Me dices que en cinco
minutos tengo que escribir algo con sentido. La materia de que trate no tiene
la menor importancia, y lo mismo puede tratarse de ética que de metafísica, si
en este último caso no tenemos en cuenta al primer Wittgenstein. Pues bien,
puesto a la labor se me ocurre lo siguiente, dado que vives en un segundo piso
sin ascensor, cuando bajes procura hacerlo poniendo un pie después de otro
escalón a escalón, sin saltarte el intermedio. Y menos dos o tres, que a tu
edad ya no estás para equilibrios inestables, seamos sinceros. Te he dado pues
un consejo con todo su sentido aunque no me pidieras exactamente eso,
pero tal cosa me llega de mi condición de estoico, doctrina según la cual
aunque debe aceptarse el sufrimiento, también es aconsejable llevar una vida
recta, algo que se quebraría, incluso literalmente, en el caso antedicho si te
diera por saltar en la escalera a la buena de Dios. Espero haberte servido y no
dudes en encargarme otros cometidos como el antedicho. Danke.
La mañana se presenta
falta de incentivos que me hagan abordarla con la ilusión que sería de esperar
dado mi buen estado de salud y que la primavera esté a la vuelta de la esquina.
Mi cabeza está sin embargo totalmente ocupada por pensamientos negativos, lúgubres
e incluso macabros, por más que, créame, pongo toda mi voluntad en rechazarlos
y hacerlos positivos. Las primeras golondrinas ya han llegado y su vuelo raudo
sobre mi cabeza debería hacerme ver el mundo como un lugar maravilloso donde
todo es aún posible, pero casi de forma inmediata, recuerdo lo versos del
maestro Bécquer y no puedo dejar de pensar en un amor perdido no hace tanto
tiempo. Y la mortificación que tal cosa viene suponiendo para mi alma desde que
sucedió, precisamente el primer día del año en curso. Podría buscar otros
incentivos, sin ir más lejos, las flores, recién abiertas, que ya dejan sentir
su fragancia a mi alrededor, o un sol radiante que adelanta la bonanza del estío.
En cualquier caso, prometo permanecer abierto a cualquier novedad que aleje de
mí esta herida.
Todo eso está muy bien,
estamos de acuerdo, pero las cosas son lo que son y aunque no haya nada
parecido a una naturaleza común, los estragos de la edad y la tristeza no
aconsejan ejercer de saltimbanqui ni de titiritero, y el dolor del abandono
tiene su duelo, con independencia del
vuelo raudo de las golondrinas o la temperatura agradable del mes de Mayo,
pongo por caso.
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