lunes, 14 de agosto de 2017

RESPLANDORES



A las cinco de la mañana no es frecuente que te despiertes en un hotel de carretera de una ciudad de provincias, cegado por un resplandor impropio de tales horas. O de cualquiera, todo sea dicho. Pero puede suceder. Ni tampoco lo es que te levantes urgido por alguna necesidad imprevista y te asomes al balcón, si es que existe. Es bastante habitual, sin embargo, que a esas horas las luces de neón del hotel suelan parpadear, aunque sea inútilmente, y den sesgadamente a la habitación en que te alojas una atmósfera de película de intriga americana de los años cincuenta o sesenta. A esos efectos, el resplandor no habrá tenido la menor importancia, siendo la ceguera el único peligro a tener en cuenta.

Puedes hacerlo o no, eso resulta claro pero no evidente. Quizás eres presa de una compulsión irrefrenable y no tienes otro remedio. Tus neuronas te fuerzan a ello mediante ciertas conexiones que no vienen al caso. Te levantas, coges la pistola y las balas de nueve milímetros suficientes para llenar un cargador, te vistes y sales a la noche dispuesto a todo. El silencio en la calle es total, y solo esporádicamente se puede oír algún coche en la cercana autopista. El cielo está negro como el alquitrán, y sin embargo, la luna llena brilla en lo alto con un fulgor impropio de tal oscuridad. No lo piensas ni un instante, sacas la pistola y disparas hacia lo alto intentando acabar definitivamente con una contradicción que juzgas inadmisible. Tú al menos has cumplido con tu cometido de que el mundo sea lo que debe ser, aunque en esta ocasión ciento cincuenta mil kilómetros sean demasiados para el alcance de un arma de tiro corto. O de cualquier tipo, si nos ponemos en plan técnico.

En la habitación de al lado puede oírse cada cierto tiempo un murmullo de algo que en principio yo interpreto como proveniente de una respiración entrecortada. En cualquier caso, algo sucede y se pueden suponer diferentes escenarios. Quizás se trata de alguien aquejado de problemas respiratorios que se hacen patentes a cada rato después de haber conciliado el sueño. O quizás se trata de una pareja en sus momentos más íntimos, sabedora de que deben proceder con discreción si no quieren molestar a los vecinos. O quien sabe si inquietarlos indebidamente. En cualquier caso, se trata de seres vivos en algún momento de sus vidas que no tienen que ser forzosamente triviales.

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