miércoles, 17 de enero de 2018

LLIBERTAT 3


Queridos amigos, compañeros, camaradas y grumetes en general, al llegar aquí debemos ir terminando el asunto de CatalunYa (con Y, faltaría más) que nos hatenido ocupados en los últimos tiempos porque la masa gris de nuestro encéfalo tiene sus limitaciones y no vaya a ser que suframos un problema circulatorio o un percance en nuestro sistema nervioso neurovegetativo, a poco que insistamos. En cualquier caso, que sí, que ya lo sabemos, que el oprobio de 1714, que el catalán es una lengua y no un dialecto, que vuestro nivel económico y cultural siempre fue superior al mesetario, y todo lo que queráis, pero por favor, ya basta. Si acaso añadir la sardana, pero de eso ya se habló con anterioridad. Las Olimpiadas del 92 tampoco estuvieron mal, y no os salieron tan caras, por cierto.

             Entonces ¿de qué se trata? Porque esa es la cuestión, y todo lo demás el atrezzo, las bambalinas, el camuflaje con el que se reviste en muchas ocasiones lo político. Y me voy  a arriesgar aunque en la calle flameen las esteladas: una guerra de poder. De eso es de lo que se trata también en Cataluña. Y no debéis avergonzaros, después de todo a lo largo de la historia los métodos han sido incluso más injustos, digamos invasiones o simples casorios. No es lo mismo ser Presidente de una república, Ministro o Secretario de Estado con todas sus cohortes de asesores, que un puñetero diputado del parlamento (aunque no esté nada mal con los viajes, las comidas y las pernoctaciones a gastos pagos, como decían en cierto lugar algunos catetos). Con este planteamiento todo se hace más diáfano y cobra todo su sentido el ahínco que ponen los secesionistas en que la fiesta continúe.

             Libertad, igualdad, fraternidad ¡qué bonita utopía las consignas de la revolución de 1789! Tanto, que todas las democracias las ponen en el frontispicio, virtual o no, de sus parlamentos. Y como no podía ser de otra manera también la pretendida república catalana, fundada precisamente sobre la traición a la última de ellas. Qué fraternidad puede esperarse de un pueblo que se ha ciscado en la que supuestamente debía mantener con los otros españoles, que eran sus iguales. Pero, claro, a un independentista catalán que va a importarle alguien de Murcia, Calatayud, Renedo de Piélagos o Tarifa. Allá se las apañen, que estudien, espabilen o emigren de nuevo a Alemania. O a ver si con un poco de suerte, encuentran petróleo en su subsuelo, que lo de Ayoluengo en la época de Franco fue mala pata. Visca Catalunya lliure! qué cojones, y a los demás que os vayan dando. Algo, después de todo absolutamente acorde con la doctrina cristiana del PdeCat (antes CD, antes Ciu, etc). Y no digamos nada con la de los comunistas de ERC y la CUP ¡Trabajadores del mundo, uníos!....pero cada cual en su chiringuito. ¡A ver si ahora va a resultar que don Carlos Marx hablaba en serio!

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