muy bien, estamos de acuerdo, pero las cosas son lo que son y aunque no haya nada parecido a una naturaleza común, los estragos de la edad y la tristeza no aconsejan ejercer de saltimbanqui ni de titiritero, y el dolor del abandono tiene su duelo,  con independencia del vuelo raudo de las golondrinas o la temperatura agradable del mes de Mayo, pongo por caso.

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