domingo, 29 de abril de 2018

RENUNCIAS


Cuando la luz se apaga y da paso a una noche que no se prolongará demasiado, sé  que no soy el único que trato de dormir pronunciando tu nombre.  Hay otros paredaños, o en todo caso, próximos, que lo invocan,  y desean que descienda sobre ellos la oscuridad,  que al menos de momento, les permita olvidarlo.  Y tú sabes que no hablo solo de ti, sino también de otros  que como yo el tuyo,  traen todos a este cautiverio tratando de olvidarlos: renuncias que uno se impone cuando,  por razones que ignora,  no es capaz de vivir sin un puñal clavado en el corazón.  Masoquismo, dicen los entendidos,  que nos hace disfrutar con la negación de lo más amado, que viene ser como una forma superior de entrega, pues en ella no solo se da la emoción del instante, sino la que alienta dentro de cada uno toda la vida.  No es fácil de entender, y menos de aceptar  por quien no ha disfrutado de esta clase de amor,  que hace de la negación su virtud más sublime. 
Decidí entrar en Clausura en el preciso momento que tuve totalmente claro que mi vida sin ti sería inexplicable, y que en ella solo cabría el sinsentido y la miseria, pues fui consciente de que aquella forma de amor profano era pura banalidad, y de hecho su condena de antemano, pues llegaría el tiempo en los que la frecuentación y la familiaridad harían de nuestra relación pura rutina.  Y yo, en aquél momento fui egoísta, y no quise admitir que aquella  pasión que me embargaba podría diluirse poco después en la trivialización de la convivencia y la tristeza de la entrega de unos cuerpos hechos para la finitud y el acabamiento.  De ninguna manera quería admitir lo que en su día dijo el poeta francés:”la chair est triste, hélas!, et j’ai dejà lu tous les livres” (*). Era un egoísmo intenso, un furor que me hizo comprender en el instante en que me sentía más cerca de ti, que solo la renuncia podría preservarte a mi lado. 
Ha pasado ya mucho tiempo, y como podrás suponer no sé nada de ti, pues la Regla nos prohíbe el acercamiento a los seres amados de este mundo, y desde un principio decidí que solo olvidándote podría hacerte presente como cuando te conocí, sin los avatares que sin duda se habrán presentado en tu vida y que puedo imaginar, pero no saber.  A veces mi corazón se enternece,  y pienso que quizás  me recuerdas, y sientes la punzada de tristeza que a mi mismo me alcanza en ocasiones.  No sabes como en los momentos más insospechados cruza tu sombra delante de mis ojos: meditando en los misterios de la vida del Señor en los Maitines, o cuando caminamos fraternalmente por el claustro rezando nuestras oraciones. Y sobre todo, cuando en la huerta, me afano trabajando la tierra que se abre ante mi como una grieta a la que miro absorto recordando tu sonrisa.  La misma que no me abandona en los momentos más duros, instantes en los que por un momento envidio a la gente que pasea,  feliz  o atribulada, al otro lado del muro que nos separa del mundo.  Sin embargo, últimamente, y debo confesarte esto al final con cierta tristeza, incluso con amargura, son cada vez más frecuentes los momentos en que mi cabeza parece haberse vaciado del mínimo rastro de emoción, como si la vida aconteciera siguiendo un destino ineluctable que todo lo iguala. Y de la misma manera que evoco tu sonrisa , puedo extasiarme ante acontecimientos minúsculos, e incluso ante la pura visión de algo que antes ni percibía, y que lo mismo puede ser el vuelo de una mariposa, una flor entreabierta o un escarabajo que se pasea perezosamente sobre una hoja de lechuga. Ya me lo dijo en su día el padre prior: hermano, prepárate, pues cuando menos te lo esperes se producirán en ti unos cambios que no sabrás explicarte, y que harán que a partir de ese momento no haya vuelta atrás.  Creo que esto me está sucediendo ahora, y a pesar de lo que te dije al principio, ya hay noches en los que al poco de irse la luz, solo percibo una oscuridad tenue que me va rodeando y en la que parezco diluirme, sumergiéndome en ella como quien cae en un pozo que parece no tener fin. Tú ya no estás allí, mi amor, ni sé dónde buscarte. 

(*) El monje se refiere a los famosos versos del poeta francés Stéphane Mallarmé:   ”La carne es triste ¡ay! y (ya) he leído todos los libros”. 

PARAISOS


Para mí, qué querés que te diga, solo existís vos y tu culo. Sí, podés añadirle si te gusta, la trompita, esos labios carnosos que tenés y que desde el primer día que los vi me hicieron suponer otras delicias, pero dejáme de momento concentrarme en ese lugar que al verlo por primera vez, supe que no me haría falta otra cosa. Aunque te dieras la vuelta y fueras una bruja o un dragón, yo aquello lo quería solo para mí. Suponer mis manos masajeando aquella hermosura, y pensar en la felicidad suprema fue todo uno. Claro que de mi  familia de panaderos me llega la afición por las harinas, pero no importa, y estoy seguro que siendo un agente de seguros, fontanero o corredor de bolsa, al ver lo que vos tenés, hubiera tirado mi carrera al carajo, y con seguridad me hubiera dedicado  a la felicidad de tu popa. Y a mi propia felicidad, pues no puedo imaginar otro lugar ni otro instrumento que me pudieran proporcionar tanta alegría y hacer surgir tanto deseo. En ocasiones pienso que llegaste a mi vida en el momento justo, cuando una despedida me tenía malherido, pero creéme, al verte y calibrarte olvidé de inmediato ese dolor pasado, como si vos hubieras llegado en el momento justo para sacarme de la cabeza a la otra, la que decidió que aquél boludo estaba mejor armado o, andá vos a saber, que en ese sentido nunca tuve dificultades, y mi natural modestia se equipara con el porcentaje habitual. Vos me entendés. Sé que te puede herir verte considerada como un objeto, pero te equivocás si lo pensás así, que afortunadamente cuando te diste la vuelta y te vi por primera vez, supe que eras vos la que me estaba destinada, pues ni rubia ni trigueña, totalmente morocha, y esa cara tan linda que enseguida me sugirió otras excursiones, sabiendo que quien era así no podía sino guardar secretos deliciosos para el hombre que la ama. Y ahora que ya me conocés y puedo ser sincero, te diré que de tus ojos negros y tu boca enseguida imaginé  unos pechos firmes coronados de unas areolas oscuras y grandes, en las que los pezones  se ofrecían a mi boca como a la de un lactante, sediento de vos misma.  Que lo pienso y me acuerdo de aquél día, y aun me entran escalofríos de placer, pues raramente se ve uno enfrentado, de repente, a quien le sugiere tanto como vos a mí aquel día. Luego es cierto, que los días pasaron y una vez establecida la relación y consumada la pasión con un desenfreno diario, las cosas vuelven a su curso habitual y se aminoran, y unos labios por muy sugerentes y ofrecidos que sean, acaban siendo unos labios, y un pelo como el tuyo, negro azabache, por más que siga valorándose su densidad y textura, acaba siendo un pelo no más, y tus ojos oscuros de turca,  que aúnan la ternura y el fuego, serán siempre lindos, pero ojos al fin y al cabo. Y tus piernas largas y bien torneadas, tus caderas como asas  de ánforas griegas y tu cintura mínima. Y tus oscuros pezones como ojos escrutadores cuya simple visión me provocaban una especie de delirio, del que difícilmente podía regresar con el agua que, riéndote, me arrojabas delicadamente a la cara para que los soltara. Todo ello, apasionante, palidecía ante tu culo,  que me suscitaba solo con verlo, la sensación de sumergirme en un mar inacabable o en un campo de algodón al sol de la mañana antes de que el de mediodía lo sofoque. Atraparlo con las manos bien abiertas y acariciarlo lentamente con aceites perfumados como si se tratara de una masa de harina, que solo espera la levadura para fermentar y hacerse pan. Y no te digo abrirlo como a una fruta madura, y encontrar allí, que sé yo, el Amazonas, el Paraná, el Orinoco, las fuentes del Nilo, la perdición de los hombres, que solo buscan el regreso y encuentran en esos humedales la puerta de acceso al paraíso. No te preocupés mi amor, y pensés que algo ha variado. No me hagas gestos de tristeza porque imagines que no te amo, bien al contrario, aunque debo reconocer que empecé al revés de lo habitual, es decir por el culo, ahora es  tu rostro el que no se me va de la cabeza.

miércoles, 25 de abril de 2018

GRANADA


Todo es posible en Granada, fueron las últimas palabras de Gervasio. A partir de ese instante se hicieron inútiles los adioses, y las plazas de toros se despoblaron de lo que suele darle su sentido y justifica su prolífica presencia en la geografía nacional: el cuadrúpedo en sí mismo.

Esa inveterada costumbre de Celestino de frotarse las manos hiciera lo que hiciera, e incluso cuando no hacía nada, llegó a trastornarme. Las miraba hipnotizado cuando se las frotaba frenéticamente, con una fruición enajenante para cualquiera que no estuviese precisamente en su mollera .

Epaminóndas sale de noche a pasear. Dice que es momento ideal, cuando menos tráfico y peatones se ven por la calzada y la acera respectivamente. Además, la luz de las farolas  inviste al ambiente de un embrujo muy superior al de las doce del mediodía, con el sol en su cénit. Y que conste que trabajar en un tablao flamenco no tiene nada que ver con tal apreciación, asegura muy ufano.

Wenceslao es duro de oídos, y cada vez que mantiene una conversación con alguien, se lleva un dedo de la mano, el índice normalmente,  a la oreja atañida. Hasta tal punto es esto cierto, que con frecuencia, llevado por una rutina excesiva, hace exactamente lo mismo cuando nadie le habla o está solo en su casa. Claro que en ambos casos, sin embargo, él asegura que siempre oye voces.

Rosarito fue siempre una niña muy educada, incluso  tímida, que cuando acompañaba a su mamá a misa o a la compra y se tropezaban con alguien, no decía esta boca es mía, o  miraba para otro lado por pura vergüenza. Nada que ver en absoluto con lo que sucedió desde el momento en que le llegó la adolescencia y le bajó la regla. Sintió entonces en su interior las urgencias de la reproducción de la especie, pues sin venir a cuento y en cualquier circunstancia, se sacaba los pechos y se los manoseaba delante de quien fuera groseramente.



martes, 24 de abril de 2018

SEMEJANTES

Luis María dice jugar a un juego muy divertido que hace que sus días transcurran felizmente y que su vida en general resulte de un inusitado interés. El hecho consiste en que desde hace algún tiempo (exactamente desde que solo se levanta una vez para orinar durante la noche) ve a sus semejante como si se tratara de bichos: un orangután, un elefante, una comadreja, un gorila, una babosa de mar…y a sí indefinidamente. Incluso rehuye los espejos porque tiene la certeza de que le pasaría igual, y tiene un concepto muy elevado de sí mismo para aceptarlo. Este es el juego tan extraño de Luis María, al que sin embargo se ha acostumbrado y del que parece disfrutar a su manera, a pesar de las sorpresas y malos ratos que le proporcionan, y posiblemente la justificación al hecho de que siempre se le vea solo. No le gusta la presencia de bichos, y rehuye la de sus semejantes, por lo que parece absolutamente normal que se le conozca bajo el sobrenombre de Luisma, el huidizo.

Para Ángel el mayor placer que puede experimentar un ser humano es el de ser capaz de cargarse  a un semejante. Parecerá una salvajada, y estoy seguro que no solo se trata de mi punto de vista sino que es visto así por la inmensa mayoría de la gente, e incluso que sea considerado como la peor de todas (no hablemos ya de los niños). Pero Ángel lo percibe así en su interior, y desde ese punto de vista para él es algo natural. Esa es sin duda la razón de la adoración que siente por Thomas de Quincey, y justifique que “Del asesinato considerado como una de las bellas artes” sea su libro de cabecera. Despacharse a gusto rebanándole el pescuezo al vecino o pegarle simplemente dos tiros (con cierto estilo, claro está) puede producirle una felicidad absoluta. Y no digamos nada si se trata de lanzar al vacío por un precipicio a un tierno infante. Ángel contradice de esta manera su propio nombre, aunque debo advertir que a mí tales seres asexuados y con plumas siempre me han producido algo así como un horror metafísico.

En la red se ha hecho viral una información de una agencia alemana de investigación social, según la cual la gente de derechas sobrepasa holgadamente a la de izquierdas en casi todas las cualidades estudiadas.  Según esta investigación, se hace evidente que los hombres de derechas son más altos, guapos, inteligentes y poseedores además de una cabellera más poblada y lustrosa (o lo que es lo mismo: en la izquierda hay muchos más calvos). En cuanto a las mujeres, se hace evidente, aparte de lo ya mencionado que tienen mejor culo y tetas, lo que les augura un porvenir muy halagüeño no solo en la ingeniería, sino en las pasarelas y como presentadoras del espacio dedicado al Tiempo en la televisión. Algo parecido sucede con los niños, que son con diferencia bastante más rubios, aunque en verano en la playa cogen un tono tostado precioso. Deben ustedes saberlo, y en la medida de lo posible, actuar en consecuencia.

lunes, 16 de abril de 2018

PERSPICACIAS


La versatilidad de su carácter se manifestaba en la facilidad con la que pasaba de un asunto a otro cuando era entrevistado. La falacia de tal afirmación consiste, sin embargo, en que todavía está por llegar el día en que tal cosa suceda.

La labilidad de su carácter se hacía patente en los arrebatos que sufría con frecuencia por los motivos menos consistentes. Por ejemplo, el hecho de girar la cabeza hacia un lado y el otro para atender a dos personas situadas a su izquierda y su derecha, le trastocaba hasta límites que con anterioridad solo se habían conocido en el archifamoso asno de Buridán.

Las gafas de Iluminado cumplen sobradamente los requisitos requeridos para merecer tal nombre. Que sean para ver de lejos o de vista cansada no tiene la menor importancia, esa es al menos la opinión de Iluminado, al que, a pesar de lo dicho, le basta con su propio nombre para ver todo claro como la luz del día sin tener que ponérselas, sean cual  sean las circunstancias.

La maleabilidad de Gumersindo, Gumer para sus amigos, le facilita el que pueda meterse en la cama de una sola pieza o desdoblándose en dos, la primera de las cuales incluiría el pecho y la segunda la espalda. Lo que queda entre medio ya es otro cantar, asegura, pero no lo aclara en absoluto.

Primero se levanta y luego anda, y en ese sentido dice ser cristiano de los pies a la cabeza, como fácilmente comprenderán aquellos que hayan leído en los evangelios el episodio de Lázaro. El hecho de no estar muerto como aquel cuando realiza las acciones mencionadas más arriba, no desdice en absoluto su fe y cree a pies juntillas que se levantará de la tierra el último día. Y que incluso recobrará la vista.

La perspicacia de Baldomero es tal que en su proximidad es aconsejable hablar en voz muy baja o no hablar en absoluto, pues su oído finísimo puede incluso captar los sonidos por encima o por debajo de la frecuencia habitual en los seres humanos. Baldomero se ha apercibido de la circunstancia, y con frecuencia aprovecha la situación en la que quienes le rodean optan por el lenguaje de señas, para soltar unos discursos elaboradísimos sobre la conveniencia de utilizar el sonotone cuando la sordera aprieta.

REFRANERO ESPAÑOL (actualizado)


Al pan, pan; y al vino, vino, aunque no venga.

Allí donde fueres haz lo del viernes.

A buen hambre, no hay pan duro ni bimbo que se resista.

Ande yo caliente, ríase Vicente.

¿Dónde va Vicente? donde esté caliente.

Año de nieves, año de bienes o te quedas.

Aprendiz de mucho, maestro de nadar a braza.

Antes de mil años todos clavos de Cristo.

A la chita callando, sobre todo Tarzán.

A manos frías, corazón caliente. Y  lo otro más.

Agosto frío en rostro, sobre todo en Argentina.

A falta de pan, buenas son tortas. Incluso hostias.

A grandes males, grandes remedios (Amaya).

A caballo regalado no le mires las mientes.

A la cama no te irás sin saber una cosa más o menos.

Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija (cipreses aparte).

Al revés te lo digo para que me enciendas.

Mal de muchos, remedio de troncos.

Quien bien te quiere te hará llorar, hijo de puta.

No por mucho madrugar amanece más temprano, con perdón.

No hay dos sin tres catorce dieciséis: pi.

La verdad siempre está en boca de los niños no mudos.

Adenda:

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania esdrújula. No lo dijo Rubén, pero casi.

viernes, 13 de abril de 2018

ESCOMBROS


Nunca volveremos a vernos siempre jamás.

Eras tú y si embargo qué.

Tu boca, tu pelo. Tu inexistencia también.

Volver a empezar. Para qué no importa.

Dame la mano y vayamos donde quien sabe.

La melancolía de aquella botella de champán, mentías.

Habíamos vivido y sido felices: tuviste que escribirlo.

Siempre estarás en mi memoria desquiciada por los atardeceres.

La desesperanza se agazapa en los calendarios. Siempre espera.

Recuerda el amor, los niños, el verano. Vive, regresa.

Hablas pero las palabras vuelan y solo tu silencio permanece.

La laxitud de mis neuronas. Solo se trata de eso.

Ponte en camino. Da la espalda a los escombros.

Vana es la esperanza del león sin dientes.

Mira tus manos y alégrate. Podrían ser otra cosa.

Me tratas como a un extraño pero siempre amanece.

Me colma una soledad solo debida a mí mismo.

Despierta: llueve una finísima lluvia de soles diminutos.

Un puñal en la espalda, dices. Huir no era una opción aconsejable.

Me levanto, camino, hablo y me alimento. Acaso existo.

Cae el telón. La curvatura del espaciotiempo aumenta.

Tener un hijo, escribir un libro, plantar un árbol. Olvidar los maremotos.

Un mundo de vírgenes ¿qué mundo entonces?

La ceniza no existe. El fuego es mentira, dijo el australopiteco.

VERGÜENZAS


La vergüenza era algo es algo totalmente ajeno a los criterios que Ildefonso manejaba para comportarse, cosa que cuando estaba solo en casa y andaba en cueros de aquí para allá no tenía mayor importancia, pero que le metía en serias dificultades cuando iba de visita o recibía en casa y trataba de aliviarse (en el amplio sentido del verbo) por encima de cualquier objeción posible de cualquier tratado de urbanidad al uso.

Aquél tipo siempre actuaba de una manera desconcertante para cualquiera que le tratase, sobre todo si no le conocían personalmente. Por ejemplo, si alguien le comentaba el tiempo tan desapacible que estaba haciendo, podía responderle que la cosecha de aceituna en el campo de Antequera no tenía demasiado que ver con los fenómenos meteorológicos, por decir algo solo medianamente coherente. Sus más allegados, y en general quienes le conocían bien se abstenían de dirigirse a él por otro método que no fuera por señas, lo que inhibía sus reflejos divagatorios y hacía que se abstuviera de cualquier comentario o se alejara avergonzado.

La extraña costumbre de Venancio de ponerse gafas para dormir sorprendió mucho a su mujer Verónica cuando empezaron a convivir, y como es natural, a dormir juntos. Se lo dijo enseguida creyendo que se trataba de un despiste o una broma, pero se quedó estupefacta cuando su marido le aseguró  que lo hacia para ver mejor sus sueños, pues soñaba mucho. Cuando Verónica, inquieta por la salud mental de su marido, insistió en su extrañeza, porque además todas las mañanas las gafas aparecían por el suelo o entre las sábanas, Venancio no tuvo ningún inconveniente en contestarle que no debía preocuparse porque iba a asegurárselas mediante una goma alrededor de su cabeza, lo que hizo que sorprendentemente Verónica diese por terminado lo que a sus amistades más próximas calificó como un incidente sin importancia.

Las biografías del insigne escritor bonaerense Jorge Luis Borges no cuentan una anécdota que finalmente ha desvelado su viuda mucho tiempo después del fallecimiento de su marido. Al parecer durante una tournée por Europa en la que Borges dio una serie de conferencias con motivo de la publicación de sus obras completas y las raíces anglogermánicas de su prosa, sucedió que tras la que tuvo lugar en la universidad de Valladolid, se le acercó un tipo con muy buen aspecto, embutido en un terno con pajarita, que apenas podía contener la evidencia un cuerpo de atleta,  que le espetó a bocajarro que lo que verdaderamente valoraba más de su obra literaria era su componente erótico, por más que Borges se hubiera empeñado en ocultarlo con una gran profusión de tropos, figuras literarias  y retóricas enmascaradoras. Y para celebrarlo le propuso una cita aquella misma noche en la habitación del hotel, donde procedería darle por el culo con fervor delante de su mujer. Con un fervor de Buenos Aires concluyó, para que el autor viese que se trataba de un conocedor in extenso de su obra.

CATÁLOGOS


El catálogo decía así: se venden todo tipo de mercancías excepto precisamente aquellas que a usted le harían feliz. Fíjese que contrasentido con el concepto habitual del marketing y qué ganas de joder.

Rigoberto no conocía a nadie que no respondiera precisamente a ese nombre. Y si por casualidad lo conocía, se despedía de inmediato deseándole buenos días o noches, pero nunca en función de la hora sino de un impulso aleatorio absolutamente aleatorio, claro está.

Para leer, Fermín apoyaba la cabeza en el respaldo de su sillón preferido o de los almohadones de la cama, si las ganas le cogían acostado, pero siempre con la condición de que el ángulo de su cabeza con cualquiera de los mismos fuera exactamente de diecisiete grados. Fermín leía poco: es fácil de comprender.

Sus arrebatos le sorprendían en los lugares menos previsibles, y no se tenían datos de qué factores externos podían desencadenarlos. Quizás un ligero malestar en su pituitaria provocado por una atmósfera excesivamente recargada por aerosoles de perfumes o desodorantes. O vaya usted a saber. Aunque no deja de ser significativo que la mayoría le asaltaran en la sección de lencería y ropa íntima de señora de El Corte Inglés.

A las tres y media en punto de la mañana se despertaba e iba al baño con una exactitud kantiana. Lo sorprendente del caso es que con frecuencia aprovechaba la ocasión para hacer una tabla de gimnasia de intensidad media/alta, por lo que a continuación se duchaba con agua y jabón e incluso en ocasiones olvidaba completamente el objetivo principal de haberse levantado. Hay que decir que Julián es muy disciplinado pero antojadizo y que su problema de próstata es leve.

Por qué María de las Mercedes solía interrumpir cualquier actividad y ponerse a planchar de inmediato, es algo que jamás logró averiguar su terapeuta. El caso es que tal cosa sucedía y que el problema no solo consistía en que en esos momentos no tuviera plancha o se hubiera ido la luz, sino que sus prontos siempre la sorprendían fuera de su domicilio y es fácil de imaginar el guirigay que solía organizarse cuando se empeñaba en hacerlo por encima de cualquier cosa y le pesara a quien le pesara. E incluso, sin demasiado sentido, añadiendo que lo haría “por encima de mi cadáver


ASINTOTAS

A)

La percepción asintótica de las emociones es equivalente al desarrollo tangencial de las estructuras disipativas de los axones. Valga la matización.

La organización reticular de la conciencia es directamente proporcional a la implementación de la idea de Dios en el primer Spinoza, cuando se levantó airado y dijo basta.

La floración de los almendros en los parques de Kioto en pleno mes de Febrero, es coincidente con la de la misma especie de árboles en el pueblecito madrileño de Cercedilla. Salva sea la distancia y el prestigio de los almanaques de las oficinas de turismo japonesas.

No todo lo dicho describe con precisión el sistema completo de la conciencia de quien lo expresa, sino que solamente supone una aproximación a la estrategia comunicativa de las sinapsis del lóbulo prefrontal en su cerebro de homo sapiens de tipo medio.



B)


José María Albuquerque Cienfuegos, marqués de Albuquerque y perito agrónomo, se dedicó toda su vida a la cría caballar y la fontanería, hasta que por un desgraciado accidente se prendió fuego en su cocina y murió como consecuencia del incendio subsiguiente. Nada que ver, sin embargo, con su segundo apellido.

Maite Aguirregoaga Somarriba falleció como resultado de una caída desde el rellano del primer piso de la escalera de su casa de campo ubicada en el señorío de Matalascañas . Muy lejos por lo tanto del familiar, sito en Vizcaya, como cualquiera medianamente avispado habrá podido deducir una vez enterado de su primer apellido.

Félix Apellániz Benavente, párroco que era de Villaporquera, dejó este mundo en dudoso olor de santidad a poco de terminar la misa de doce en la ermita del valle del mismo nombre. Las causas aún no se han podido precisar con certeza, pero se achacan o bien a los efluvios de una fábrica de celulosa de las cercanías o a los de la gran cabaña de ganado porcino de la zona, como claramente indica el nombre del pueblo.

El pasado siete de marzo, la quietud de la noche angustió sobremanera a Ernesto Pi Casares, integrante de una banda de música militar, que para combatir tal desasosiego, recurrió a tocar el tambor y el cornetín a las tres de la mañana, satisfaciendo de tal manera a sus trompas de Eustaquio y obteniendo una aceptable tranquilidad. Y desde luego, el enojo desmedido de sus vecinos, que hasta esos precisos momentos le consideraban un buen amigo.

Ernesto Martínez Esparducer-Damborenea y González Galloso es de la opinión que lo bueno si breve dos veces bueno, como por otro lado sabe sobradamente todo el mundo que que haya tenido que escribir sus apellidos de una sentada.