4.- Pensamientos.
La mayor parte del tiempo, al menos del tiempo del
que tengo conciencia, que ese es otro asunto, me dedico a pensar. Quiero decir
con esto que solo me dedico a pensar. Puedo estar caminando o realizando
cualquier otra actividad, incluso hablando con alguien, pero la verdad es que solo
estoy pensando. En qué pienso es lo de menos, ya que incluso puede darse
el caso de que no esté pensando en nada concreto, pero sé que lo que
verdaderamente estoy haciendo es exactamente eso. Es posible que solo
piense en el puro hecho de hacerlo, como si se tratara de una especie de
tautología, una ensoñación o un desvarío que me lleva muy lejos del lugar o la
situación en la que me encuentre, aunque a decir verdad, nunca sería capaz de
precisarlo. Sé que lo que digo no es fácil de entender, pero se trata de una
segunda naturaleza (o quizás, primera) que se adueña de mí sin que ni yo mismo
me aperciba. Después de todo, si lo piensa bien, es posible que se trate de
algo muy normal. Sin ir más lejos, mientras usted estaba leyendo estas líneas,
y posiblemente tachándome de loco, también y sobre todo usted estaba
respirando. Quizás solo se trate de eso.
¡Qué quiere que le diga! sé que su problema le
desborda, le atosiga, le agobia o como a usted le venga en gana definir a tal
desasosiego. Me cuenta con todo tipo de detalles todos los pormenores del
mismo, e incluso me da detalles que me sonrojan, pues a pesar de la amistad que
nos une desde hace tanto tiempo, ciertos aspectos de las relaciones conyugales
es mejor guardárselos para uno mismo. Debe cesar en sus confesiones, pues si he
de decirle la verdad, cuando por la noche me meto en la cama, soy incapaz de
pensar en otra cosa. Esa capacidad que tiene su esposa para que una vez usted
dentro, no tenga ni siquiera que moverse, utilizando solo su prodigiosa
musculatura del suelo pélvico, es algo que está llegando a obsesionarme, al ser
el único pensamiento del que soy capaz a esas horas. Y créame, ya son varias
las noches en blanco imaginando tal maravilla. Afortunadamente cuando no puedo
más, me alivio como hace milenios hacen los varones en apuros. Cállese, pues,
usted. O si es incapaz, presénteme a su señora para tener noticia más fidedigna
de tal prodigio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario