CARTA PRIMERA
Querida Adèle, ahí te envío la
fotografía del muelle que me pediste. Espero que ya que te gustó tanto, figure
al lado de la mía a la cabecera de tu cama. Claro que esto que te digo no es
una imposición sino un deseo recordando los bonitos días del verano que pasamos
juntos. Casi todas las tardes me acerco y evoco ese tiempo feliz en que
paseábamos por allí. La verdad es que, algunas veces, verlo hace que me invada
una melancolía de difícil solución, que solo puedo mitigar tomándome un whisky
en el único bar que permanece abierto por estas fechas. Considera que aquí el
invierno que ya se avecina es bastante crudo, y no porque haga un frío intenso,
pero sí por una humedad que te llega hasta los huesos. Y no digamos nada del
viento y las marejadas que hacen que las olas casi lo cubran por completo. Sin
embargo, estoy seguro que el año que viene seguirá ahí para que lo veamos
juntos, ya ha soportado muchos temporales y por lo que se ve es poco menos que
indestructible. Claro que con esto, ahora que estás tan lejos, no quiero
decirte que no hagas tu vida y que pienses en mí todo el rato. Australia está
demasiado lejos para exigencias de ese tipo, y yo siempre he sido un
librepensador que por nada del mundo mantendría a nadie atado a mí a la fuerza.
De hecho, creo que contra más experiencias sentimentales tengas más fuerte será
el vínculo que nos mantenga unidos, y que hará posible que al vernos de nuevo
todo vuelva a empezar como si se tratase del primer día. Por mi parte, sabiendo
que estás totalmente de acuerdo, ya he empezado a frecuentar a otras personas
que te confesaré que ni de lejos se te pueden comparar, y conste que con esto
no quiero decir que no sean sobresalientes. Para serte sincero, desde que te
fuiste he quedado con tres chicas, todas morenas, porque las rubias hacen que
me acuerde de ti y me ponga triste indebidamente. De hecho, a una de ellas si
vienes el próximo verano te la quiero presentar. Es una chica que físicamente
no vale nada, pero es muy interesante con su aire tímido y recatado y sus gafas
de pasta que parecen de otra época. La pobre sin ellas no ve nada, y al parecer
está pensando en ponerse unas lentillas dentro de poco. A pesar de ello ha sido
una gran estudiante y se ha graduado en Filología especializándose en lenguas germánicas,
aunque según me confiesa lo suyo es la lingüística, sobre todo Saussure y en la
actualidad Chomsky. No sé por qué te cuento estas cosas, sobre todo ahora que
para ti empieza allí el verano. Supongo que pronto irás a la playa, de verdad
que te lo mereces después del horrible tiempo que tuvimos aquí en Agosto.
Inglaterra es así, y a poco que se tenga mala suerte el verano pasa sin que uno
llegue a darse cuenta. También te imagino yendo con tus padres en ese magnífica
Casa de la Ópera que tenéis en Sydney, su vista desde la bahía debe ser una de
las fotografías más conocidas del mundo con ese techo tan especial formando
velas, y dando la impresión de que de un momento a otro va a hacerse a la mar.
A mí, si te soy sincero, lo que de verdad me gusta es la música sinfónica,
aunque mi preferida definitivamente es la de cámara, que a mi modo de ver se
presta más a la intimidad, lo que ahora que nos conocemos no creo que te
extrañe. Bueno Adèle, me parece que mi carta (*) no ha sido nada entretenida,
pero siendo la primera espero que me perdones y seas paciente, estoy seguro que
la próxima será más divertida. Por cierto, y perdona si te parezco ahora un
poco excéntrico, me gustaría saber si, ya que vives down under, has tenido
algún contacto personal con un ornitorrinco, los animales prehistóricos como
ese me chiflan. Por otro lado y para terminar, no sabes cuanto siento que
tengáis que realizar cacerías de canguros y cerdos salvajes, aunque comprendo
que la situación de plaga ya se hacía insostenible. Espero que me contestes
pronto, aunque si has quedado con alguien no lo dejes por mí. Pienso en ti casi
todos los días.
(*) Digo “carta” porque tratándose de
ti me parece más adecuado que mensaje o émail. Seguro que lo comprendes.
Posdata.- Mañana he quedado con la
chica de la que te he hablado, le he dicho que nos conocimos este verano y que
eras una chica estupenda. La saludaré de tu parte ¿no te importa, verdad?
CARTA SEGUNDA
Querida Adèle ¿qué tal estás? No
sabes cuanto me alegra ponerme en contacto contigo de nuevo después de tantos
días sin saber nada de ti. Créeme que comprendo que el verano austral es como
mínimo igual de interesante que el de este hemisferio, y te tenga ocupada para
no tener el tiempo suficiente para contestarme, y aquí debo pedirte perdón por
el hecho de que en algunos momentos piense ridículamente que Europa sigue
siendo el centro del mundo. Ya ves que tonterías llega a pensar uno, por
aquello de saber que, por ejemplo, ese país donde habitas formó en su día parte
del Imperio Británico y aún hoy en día pertenece a la Commonwealth, y por lo
tanto al mundo anglófono, y sabes la importancia que yo le doy a la lengua.
Perdóname si en algún momento llego a sentir un orgullo absurdo de un pasado ya
hace tiempo periclitado, pero sabes que los seres humanos con frecuencia nos
identificamos con hechos que después de todo, en cuanto a estrictos homo
sapiens, ni no van ni nos vienen. Por otro lado, a pesar de vivir allá lejos tú
eres francesa en origen, y de la misma manera podrías sentirte muy ufana de
pertenecer a un mundo que se quedó pequeño para Napoleón. Esperaba tu carta con
anhelo, aunque si debo decirte la verdad, tu demora tampoco me extraña
demasiado, quizás en la mía fui poco discreto, y te dije algunas cosas que uno
debe guardar para su coleto. La he repasado y, por ejemplo, me parece fuera de
tono preguntarte por los ornitorrincos que, sin embargo, aunque no me creas,
forman parte de mi imaginario permanente, pues aunque no te lo dije el verano
pasado (aquí), la paleontología es mi hobby preferido. Tú me entiendes, con
esto no quiero decir que esos animalitos son unos fósiles, pero sí que ya
existían sabe Dios cuantos eones hace. Bueno, posiblemente sigo diciendo
tonterías y deba disculparme de nuevo, pero he de confesarte que el mero hecho
de saber que puedes leerme prácticamente en el mismo instante que estoy
tecleando estas letras me pone muy nervioso. ¡Qué maravilla, sin embargo, saber
que las ondas electromagnéticas que transportan estas palabras te llegan a la
velocidad de la luz! Es decir, a pesar de la enorme distancia que nos separa,
en mucho menos de un segundo. Recuérdame que el próximo día te hable de la
teoría de la relatividad, soy un fan de Einstein, a quien considero el mayor de
los genios que han existido después de Jesucristo y los Beatles, de verdad. Ya
te lo explicaré. Por otro lado, dada tu tardanza en contestarme he llegado a
pensar que ha podido existir algún problema en el mensaje que te envié y que
simplemente no te llegó, aunque a decir verdad te lo he reenviado varias veces
los días siguientes. Si lo que te ha molestado es que te hablara de amistad con
la chica morena (de hecho es prácticamente negra, hija de un jamaicano), debo
de inmediato disculparme por mi falta de tacto, aunque de verdad te digo que no
he sido otra cosa que sincero. Adèle, entre esta chica y yo no ha sucedido nada
importante más allá de un afecto desimplicado, que le hacía llegar en algún
momento en el que la veía abatida o falta de recursos. Sin ir más lejos, y por
ponerte un ejemplo: en el bar del muelle en el que pasamos tantos ratos
agradables juntos, y en el que me tomo los whiskies cuando me siento en horas
bajas (se echó a llorar desconsoladamente por motivos que aún hoy no tengo
claro). Pero la cosa se quedó ahí y la acerqué luego a su casa sin otras
eventualidades. Claro que quizás soy un ingenuo, y lo que sucede es que ya me
has olvidado, y tu verano en Inglaterra es ya para ti algo lejano perdido en la
bruma de los recuerdos que vamos dejando tras nosotros en la vida, sin darles
mayor importancia. No es mi caso Adèle, y aunque lo nuestro fueron solo quince
días, debes saber que te tengo permanentemente dentro de mí, hasta el punto, y
esto me cuesta decírtelo por si me consideras un sentimental o un pusilánime,
que he enmarcado la fotografía del muelle que tanto te gustaba, y la he puesto
sobre mi mesilla de noche. Es lo último que veo antes de apagar la luz y cerrar
los ojos. Te imagino entonces tan rubia y esbelta en la playa con tus amistades
o en la Ópera de Sydney, y no te negaré que siento en esos una punzada de dolor
por no tenerte a mi lado. Sabes lo importante que eres para mí, aunque te
calles. Un beso desde la vieja Europa.
CARTA TERCERA
Hola Adèle, antes de nada: ¡Feliz
Navidad! No sabes lo raro que se me hace imaginarte allí abajo con el calor que
sin duda debe hacer por estas fechas. Imagínate: aquí en Inglaterra toda la
vida con frío y nieve y vosotros tostándoos al sol. Pero bueno, esos son
detalles a los que cada cual se acostumbra, aunque a mí me cueste imaginar a
Papá Noël en la playa. Una vez dicho esto, y lo ha sido de corazón, supongo que
lo lógico es que mencione estos tres meses tuyos de silencio, en el que las
cartas y mensajes que han salido de mi ordenador no han tenido la menor
respuesta. Espero que no te ofendas, no es un reproche, pues la verdad es que
he sido yo el promotor de esta correspondencia (¿), y no puedo achacarte nada.
Hubiera bastado con mi silencio para que ahora no me sintiese de alguna manera
decepcionado. Pero aquí quiero hacerte un inciso: no te sientas culpable, pues
después de todo no tengo ningún derecho a exigirte nada: he sido solamente yo
con mi afán de seguir en contacto el que ha originado este malentendido. Claro
que por otro lado, sabiendo lo buena persona que eres, por no decir sumamente
educada, quizás me estoy equivocando y no me contestas porque realmente no
puedes hacerlo. Qué puedo saber yo no teniendo otros contactos próximos a ti. A
lo mejor te ha ocurrido algo, un accidente, por ejemplo, haciendo surfing, o
una enfermedad rara de esas que hoy en día proliferan tanto. En tal caso, si
esta carta acaba llegando a tus manos (sigo con las metáforas), te pido
encarecidamente que me disculpes y tengas una rápida recuperación, hoy en día
es raro que gente de nuestra edad muera así como así, con la cantidad de
recursos de los que hoy dispone la medicina. En todo caso, espero que no se
haya tratado de un ataque de tiburón blanco, que tanto abunda por esas
latitudes. Si he de serte sincero, sin embargo, tengo el íntimo convencimiento
de que estás en plena forma y haciendo cada día nuevas amistades, te lo mereces
y me alegro como ya te dije en otra carta. A lo mejor, tu reiterado silencio es
debido a que en el fondo no estés de acuerdo conmigo en la interpretación de
los acontecimiento que hicieron que nos conociéramos el pasado verano (aquí), y
en eso debo darte la razón, aunque espero que me acabes disculpando. Me he
dejado llevar por la imaginación y he sido demasiado fantasioso, pues aunque
apenas llegué a intercambiar contigo unas palabras, no creo que me puedas
reprochar mi admiración. ¡Qué quieres que te diga! pensé que mi entusiasmo sin
fundamento podría haberte hecho cierta ilusión. Saber que una es querida y
admirada en silencio: muchas lo desearían. Bien, al parecer no es tu caso, y te
pido disculpas si me he excedido. ¡Qué más hubiera querido yo que compartir
contigo una cena en el encantador restaurante del muelle, y después una velada
íntima en uno de los bares de copas aledaños! No fue así, y bien que lo
lamento. Tuviste sin embargo tu fotografía, y espero que al menos eso no lo
habrás despreciado, después de tantas tardes que te pude ver por allí con tus
amistades. Quizás tu enfado proviene del hecho de que hayas podido apercibirte
de que ese muelle no es el mismo al que tu te referías, y aquí una vez más debo
darte la razón: efectivamente no lo es. Pero no me digas, sin embargo, que no
es prácticamente idéntico. Siendo como sé que eres tan detallista y perspicaz,
es posible que te hayas dado cuenta de dos cosas, primera, el muelle de
Brighton (pier, lo llamamos aquí), es decir, el nuestro, apenas tiene dos
alturas y este tiene tres, y segunda, buena parte de la gente que se puede
observar es de color (negro, concretamente), y nosotros apenas si vimos a
unoscuantos, no siendo esta una zona de inmigrantes. No te equivocas, la verdad
es que es una fotografía de un muelle de un pueblito cerca de San Francisco
(California), donde por aquella época estuvo una buena amiga mía (una de las
chicas morenas a las que me referí en mi primera carta). Sin duda para darte
cuenta has utilizado una lupa de muchos aumentos, porque a simple vista es
imposible, y eso es algo que me hace pensar que no eres una persona que se deje
llevar por las primeras impresiones. Supongo que eso es lo que te ha pasado conmigo,
has estado hasta ahora tratando de calibrar que tipo de persona soy, algo que
sin duda tienes más claro después de todos los correos que te he mandado
(cartas incluidas). Es cierto, Adéle, creo que has adivinado que no soy el tipo
desenvuelto y autosuficiente que he pretendido mostrarte durante este tiempo,
sino, y seguro que ya lo habías captado, alguien problemático y con pocas
relaciones, que creyó encontrar en ti a la persona idónea para tener una
relación satisfactoria (lo de sentimental a estas alturas ya sobra). Salgo poco
de casa, y gran parte del día me lo paso enganchado a internet con todo tipo de
juegos, ajedrez incluido (por cierto tengo un corresponsal en Brisbane con el
que echo grandes partidas). Leo bastante, sobre todo ensayo, y especialmente
todo lo referido al universo y la física de partículas. De verdad, me encantan
las cosas enormes o las diminutas, si un día te apetece te puedo explicar qué
son los bosones y los agujeros negros. Bueno Adéle, espero saber algo de ti
antes del verano (aquí), si no fuera así, sabría que nuestro desentendimiento
es definitivo, pero quiero que sepas que en cualquier caso, siempre habrá
alguien que se acuerde de ti al sur de Inglaterra (¡England, my England!, que
dijo el poeta).
RESUMEN
Correo recibido por Adèle Wingate
desde Setiembre de 2010 hasta Enero de 2011 de Julian Stocken.
+ Querida Adèle, el otro día te envié
un correo largo que espero te haya llegado sin novedad. Mi sistema no me dice
que haya habido ningún problema. Besos de Julian.
+ Definitivamente debes estar muy
ocupada con tus actividades en el verano austral. No te preocupes por mí. Te
comprendo y espero que disfrutes del buen tiempo que sin duda tendréis por
allí. Un abrazo. Julian
+ Aquí ya ha comenzado el otoño, y como
primer regalo hemos tenido un temporal de aúpa. Nada que ver con lo que
conociste en el verano (aquí). Te aseguro sin embargo que es un espectáculo del
que me hubiera gustado disfrutar en tu compañía. Julian
+ Comienza Octubre y por unos días
hemos tenido la impresión de regresar al verano (aquí), con lo que de nuevo he
pensado en ti intensamente. Sigues sin contestarme, y aunque me gustaría,
entiendo que una mujer de tu cultura tiene que gozar de las actividades de ese
tiempo que en Sydney proliferan. No te olvido. Julian
+ A estas alturas del otoño seguro que
ya has recibido mi segunda carta. Me pregunto si mi interés por el ornitorrinco
no te parece adecuado o que no aceptas que equipare a Jesucristo con los
Beatles. De todas formas no creo que esté tan descaminado. Julian
+ Adèle, si estás enfadada por mi
relación con la chica morena, dímelo: no volveré a tocarla. Un saludo. Julian.
+ Lo tuyo empieza a parecerme una tomadura de pelo e
incluso una falta de educación. Ponme un mensaje todo lo duro que quieras y así
sabré a qué atenerme. Saludos
+ Ahora va a resultar que las miradas que me echabas
este verano eran por razones distintas a las que yo supuse entonces. Que no
eran de interés, sino de curiosidad por alguien que te parecía un bicho raro.
Saludos
+ Mira Adèle, seré todo lo raro que tú quieras, pero
tengo otras amistades que me valoran con todas mis limitaciones. A ver si ahora
va a resultar que una fulana como tú va a despreciar a un tipo tan interesante
como yo (me lo dicen todas). Julian
+ Mira guapa, olvídame. Hace ya unos días que te mandé
un correo felicitándote por Navidad, pero ni por esas.
+ Ya sé lo que pasa. A ti te gustaba aquel tipo
malencarado que te acompañaba con frecuencia. Debí suponerlo y no gastar tiempo
y energía contigo.
+ No pienso felicitarte el Año Nuevo, así que olvídate
de mí. No creas que no soy consciente de lo que eres en el fondo, y que con
aquel tipo indecente tuviste unos encuentros de lo más denigrantes cerca de la
escollera. Os vieron.
+ Adèle, cariño, no sabes en el fondo lo que duele
haberme dado cuenta de que en el fondo solo eres una zorra.
¡Zorra, zorra!
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