Toca el violín, el contrabajo, la viola, el
violoncello y la viola de gamba. Toca la trompa, la trompeta, el trombón, la
tuba y el corno inglés. Toca el oboe, el fagot, el clarinete, la flauta, el
saxofón. Toca el tambor, el timbal, las
campanas, la celesta y el xilofón. Toca el piano, el arpa, la clave, la
guitarra y el contrabajo. Le faltan los platillos por una fobia atávica al
cobre, de cuya Edad procede.
Preso de un trastorno emocional desconocido llegó
a la conclusión que todos están locos a excepción de sí mismo y los demás.
Me gustan las queridas tumbadas en los lechos, sin
chales en los pechos y flojo el cinturón, cantó el pirata en un rapto
alcohólico de Espronceda en el Bósforo. Y allá a su frente Estambul, remató
estando ya en sus cabales.
La veo y tengo el convencimiento de inmediato de
que no se trata de ella. Es idéntica, eso está claro, pero sé que en cualquier
momento nos mostrará su verdadero ser. De quien puede tratarse no tengo ni la
menor idea, pero su forma de mover las manos y gesticular no pueden
pertenecerle. Es demasiado ella misma, sobreactúa y eso la delata y le hace
estar en las antípodas de su verdadera personalidad. Quizás finge o quizás
disimula con el convencimiento íntimo pero equivocado de que si se manifiesta
tal y como verdaderamente es causaría un mal que no desea. La voy a regalar un
espejo, quien sabe si de esa manera decide por fin presentarse ante el mismo
tal como es. Si es que llega a reflejarse, que ese es otro cantar.
El sendero se adentra en el bosque y Caperucita
siente entre sus árboles gigantes y centenarios un estremecimiento. Recuerda
vagamente una historia que le contaron de niña y siente una comezón en cierto
lugar de su anatomía que nada tiene que ver con su garganta. Ese es al menos la
teoría de un entendido en este tipo de narraciones llamado Bruno Bettelheim que
no especificó nada más porque le parecía obvio.
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