martes, 29 de mayo de 2018

GIBRALTAR


A mi edad debo confesar de que me encuentro bastante satisfecho de mi vida. No quiero con ello decir que me sienta exultante o me considere un triunfador en toda regla, pero sí una persona que se siente conforme consigo misma y su circunstancia, que ve el mundo con cierta tranquilidad a pesar de que en ocasiones tenga la impresión de hallarse en una auténtica jaula de grillos. Mi mente se ha tranquilizado con los años, y ya no pretendo, como me sucedió siendo un hombre joven, modificarlo o que se ajuste a mis pretensiones o querencias. Mi familia se encuentra moderadamente bien, y nadie próximo pasa por dificultades insalvables, más allá del óbito de la pobre tía Carmen a la que acabó venciendo una edad más que respetable. Mi mujer y mis hijos no sufren ninguna situación excesivamente estresante, y físicamente están en buena forma, aunque lógicamente Soledad ya no es la jovencita de la que me enamoré perdidamente hace ya muchos años. La osteoporosis es en ocasiones demasiado dura con ella, pero lo soporta bien a base de aspirinas, y no se queja de sus dolores más de la cuenta. De hecho, siendo esto así, ambos nos consolamos mutuamente cuando padecemos ataques simultáneos, ella de lo suyo y yo de la artritis y la gota. Lo llevamos bastante bien.

                            Y los chicos otro tanto, el novio de Alicia parece un buen tipo aunque ahora está en el paro. Siendo tan voluntarioso como dice ella, seguro que pronto encontrará algo en la informática o de vigilante en una obra o en cualquier edificio donde ahora tratan de establecerse los okupas .Lo importante, como le digo a Alicia, es que pronto esté ocupado y olvide el asunto ese de las drogas, que tiempo atrás le trajeron a mal traer. Jaime y Andrés tan optimistas como siempre, uno a punto de terminar el bachillerato o como ahora se llamen esos estudios, y el otro de cajero en Mercadona, que por algo hay que empezar. Los vecinos son amables y este lugar, el pueblo quiero decir, parece agradable y sin mayores conflictos, con independencia de la inmigración, que esa es otra. Al parecer está siendo exagerada, aunque tengamos que alegrarnos de un multiculturalismo muy enriquecedor, al menos según dice Iván, el novio de Alicia. Y Alicia misma, que de eso están muy al corriente.

                           Y este podría ser un breve retrato de mí mismo y mi circunstancia, como diría el añorado don José, que en paz descanse. La razón vital y todos aquellos pensamientos que le hicieron, de eso estoy seguro, el mejor filósofo del mundo después de Aristóteles. En cuanto a los conflictos y las guerras, que al parecer proliferan por todos lados, no tengo demasiado que decir. En todo caso, recomendarles que dejen ya de matarse y se pongan de acuerdo. Si se piensa con tranquilidad y falta de prejuicios, todo resulta bastante fácil cuando existe buena voluntad. En cuanto a los ricos muy ricos y los pobres de solemnidad que no tienen ni para comer, pues oiga, los primeros les dan a los otros algo de lo que les sobra y problema resuelto. Y estos, en todo caso, a trabajar y no quejarse tanto, que esa es otra. Y en cualquier conflicto, pensar en lo fácil que resulta ponerse de acuerdo: ni para ti ni para mí, a medias y ya está. Gibraltar, por ejemplo, lo que se dice el peñón, español, y sus habitantes, ingleses, como si estuvieran haciendo turismo, que en esa zona casi no caben de tantos jubilados. Y así todos contentos. Vamos, al menos esa es mi idea. Los monos apátridas.

                               Con buena voluntad, insisto, todo se consigue, ya sé que no siempre resulta tan fácil, y que ciertas ocasiones se necesitan una acción enérgica en cualquiera de los planos de los que estamos hablando ¿Qué la cosa se complica? ¿Qué alguien se obceca más allá de lo razonable? Pues bien, ahí no excluyo dos buenas hostias, con perdón, y santas pascuas. Ejemplo: con el coreano ese feo y gordo, un poco más, y un bombazo y adiós muy buenas. Yo mientras tanto, como dije al principio, tranquilo con mi pensión máxima y una cuenta corriente bastante saneada que me dejó mi padre, que era bastante cabrón, todo hay que decirlo, pero ahí se portó como un santo y no se lo gasto en putas, que eran su perdición.

lunes, 21 de mayo de 2018

OXIGENACIONES


La oxigenación de las partes interesadas debe llevarse a cabo de forma metódica y rigurosa. En primer lugar se deben soltar, si los hubiera, los elementos que la constriñen, de forma que la atmósfera a su alrededor se haga más respirable, y suponga un incremento significativo de las moléculas de oxígeno que las rodean. El alivio es inmediato, y en los componentes de las mismas se notará un esponjamiento automático de sus componentes, síntoma indudable del bienestar alcanzado.
      En cualquier caso, debe actuarse con cierta prudencia, pues la llegada en tromba del oxígeno a estos lugares remotos, acostumbrados a su escasez, puede originar fenómenos de hiperventilación comparables a los observados en el cerebro cuando su aporte es excesivo, con las consiguientes consecuencias desagradables que todo el mundo conoce: mareos, congestión, temblores y taquicardia.


El acto fue todo un éxito, aunque paradójicamente, a su finalización los asistentes manifestaron cierta perplejidad, pues en realidad no podían llegar a precisar con certeza en qué había consistido. Al parecer, según el relato de la mayoría, el acto en cuestión estaba compuesto por varias partes, y cada una de ella reunía un número considerable de aspectos destacados, a cada cual más llamativo, lo que originaba que los espectadores se sintieran desconcertados, no sabiendo a cual atender con preferencia., pues nunca se alcanzaba el clímax esperable en un evento con una finalidad precisa. La boda se celebró, es cierto, y los novios, especialmente la novia como es natural, estaban guapísimos y parecían muy felices, pero no le iban a la zaga la suntuosidad del marco incomparable de aquella catedral. Tampoco la emoción que parecía embargar a los suegros de los contrayentes e incluso al arzobispo oficiante, no sabiendo con cual de todos aquellos aspectos quedarse. El séquito real impresionante, y las damas de honor, primorosas, se situaban a la misma altura. Y lo mismo puede decirse del banquete posterior que fue de los que hacen época. Quizás, se puede poner una pega: la inmensa mayoría de invitados manifestaron sentirse algo decepcionados al quedarse con las ganas de asistir a la noche de bodas que , visto todo lo visto, y para estar al mismo nivel, debió resultar de aúpa.

domingo, 20 de mayo de 2018

IMPACIENCIAS


Afuera es de noche, aunque quizás sería más apropiado decir que a mi me lo parece, confundido por una oscuridad inherente a mis propios ojos. La ceguera de nacimiento es lo que tiene, aunque también podríamos encontrarnos en pleno mediodía, vaya usted a saber.

Por raro que parezca, a las tres quince de la madrugada siempre suena el teléfono en casa de Aureliano Buendía, otrora afamado coronel. Se trata de una broma de un individuo de la compañía telefónica a quien el antes mencionado desconsideró cuando cumplía su servicio militar. Aureliano, insomne desde entonces, se lo agradece desde lo más profundo de su sistema nervioso.

Una vaca es una vaca se ponga usted como se ponga. Podría ser otra cosa, de acuerdo, pero no sucede. Podría incluso no existir. Pero si usted abre bien los ojos, siempre está allí: cuatro patas, dos cuernos, unas ubres inmensas y hace cuando uno menos se los espera. Dígame usted.

Los acontecimientos en aquel extraño lugar acontecían empezando por el final, como en una película proyectada al revés. Primero the end y luego toda la cinta hasta Cifesa presenta. Indudablemente se trataría en ese caso de España o de Estados Unidos en los años cincuenta. O de una coproducción, eso nunca estuvo claro.

Los miembros de la orquesta salían y tomaban asiento. El público empezaba a impacientarse cuando diez minutos después, ni siquiera se había oído una nota. Al parecer, en determinadas ocasiones eran los propios instrumentos los que hacían huelga. Poco después, el director trataba inútilmente de hacérselo comprender a los asistentes en un lenguaje desconocido que, sin embargo, al rato resultaba perfectamente comprensible para todos. Y aquí paz y después gloria.

Adela llega a casa y lo primero que hacer después de cerrar la puerta es quitarse las bragas. Ella cuando se lo cuenta a sus amigas habla de la oxigenación de las partes interesadas, pero ellas que son muy incrédulas y saben que las lleva caladas(*), creen que lo que sucede es que su amante es muy impaciente, y ya la espera en su habitación sin calzoncillos.
(*) ojo.

QUEHACERES


No todo quehacer supone la creación de algo antes inexistente. Se dan casos, no obstante, de allez hop y ya está.

No me tortures con tus enrevesados argumentos. La verdad brillará por si sola, y si no brilla, alguien la hará patente mediante un práctico sistema de cremallera.

No siempre sucede de la misma manera. En ocasiones al principio solo se trata de un vago rumor, y poco después de un auténtico alud de datos de los que la prensa de la mañana ni siquiera se hará eco, por raro que pueda parecer dada la secuencia descrita.

Llegaron juntos al banquete, y al poco de sentarse a la mesa se dieron cuenta de que eran unos auténticos desconocidos los unos para los otros. Dado lo cual, se despidieron muy educadamente dejando las langostas para mejor ocasión. Incluso los novios lo hicieron así, alejando la posibilidad de una alcoba pocas horas más tarde.

Con Andrés es fácil. Le llamas y acude de inmediato, y de la misma manera se pone a la labor. En qué puede consistir ésta, ya no está tan claro. En el pasado ha habido de todo, desde asesinatos en serie a cartas de amor. Él es así, el tal Andrés.

La lluvia cae mansamente sobre el condado de Renania Palatinado, pero poco más allá puede lucir un sol espléndido y la población sufrir las dificultades inherentes a una sequía. El clima es por lo tanto muy antojadizo en esta región de Europa, y depende por completo de las condiciones atmosféricas por raro que pueda parecer.

Es tremendo, porque le digas lo que le digas, él siempre procede de la misma manera: se sienta o se levanta. No entiende de matices, pero lo cierto es que jamás de los jamases permanece de pie.

A partir de cierta edad las manos de Guillermo parecieron convertirse en otra cosa. Al principio se contrajeron por una supuesta artritis galopante, luego, incluidos los brazos de los que formaban parte, se ausentaron y finalmente se perdieron y echaron a volar como pájaros. Se desconoce desde entonces su paradero, lo cual es el único dato disponible. O lo que viene a ser lo mismo: ninguno.

viernes, 18 de mayo de 2018

VIVO SOLO dos


3.- Vivo solo y duermo solo, y cuando me despierto agitado e inquieto, cosa que me sucede con relativa frecuencia, trato enseguida de quitarme de encima ese desasosiego y me entretengo con lo primero que tenga a mano. En primer lugar mi propio cuerpo, que como cada cual el suyo, arrastro conmigo de aquí para allá todo el puto día y toda la puta noche, por cierto. Ahí te quedas que luego te recojo, le digo, pero no hay manera, y mis piernas, mi cabeza y desde luego mi culo, me siguen a todas partes, como hicieron en otro sentido los eficientes espías rusos  durante la guerra fría. Así que si nos andamos con esas, os vais a enterar, porque de noche os encuentro más inermes, casi inertes, y entonces va a ser la mía, les advierto. Os voy a ver uno a uno meticulosamente, en detalle. Os voy a auscultar, qué cojones, y lo vais a tener más crudo, creedme. Y lo que no me guste de vosotros va a tener algunos problemas. Dos hostias o un palo se llevan seguro, porque en esos momentos mi cuerpo no me parece mío y ni siente ni padece. Otra cosa será el despertar, pero mientras tanto me tomo la revancha, y cuando acabe me voy a sentir muy satisfecho y relajado. Y si no, una pajita y listo.



4-  Vivo solo y duermo solo, y cuando algunas noches me despierto, enseguida me siento en la cama apoyado en los almohadones y me digo “¡anda, coño, me parece que se me está olvidando respirar!” Exactamente eso. No se trata de apnea del sueño, ni de una agitación intempestiva después de un sueño inquietante. No. Puedo sentirme totalmente relajado y respirar a pleno pulmón. Uno, dos, arriba, abajo suavemente: el famoso pranayama budista perfectamente ejecutado. Pero poco después, algo en mi mente se impone, y empiezo a tratar de controlarlo. Es algo mecánico que no sé por qué medios hace que empiece a sentir la respiración entrecortada, como si se tratara de un motor a punto de griparse. Digo ¡hosties (soy de Girona) que palmo!, porque respirar lo que se dice respirar es algo básico en todos los seres vivos, anden, vuelen o naden. Y yo lo soy mientras no se demuestre lo contrario (que es lo que precisamente empiezo a temer en esos momentos). Intento relajarme y hacer como si no pasara nada. La respiración respira por si sola, trato e convencerme, pero no hago más que controlarla y cada vez tengo mayor dificultad para llevar aire a mis pulmones. O para sacarlo. Creo que si me da tiempo voy a visitar a mi vecino. Quien sabe si él tiene la solución ¡Socorro!

VIVO SOLO uno


1.-   Vivo solo y por lo tanto duermo solo, y algunas noches sucede que me despierto angustiado y me pregunto ¿y si me pasa algo ahora, qué hago? Entonces empiezo a temblar y sudar, y al poco rato me entran unas ganas enormes de hacer mis necesidades. Antes de proceder, me enjuago la cara con agua fría para tratar de calmarme. A continuación, dejo tras de mí un truño de dimensiones parecidas a la catedral de Burgos y ya me siento más relajado: es lo que tienen los esfínteres cuando se les da una oportunidad fuera de las previsiones habituales. Incluso con frecuencia me siento feliz y vuelvo a meterme en la cama encantado. Con las yemas de los dedos, que parecen las de un recién nacido, acaricio el embozo de la sábana y los almohadones, y me duermo enseguida olvidando por completo el mal sueño, y especialmente la bajante general de aguas residuales del edificio donde habito. Creo que me explico.


2.-  Vivo solo y duermo solo, y cuando algunas noches me despierto inopinadamente, me asusto y de inmediato busco métodos que me saquen de una angustia que no sé donde podría llevarme. O lo sé demasiado bien. De entrada, recorro la casa habitación tras habitación con todas las luces encendidas, me da por pensar que es probable que alguien que desconozco vive conmigo y se esconde en alguna en alguna parte. Tengo miedo, pero tengo la precaución de ir preparado con un cuchillo en las manos y una caja de cerillas, por si acaso el desconocido, se trate de los que se trate, resulta agresivo. También suelo llevar un frasco de aguarrás o desatascador para echárselo en la cara (si es que la tiene) si me agrede, con la certeza de que no le hará ninguna gracia. Lo cierto, sin embargo, es que hasta hoy excepto una mosca en el comedor, no he visto nada llamativo, pero no me despisto y ando bien pertrechado, por si las moscas, mira por donde. No descarto en un futuro más o menos inmediato, hacerme con una pistola, que hay mucho hijo de puta acostumbrado a la escalada. Y no quiero hablar del gremio de cerrajeros, totalmente honorable hasta el día de la fecha, eso que conste.

tinuará….

FALTAN DATOS


A José Antonio Villegas le llaman el Datos. Es un hombre muy cultivado y con dos carreras superiores, y es posible que alguien suponga que se le llama así por ser en resumidas cuentas un hombre con la cabeza llena de informaciones de todo tipo. En resumidas cuentas “con muchos datos”. Pero no se trata de eso para nada. El asunto es bastante más simple, y cualquiera que permanezca con él más de diez minutos, lo podrá corroborar. Le llaman de esa manera porque en cualquier conversación o en un simple intercambio de pareceres, enseguida suelta “perdone que no opine porque me faltan datos”. Creo que esto lo deja suficientemente claro, aunque siempre quede la duda de si lo dice porque es un hombre honesto y riguroso consigo mismo, al que no le gusta hablar por hablar, o si verdaderamente es un tanto tímido e introvertido, o incluso peca de suficiencia y en el fondo es un pedante. No dando su opinión sobre casi nada no se compromete con un punto de vista que podría no favorecerle. Por otro lado, por sus maneras y su atuendo siempre impecable, parece un hombre de orden y posiblemente de derechas, pero algunos gestos y cierto aire rufianesco cuando se solivianta, podrían desmentirlo y convertirlo en un hombre claramente izquierdista y hasta anti sistema. O incluso con una indudable veta anarquista. Pero no dejan de ser conjeturas de la gente, que de ese modo trata de penetrar en el misterio de este hombre singular, que a pesar de vivir en ese barrio durante décadas, sigue siendo un misterio que los demás quisieran desvelar definitivamente. Un dato cierto de su forma de vida, y por tanto de su significado, es que de vez en cuando aparece del brazo de una señora ya talludita, que suele venir de afuera a vivir con él por temporadas. Al parecer, se trata de una española que vive en Francia ya hace mucho tiempo, sobre la que corren varios rumores, sobre todo uno un tanto inquietante, y es que más allá de su aspecto de cabaretera emérita (está todavía de muy buen ver y con unas curvaturas geodésicas), se le achaca formar parte del hampa de París o Marsella, y si no exactamente del hampa, sí de algunos grupos radicales, que de vez en cuando se han relacionado con los bajos fondos y hasta ciertas acciones terroristas. Esta mujer añade por lo tanto un punto más a la incógnita que supone José Antonio Villegas, y aumenta el misterio del que venimos hablando reiteradamente. Con datos o sin ellos, resulta evidente que es un tipo sospechoso, que cada vez más muchos tratan de evitar, pues no se sabe que hay detrás de él, a pesar de parecer alguien bien integrado en su comunidad. Se pueden hacer las suposiciones que se quiera, pero si uno es honesto, tendrá que acabar confesando, que para ello faltan datos.

miércoles, 16 de mayo de 2018

ESE


El hombre ese anda con cierta dificultad, pero no por ello debe dejar de considerársele un ser humano con todo su sentido. Que tenga algún problema para desplazarse con soltura, no merma ni un ápice su facultad para ser considerado como un homínido superior de la especie sapiens sapiens con todas sus consecuencias. Y hasta ahora, por cierto, en puridad ni siquiera se le podría llamar cojo. A usted, por otro lado, que parece tan interesado, ni le va ni le viene que todas las madrugadas salga de su casa a eso de las  cuatro y se dedique a pasear por los alrededores un mínimo de media hora. En mi opinión, incluso podría alejarse y coger el autobús o el metropolitano si a esas horas estuviesen en funcionamiento, lo que en todo caso sería un problema a resolver por la concejalía de circulación del ayuntamiento (existen los buhos, no lo olvido)
                       E incluso le voy a decir más. En mi opinión, que el tal Baldomero tenga sus aficiones especiales o sus manías, ni siquiera debe hacer que sea considerado como raro. Sin ir más lejos ¿tenemos los demás idea de lo que usted misma hace en la soledad de su propio domicilio? Es posible que incluso aberraciones que pondrían los pelos de punta a cualquier psiquiatra de cierto prestigio. Quien sabe si cortarse las uñas de los pies o depilarse. O que hasta juegue consigo mismo o se ponga lavativas sin sentido, que ya alguien entre los vecinos ha alertado a la comunidad de los ruidos extraños procedentes de su casa a altas horas de la madrugada. Pero cuidado, por mí, haga usted lo que le venga en gana, después de todo se trata de su salud. Pero si le apuntaré, volviendo al caso de nuestro amigo, que no deja de ser inquietante que usted pase todas las noches en vela, o se ponga el despertador alerta para sorprender a Baldomero en sus ajetreos nocturnos para pasear por el barrio o donde le alcancen las piernas.
                      Considere todo lo dicho con anterioridad como un consejo de un buen amigo para el futuro inmediato, en el que más le valdría dedicarse a las labores habituales a esas horas, y no a sus, al parecer, extraños tejemanejes con su organismo que pueden llevarle a la ruina. Pero sobre todo, abandone el espionaje y duerma a pierna suelta, es lo que todos hacemos a horas tan intempestivas. Estoy seguro que tendrá en cuenta lo que le acabo de decir y procederá como es menester. Tenga en cuenta, en cualquier caso, el escándalo que puede originarse si a esas horas tenemos que avisar de urgencia al Samur o a los bomberos.

martes, 15 de mayo de 2018

AQUÍ


Si os digo que estoy aquí, no os doy mucha información, pues “aquí” no es un lugar que conozcáis, sino un adverbio  que necesita en esta ocasión de otras precisiones. Pero, os voy a dar alguna pista, pues entiendo que es lógico tratar de saber con quien se relaciona uno. En este sentido, sí puedo ser algo más concreto, afirmando que soy un ser placentario, alguien que vive en ese, al parecer, lugar remoto en el que en su momento todos habéis vivido, aunque fuera de forma inconsciente. No es mi caso y poco a poco os iréis enterando del por qué. Para ser más explícito, os diré algo que puede arrojar alguna luz: soy un ser engendrado, pero no nacido. O al menos no nacido en el sentido que solemos entender: es decir, yo no he atravesado el canal del parto cuando ya estaba listo para ello, sino que, por un proceso aún no comprendido por fisiólogos, médicos o biólogos, una vez cumplidas de forma rigurosa los distintos pasos del proceso del embarazo de mi madre, y obedeciendo a factores de momento ignorados, sucedió ”algo” de tal manera, que decidí permanecer en su útero, rodeado de la placenta, que al tiempo que nos separaba, nos unía, proporcionándome todo lo necesario para sobrevivir. Seré más preciso, ”yo” no decidí nada: sucedió. Y sucedió por razones que de momento escapan a toda comprensión, pues ni los estudios científicos mas avanzados han logrado resolver el misterio. Todo estaba listo, y mi esquema corporal  respondía a las características pre-parto que se suponen en el bebé, pero no fue así, y mi madre, ya ingresada para dar a luz, fue devuelta a casa entre múltiples conjeturas de los ginecólogos, que ante la situación, no quisieron emplear métodos más agresivos para el alumbramiento. A partir de ese momento, mi caso se convirtió en objeto de un debate internacional, en el que intervinieron los más afamados científicos, filósofos y psicólogos del momento. Solo una cosa resultaba evidente, el nasciturus, es decir, yo, se resistía a salir a pesar de que se cumplían todos las condiciones necesarias para ello. Se habló en ese momento de procesos estrictamente fisiológicos, de dificultades de la madre de orden tanto psíquico como moral, e incluso hubo quien añadió que quizás se trataba de un caso pionero en la prolongación del proceso de embarazo, dado que hasta entonces, los humanos éramos prematuros venidos al mundo con una antelación que, con mi ejemplo, estaba a punto de corregirse. Mi madre, durante todo ese tiempo, había respetado escrupulosamente el proceso de preparación al parto: gimnasia, técnicas de respiración, preparación emocional y de relación participativa con su pareja(es decir, mi padre), etc… un proceso casi ejemplar que en el momento culminante, sin embargo se vio frustrado por razones que nadie alcanzaba a comprender. Ni siquiera los scanners de última hora pudieron precisar de qué se trataba: simplemente yo seguía allí en la ubicación correcta, pero al parecer sin ninguna inclinación a seguir el proceso natural. Tampoco se observó en ese momento decisivo nada que justificara mi inmovilidad y nula decisión a cumplir con lo previsto, ni parecía haber ningún impedimento o   malformación que supusieran una dificultad insalvable. El gran escándalo se organizó cuando alguien sugirió, pasadas ya unas semanas de la fecha prevista, que aquello parecía obedecer a una voluntad determinada, en la que alguien, la madre o el niño por venir habían decidido cambiar el rumbo de los acontecimientos.                                  
Mis padres se sentían terriblemente frustrados, pues no solo habían cumplido al pie de la letra todos los preparativos para un feliz desenlace del embarazo, sino que habían añadido determinados aspectos de cosecha propia leídos en libros de divulgación, como la audición próxima de conciertos de Mozart (no las sinfonías), e incluido del Barroco, sobre todo Corelli, así como paseos al borde del mar. Fue entonces, cuando un neurofisiólogo de fama internacional, descubrió que si bien mi cerebro era el de un bebé de nueve meses y pico, su densidad era casi el doble, es decir: en el momento del parto mis neuronas doblaban en cantidad y conexiones a las habituales, y era un proceso aún no concluido, pues, al parecer, y dado que mi tamaño ya no iba a variar, lo que iba a suceder es que mi cerebro se iba a hacer paulatinamente más denso, doblando lógicamente el número de axones y dendritas, y por lo tanto el de las sinopsis entre ellas. Se presentaba de esta manera algo inaudito, la capacidad de ciertos seres vivos de prolongarse en situaciones placentarias, es decir: vivir indefinidamente en el vientre de la madre. Tal es, al parecer, mi caso. Debo añadir al llegar aquí, que lo anteriormente dicho fue poco a poco aceptado por la comunidad científica, que si bien al principio se mostró escandalizada e incrédula, terminó por aceptar lo evidente. Otra cosa fue La Iglesia, que suponiendo el mío como un caso evidente, estuvo a punto de enviar a un exorcista por posesión diabólica de mi pobre madre. Y aquí estoy, como un clon de un clon, alguien semejante a un sí mismo que no llegó a ser, y que sin embargo se replica en el vientre de su madre sin nacer. El proceso de convivencia entre los dos ha sido largo y complicado, sobre todo debido a la resistencia de mamá, que no quería aceptar algo que no solo la frustraba sino que la humillaba al hacerla diferente, considerándose de alguna manera una enferma. Pero el tiempo pasa o la entropía aumenta, como se quiera, que yo aquí adentro no lo tengo fácil para evaluarlo, y poco a poco fue aceptando lo irremediable, hasta tal punto de que hoy, sin ser simbióticos, sí hemos llegado a lo que frívolamente podría llamarse una “entente cordiale”, en la que cada cuál mantenemos esporádicamente desacuerdos que, sin embargo, no duran mucho, pues ambos hemos comprendido que en nuestro entendimiento nos va la vida. Actualmente se me considera como un ser “nacido” aunque no cumpla los requisitos de pervivencia exógena habituales, pero mi desarrollo cerebral ha alcanzado, ahora que han pasado doce años, el nivel de un cerebro equivalente a tal edad, e incluso, al parecer, algo superior, por un proceso que ellos llaman de “compensación”. Mi padre no entiende nada, pero percibo que se dirige a mamá en un tono cálido y acogedor, como si barruntara que la situación debe ser muy dura para ella. Se equivoca. A estas alturas mamá y yo mantenemos una relación de lo más cordial y profunda. Con frecuencia pasa la mano por su vientre a modo de caricia, y yo la respondo dando unas pataditas que ella recibe con entusiasmo, pues me lo hace saber redoblando las caricias y hablándome con una dulzura que hace que me mueva en su interior, deslizándome suavemente por las paredes de la placenta que ella recibe como si me tuviera entre sus brazos.                                                                                         
Aquí se está bien. La verdad es que no tengo la experiencia de otros lugares, y quizás por eso no puedo comparar, y por lo tanto echar nada de menos o fantasear situaciones mejores. Toda mi información es sensorial y emocional, y aunque con frecuencia abro los ojos no puedo ver de la misma manera que, al parecer, se ve en el exterior. Percibo lo que supongo colores, y por lo que me cuenta mamá, creo que en una banda bastante más ancha de lo que creo que se llama espectro electromagnético, y perdonadme la pedantería. Mi madre me habla, y aunque apenas la oigo como un susurro su voz me transmite sus conocimientos, e incluso trata de describirme lo que la rodea, lo que no es fácil, pues no tengo referencias personales. Hay quien imagina que en mi claustro soy una especie de niño probeta, apartado del mundo por algún tipo de alergia maligna, pero no es así: me encuentro muy bien en esta especie de hogar submarino, donde todo me llega tamizado, tornasolado, como a través de un filtro mágico. Es verdad que en ocasiones me reprocho la carga física que supongo para mi madre, que aunque es ágil, sólo puede permitirse pasear, pero no practicar ningún deporte que, por lo que la he oído, sé que le gustaría, y que antes de tenerme solía hacer con frecuencia. Los días transcurren lentamente. Yo, como se comprenderá, no puedo distinguir el día de la noche, ni percibir los cambios de luz, al parecer maravillosos, que suelen acompañar la transición entre ambos, pero disfruto de otras percepciones que no puedo transmitir porque solo pertenecen a este mundo, y para ellas no se han inventado palabras. Es cierto que mi conciencia a veces lamenta no poder compartir ciertas sensaciones con los que me rodean, con vosotros quiero decir, pero es natural tener ciertas limitaciones, y aunque aquí me encuentre muy a gusto, también las tengo, pero lo acepto como un aprendizaje que me facilita la existencia. Físicamente es fácil imaginarme, aunque si lo hacéis equiparándome con un recién nacido, limitaríais gravemente el conocimiento que podéis tener de mí, casi prefiero que me consideréis como una pura conciencia descarnada, que si lo pensáis un poco, es lo que acabamos apreciando de los seres a los que amamos. De todas maneras parece ser que tengo en la cabeza un poquito más de pelo del habitual, los ojos grandes, y un color de piel, que a pesar de estar encerrado, podría recordar el tono bronceado de unos días de playa. Con eso creo que basta para hacerse una idea. Si debo confesar algo que realmente me duele, y me duele de forma lacerante, aunque mi madre, que lo percibe enseguida me tranquiliza. Se trata del hecho de no poder verla, mirarla desde afuera, reconocerla. Esa felicidad de reconocer y ser reconocido que, al parecer, se origina esencialmente a través de la mirada. Pero pronto se me pasa, porque tengo con ella otra comunicación que, quién sabe, es quizás incluso más íntima. Un día, sin embargo, como un destello, creí verla en el momento que se miraba el espejo, como si a través de un proceso desconocido, pero maravilloso, su imagen reflejada hubiera recorrido la distancia que separa sus ojos de los míos. Fue un instante que no se ha repetido, pero que me hace concebir esperanzas de que vuelva a suceder pronto. Mi vida consiste, por tanto en la suya, y esto que alguien podría considerar angustioso, no es así, como creo que ya he dejado claro. Por su parte, ella hace una vida totalmente normal, con las pequeñas limitaciones ya descritas, y yo no interfiero en nada en su libertad y tipo de vida. Ni siquiera supongo una carga en el estricto sentido físico que podría imaginarse, pues la naturaleza ha obrado de tal manera que mis necesidades corporales coinciden con las suyas.
Consideradme pues, en este momento como el adolescente que soy, pero sin crisis de crecimiento ni las dificultades del cambio que supone el hecho de hacerse mayor. Sé que todo esto puede parecer inquietante, sobre todo porque tememos lo desconocido: un viejo reflejo de todos los seres vivos, al perecer un mecanismo de defensa profundamente arraigado. Pero eso no deja de ser una fantasía negativa, pues como ya os he dicho y repetido, aquí me encuentro estupendamente. Sé que ha habido incluso congresos a mi costa, intensos debates en los que yo figuraba como único protagonista, aunque algunos consideraban que también debían incluirse como tales a mis padres. Elucubraciones teóricas de los seres humanos en su continuo afán de comprenderlo todo. Especialmente los humanistas,  filósofos y especialmente psicólogos, que se enzarzaban en discusiones supuestamente académicas sobre el significado de mi singularidad, concluyendo todo tipo de teorías. Los filósofos mantenían ,como es su cometido, opiniones más generales, en las que mezclaban vagas concepciones sobre el significado de mi existencia, echando mano normalmente de los clásicos del siglo XX, en general refritos de existencialistas y filósofos del lenguaje, quienes les dejaban especialmente perplejos, pues con mi no-nacimiento, hacía que sus teorías parecieran disparatadas. Pero los que realmente se empleaban a fondo, como dije antes, eran los psicólogos, que en su pretensión de explicar lo, según ellos, inexplicable, elaboraban constructor teóricos, desde mi punto de vista (con perdón) hilarantes. Uno de ellos llegó a afirmar sentenciosamente que “le ha sido negado el sol y vive subsidiariamente”, lo que por otro lado, es rigurosamente cierto, pero que realmente no añade nada realmente significativo a mi estudio. Otros, los más, en la línea del niño burbuja ya mencionado, añadían concepciones teóricas de difícil verificación, que venían a convergir en unas conclusiones que podrían resumirse en el siguiente aserto: “es un Narciso absorto en sí mismo, que, sin embargo, busca una salida que se le niega”. Me hacen gracia estos señores, ellos sí que están absortos en sus elaboradísimas teorías a cual más compleja e inverificable, pero que les debe resultar de lo más gratificante. Es cierto que, en contadas ocasiones, siento una punzada de dolor por lo que no conoceré por mucho que se empeñe mi madre en hacérmelo próximo. Añoro el mar cuando las olas rompen suavemente sobre la arena, los humedales y sus brotes de hierba fresca, la vega del río y los cañaverales. Añoro, en fin, el agua de la Tierra, que nos constituye y me recuerda, cuando la evocan al mundo en el que vivo. Esta reclusión, empiezo a suponer que voluntaria, me resulta grata,  rodeado como estoy, de un tejido suavísimo, flotando en un líquido que me imagino azul, y por el que discurro como un pez muy antiguo, que no tuvo que conquistar la orilla de la tierra para sobrevivir. Ni sufrir el calor insoportable del desierto ni embarcarse en insoportables caravanas rumbo a ninguna parte.
Y aunque no os conozca ni pueda veros, quiero que sepáis que desde este mundo maravilloso que habito, me acuerdo mucho de vosotros y os deseo una vida larga y feliz, sin las dificultades de ese mundo que, según me cuenta mi madre, en ocasiones es demasiado cruel. No os conozco, pero os quiero mucho, mis queridos amigos.

miércoles, 2 de mayo de 2018

WALKING 2


Entonces me dirigía a ti y te recriminaba algo: me dolía lo que percibía como abandono. Tanto te necesitaba que creía que a pesar de mis injustificados reproches, podrías consolarme. Ahora comprendo que tal cosa era imposible pues en esos momentos no  hablabas conmigo sino con alguien a quién desconocías. Bajaba las escaleras agitado, escuchando unas voces desconocidas acusándome de historias que nada tenían que ver conmigo. Paseaba simulando que nada sucedía, daba vueltas y vueltas tratando de olvidar, mirando a quienes se cruzaban conmigo con la intensidad que un naufrago percibe un espejismo. Hablaba conmigo mismo esperando que mi voz fuera percibida como una baliza ó un faro en alta mar. Pero todo era inútil, y al regresar sólo encontraba tu miedo y las puertas cerradas. Y luego estaban ellos con quien te refugiabas alzando una muralla entre nosotros. Rehenes, pensaba entonces de tu incomprensión y desamor. Presas fáciles de un cariño que a mi me hurtabas. Entonces, como un demonio enajenado, empecé a quererles y a odiarles al mismo tiempo, desesperadamente, buscando un resquicio por donde pudiera acercarme a ellos sin tu presencia. Pero cada vez que estaba a punto de lograrlo arreciaban las voces acusadoras, el complot que con ellos habías urdido contra mí.

Y llegó el día insoportable que, en tu ausencia, pensé que el pequeño me atacaba rencoroso gritando ¡mamá!¡mamá! Y no recuerdo más: un cuchillo y una ventana abierta, y la sangre y los alaridos trepando de la calle como enredaderas putrefactas. Y el salto y mi muerte que al fin no llegó a pesar de la suya.

¿Qué puedo hacer ahora cuando todo se desdibuja y tú no estás? Pasear alrededor de lo que fue nuestra casa que no pude ni supe cuidar. Mirar hacia arriba donde una vez estuvo mi corazón y el tuyo. Abrirme las venas, levantarme las uñas, quebrarme los brazos, arrancarme la piel, abrirme en canal  para que me quieras.

Pero no ha de ser y bajo la bóveda del cielo solo me queda andar sin descanso, sin rumbo. Sin fin. Debe ser así la pena para quienes matan al niño que fueron.


WALKING 1

Cuando volví al lugar del crimen, tuve la impresión de que todo permanecía exactamente igual que el día del desgraciado incidente. Es cierto que me pareció  que más allá de la coincidencia del aspecto general, tanto la calle como los edificios, árboles y establecimientos de la zona parecían velados por una tenue niebla, una especie de pátina que achaqué a mis crecientes dificultades con la vista y a la melancolía que me invadía en aquellos instantes. Descendí por la calle lentamente como de costumbre, y como de costumbre, traté de fijar en mi retina los menores detalles que luego suelo utilizar para rememorar lo que he visto. Al deslizarme calle abajo, sentía  que aquel paisaje,  tan habitual para mi tiempo atrás, me devolvía a un momento fundamental en mi vida, que sin embargo, me costaba recordar con precisión,  Los cristales de los escaparates  de las tiendas me devolvían mi silueta, que a duras penas reconocía comparándola con la de otros tiempos. Delgado, como siempre, pero el pecho más hundido y la cabeza como si fuera transportada inerme sobre los hombros, casi sin vida,  Me asusté, pero pronto me sentí mejor al recordar los efectos secundarios de la medicación que me tomaba desde entonces. 

Sé que allí sucedió algo muy dramático años atrás, tan importante que transformó mi vida, pero no puedo precisar de que se trataba.  Recuerdo voces y una mujer, y puertas que se cerraban de golpe.  Y una ira muy grande que me invadía, que sentía subir muy pronto desde la mañana y que no podía dominar porque tenía miedo, y era la única forma que encontraba para poder salvarme,  Y luego estaban las miradas, hirientes, penetrantes, burlonas que parecían seguirme allá dónde fuera, haciendo inútil toda tentativa de escapar.  No sé que les había hecho, que pecado ó mal acto había cometido para que me torturaran de tal forma,  Sé que en ocasiones corría y subía a la casa y me encerraba en mi habitación y me sentaba tratando de garabatear algo sobre unos papeles, que luego releía y era incapaz de entender.  Jadeaba y me tapaba los oídos, pues fue por entonces cuando me di cuenta que ni aún allí me abandonaban, susurrándome cosas horribles.