Por fin se ha descubierto
lo que ningún científico pudo llegar a imaginar hasta ahora. Se trata, según
las últimas informaciones que llegan del telescopio de la estación espacial
Hubble, de que el universo tiene fin. Es decir, se expande hasta cierto
punto. Dónde está situado éste, dada su lejanía, es algo que ni siquiera
pude hacerse ni por aproximación, pues en cierta medida, como dicen los
científicos en un lenguaje un tanto críptico, se trata más bien de una intuición.
Lo que al parecer ya resulta innegable, es que en el fondo del universo existe
una especie de muro impenetrable que lo clausura, y en el que se
adentran para desaparecer las galaxias que, dada la expansión del universo, se
precipitan contra él, y que para abreviar, los profesionales en la materia han
decidido dar el nombre de la cosa (*). Decir que es algo sólido, líquido
o gaseoso carece de todo sentido, pues los científicos que integran el equipo
de investigación aseguran que se trata de otra cosa. E incluso esa
palabra es una concesión que hacen a la limitada inteligencia humana. Como es
natural, muchos de los expertos en el tema se han preguntado enseguida si tal
hecho podría suponer que dicho muro podría ser al mismo tiempo que el fin,
el principio, el lugar a partir del cual surge todo lo creado, es
decir, una especie de big-bang “sui generis”, sin explosión. Lógicamente,
dado lo inusitado del hallazgo, muchos profesionales de determinadas áreas del
conocimiento interesadas por el asunto, se han precipitado a dar sus opiniones,
y algunos de ellos a sacar sus conclusiones, por muy precipitadas que puedan
juzgarse dado lo reciente del descubrimiento. Por ejemplo, algunos cosmólogos
han aventurado que en caso de confirmarse, se podría asegurar que el universo
entero pudiera ser un universo reciclado, compuesto en su mayor parte de
los residuos de otros anteriores que van desapareciendo en el muro donde los
empotró la hasta ahora conocida como energía oscura. De alguna forma,
algo que también podría considerarse como basura. Por otro lado, un grupo de teólogos asesores
del Colegio Cardenalicio del Vaticano dice estar de enhorabuena, pues tal acontecimiento
justificaría la realidad de la creación divina, como ya admitió Pío XII con el
big bang, aunque matizan que en este caso sería una creación continua,
como algunas de las cintas empleadas en muchas empresas de fabricación de
automóviles o cualquier otro objeto de cierta entidad. Muchos intelectuales
laicos, sin embargo, son más escépticos en este sentido, pues tal cosa, en su
opinión, sería tanto como afirmar que esa cosa sería Dios (principio y
fin de todas las cosas, recuérdese el Credo), algo difícilmente imaginable, con
independencia de que además su prestigio caería muchos enteros. Equiparar a
Dios con una pared no creen que sería algo que favoreciese demasiado el
prestigio del que tal ente ha gozado y sigue gozando hasta ahora. En
cualquier caso, cierto o falso, el supuesto descubrimiento del Hubble es lo
suficientemente importante como para mantenerse atentos. Nosotros por nuestra
parte seguiremos informando.
(*) En cualquier caso no
confundir con el monstruo de la película de John Carpenter.
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