viernes, 26 de octubre de 2012

CARTAS AUSTRALIANAS


CARTA PRIMERA

Querida Adèle, ahí te envío la fotografía del muelle que me pediste. Espero que ya que te gustó tanto, figure al lado de la mía a la cabecera de tu cama. Claro que esto que te digo no es una imposición sino un deseo recordando los bonitos días del verano que pasamos juntos. Casi todas las tardes me acerco y evoco ese tiempo feliz en que paseábamos por allí. La verdad es que, algunas veces, verlo hace que me invada una melancolía de difícil solución, que solo puedo mitigar tomándome un whisky en el único bar que permanece abierto por estas fechas. Considera que aquí el invierno que ya se avecina es bastante crudo, y no porque haga un frío intenso, pero sí por una humedad que te llega hasta los huesos. Y no digamos nada del viento y las marejadas que hacen que las olas casi lo cubran por completo. Sin embargo, estoy seguro que el año que viene seguirá ahí para que lo veamos juntos, ya ha soportado muchos temporales y por lo que se ve es poco menos que indestructible. Claro que con esto, ahora que estás tan lejos, no quiero decirte que no hagas tu vida y que pienses en mí todo el rato. Australia está demasiado lejos para exigencias de ese tipo, y yo siempre he sido un librepensador que por nada del mundo mantendría a nadie atado a mí a la fuerza. De hecho, creo que contra más experiencias sentimentales tengas más fuerte será el vínculo que nos mantenga unidos, y que hará posible que al vernos de nuevo todo vuelva a empezar como si se tratase del primer día. Por mi parte, sabiendo que estás totalmente de acuerdo, ya he empezado a frecuentar a otras personas que te confesaré que ni de lejos se te pueden comparar, y conste que con esto no quiero decir que no sean sobresalientes. Para serte sincero, desde que te fuiste he quedado con tres chicas, todas morenas, porque las rubias hacen que me acuerde de ti y me ponga triste indebidamente. De hecho, a una de ellas si vienes el próximo verano te la quiero presentar. Es una chica que físicamente no vale nada, pero es muy interesante con su aire tímido y recatado y sus gafas de pasta que parecen de otra época. La pobre sin ellas no ve nada, y al parecer está pensando en ponerse unas lentillas dentro de poco. A pesar de ello ha sido una gran estudiante y se ha graduado en Filología especializándose en lenguas germánicas, aunque según me confiesa lo suyo es la lingüística, sobre todo Saussure y en la actualidad Chomsky. No sé por qué te cuento estas cosas, sobre todo ahora que para ti empieza allí el verano. Supongo que pronto irás a la playa, de verdad que te lo mereces después del horrible tiempo que tuvimos aquí en Agosto. Inglaterra es así, y a poco que se tenga mala suerte el verano pasa sin que uno llegue a darse cuenta. También te imagino yendo con tus padres en ese magnífica Casa de la Ópera que tenéis en Sydney, su vista desde la bahía debe ser una de las fotografías más conocidas del mundo con ese techo tan especial formando velas, y dando la impresión de que de un momento a otro va a hacerse a la mar. A mí, si te soy sincero, lo que de verdad me gusta es la música sinfónica, aunque mi preferida definitivamente es la de cámara, que a mi modo de ver se presta más a la intimidad, lo que ahora que nos conocemos no creo que te extrañe. Bueno Adèle, me parece que mi carta (*) no ha sido nada entretenida, pero siendo la primera espero que me perdones y seas paciente, estoy seguro que la próxima será más divertida. Por cierto, y perdona si te parezco ahora un poco excéntrico, me gustaría saber si, ya que vives down under, has tenido algún contacto personal con un ornitorrinco, los animales prehistóricos como ese me chiflan. Por otro lado y para terminar, no sabes cuanto siento que tengáis que realizar cacerías de canguros y cerdos salvajes, aunque comprendo que la situación de plaga ya se hacía insostenible. Espero que me contestes pronto, aunque si has quedado con alguien no lo dejes por mí. Pienso en ti casi todos los días.

(*) Digo “carta” porque tratándose de ti me parece más adecuado que mensaje o émail. Seguro que lo comprendes.

Posdata.- Mañana he quedado con la chica de la que te he hablado, le he dicho que nos conocimos este verano y que eras una chica estupenda. La saludaré de tu parte ¿no te importa, verdad?

 

CARTA SEGUNDA
 
Querida Adèle ¿qué tal estás? No sabes cuanto me alegra ponerme en contacto contigo de nuevo después de tantos días sin saber nada de ti. Créeme que comprendo que el verano austral es como mínimo igual de interesante que el de este hemisferio, y te tenga ocupada para no tener el tiempo suficiente para contestarme, y aquí debo pedirte perdón por el hecho de que en algunos momentos piense ridículamente que Europa sigue siendo el centro del mundo. Ya ves que tonterías llega a pensar uno, por aquello de saber que, por ejemplo, ese país donde habitas formó en su día parte del Imperio Británico y aún hoy en día pertenece a la Commonwealth, y por lo tanto al mundo anglófono, y sabes la importancia que yo le doy a la lengua. Perdóname si en algún momento llego a sentir un orgullo absurdo de un pasado ya hace tiempo periclitado, pero sabes que los seres humanos con frecuencia nos identificamos con hechos que después de todo, en cuanto a estrictos homo sapiens, ni no van ni nos vienen. Por otro lado, a pesar de vivir allá lejos tú eres francesa en origen, y de la misma manera podrías sentirte muy ufana de pertenecer a un mundo que se quedó pequeño para Napoleón. Esperaba tu carta con anhelo, aunque si debo decirte la verdad, tu demora tampoco me extraña demasiado, quizás en la mía fui poco discreto, y te dije algunas cosas que uno debe guardar para su coleto. La he repasado y, por ejemplo, me parece fuera de tono preguntarte por los ornitorrincos que, sin embargo, aunque no me creas, forman parte de mi imaginario permanente, pues aunque no te lo dije el verano pasado (aquí), la paleontología es mi hobby preferido. Tú me entiendes, con esto no quiero decir que esos animalitos son unos fósiles, pero sí que ya existían sabe Dios cuantos eones hace. Bueno, posiblemente sigo diciendo tonterías y deba disculparme de nuevo, pero he de confesarte que el mero hecho de saber que puedes leerme prácticamente en el mismo instante que estoy tecleando estas letras me pone muy nervioso. ¡Qué maravilla, sin embargo, saber que las ondas electromagnéticas que transportan estas palabras te llegan a la velocidad de la luz! Es decir, a pesar de la enorme distancia que nos separa, en mucho menos de un segundo. Recuérdame que el próximo día te hable de la teoría de la relatividad, soy un fan de Einstein, a quien considero el mayor de los genios que han existido después de Jesucristo y los Beatles, de verdad. Ya te lo explicaré. Por otro lado, dada tu tardanza en contestarme he llegado a pensar que ha podido existir algún problema en el mensaje que te envié y que simplemente no te llegó, aunque a decir verdad te lo he reenviado varias veces los días siguientes. Si lo que te ha molestado es que te hablara de amistad con la chica morena (de hecho es prácticamente negra, hija de un jamaicano), debo de inmediato disculparme por mi falta de tacto, aunque de verdad te digo que no he sido otra cosa que sincero. Adèle, entre esta chica y yo no ha sucedido nada importante más allá de un afecto desimplicado, que le hacía llegar en algún momento en el que la veía abatida o falta de recursos. Sin ir más lejos, y por ponerte un ejemplo: en el bar del muelle en el que pasamos tantos ratos agradables juntos, y en el que me tomo los whiskies cuando me siento en horas bajas (se echó a llorar desconsoladamente por motivos que aún hoy no tengo claro). Pero la cosa se quedó ahí y la acerqué luego a su casa sin otras eventualidades. Claro que quizás soy un ingenuo, y lo que sucede es que ya me has olvidado, y tu verano en Inglaterra es ya para ti algo lejano perdido en la bruma de los recuerdos que vamos dejando tras nosotros en la vida, sin darles mayor importancia. No es mi caso Adèle, y aunque lo nuestro fueron solo quince días, debes saber que te tengo permanentemente dentro de mí, hasta el punto, y esto me cuesta decírtelo por si me consideras un sentimental o un pusilánime, que he enmarcado la fotografía del muelle que tanto te gustaba, y la he puesto sobre mi mesilla de noche. Es lo último que veo antes de apagar la luz y cerrar los ojos. Te imagino entonces tan rubia y esbelta en la playa con tus amistades o en la Ópera de Sydney, y no te negaré que siento en esos una punzada de dolor por no tenerte a mi lado. Sabes lo importante que eres para mí, aunque te calles. Un beso desde la vieja Europa.

 

CARTA TERCERA

Hola Adèle, antes de nada: ¡Feliz Navidad! No sabes lo raro que se me hace imaginarte allí abajo con el calor que sin duda debe hacer por estas fechas. Imagínate: aquí en Inglaterra toda la vida con frío y nieve y vosotros tostándoos al sol. Pero bueno, esos son detalles a los que cada cual se acostumbra, aunque a mí me cueste imaginar a Papá Noël en la playa. Una vez dicho esto, y lo ha sido de corazón, supongo que lo lógico es que mencione estos tres meses tuyos de silencio, en el que las cartas y mensajes que han salido de mi ordenador no han tenido la menor respuesta. Espero que no te ofendas, no es un reproche, pues la verdad es que he sido yo el promotor de esta correspondencia (¿), y no puedo achacarte nada. Hubiera bastado con mi silencio para que ahora no me sintiese de alguna manera decepcionado. Pero aquí quiero hacerte un inciso: no te sientas culpable, pues después de todo no tengo ningún derecho a exigirte nada: he sido solamente yo con mi afán de seguir en contacto el que ha originado este malentendido. Claro que por otro lado, sabiendo lo buena persona que eres, por no decir sumamente educada, quizás me estoy equivocando y no me contestas porque realmente no puedes hacerlo. Qué puedo saber yo no teniendo otros contactos próximos a ti. A lo mejor te ha ocurrido algo, un accidente, por ejemplo, haciendo surfing, o una enfermedad rara de esas que hoy en día proliferan tanto. En tal caso, si esta carta acaba llegando a tus manos (sigo con las metáforas), te pido encarecidamente que me disculpes y tengas una rápida recuperación, hoy en día es raro que gente de nuestra edad muera así como así, con la cantidad de recursos de los que hoy dispone la medicina. En todo caso, espero que no se haya tratado de un ataque de tiburón blanco, que tanto abunda por esas latitudes. Si he de serte sincero, sin embargo, tengo el íntimo convencimiento de que estás en plena forma y haciendo cada día nuevas amistades, te lo mereces y me alegro como ya te dije en otra carta. A lo mejor, tu reiterado silencio es debido a que en el fondo no estés de acuerdo conmigo en la interpretación de los acontecimiento que hicieron que nos conociéramos el pasado verano (aquí), y en eso debo darte la razón, aunque espero que me acabes disculpando. Me he dejado llevar por la imaginación y he sido demasiado fantasioso, pues aunque apenas llegué a intercambiar contigo unas palabras, no creo que me puedas reprochar mi admiración. ¡Qué quieres que te diga! pensé que mi entusiasmo sin fundamento podría haberte hecho cierta ilusión. Saber que una es querida y admirada en silencio: muchas lo desearían. Bien, al parecer no es tu caso, y te pido disculpas si me he excedido. ¡Qué más hubiera querido yo que compartir contigo una cena en el encantador restaurante del muelle, y después una velada íntima en uno de los bares de copas aledaños! No fue así, y bien que lo lamento. Tuviste sin embargo tu fotografía, y espero que al menos eso no lo habrás despreciado, después de tantas tardes que te pude ver por allí con tus amistades. Quizás tu enfado proviene del hecho de que hayas podido apercibirte de que ese muelle no es el mismo al que tu te referías, y aquí una vez más debo darte la razón: efectivamente no lo es. Pero no me digas, sin embargo, que no es prácticamente idéntico. Siendo como sé que eres tan detallista y perspicaz, es posible que te hayas dado cuenta de dos cosas, primera, el muelle de Brighton (pier, lo llamamos aquí), es decir, el nuestro, apenas tiene dos alturas y este tiene tres, y segunda, buena parte de la gente que se puede observar es de color (negro, concretamente), y nosotros apenas si vimos a unoscuantos, no siendo esta una zona de inmigrantes. No te equivocas, la verdad es que es una fotografía de un muelle de un pueblito cerca de San Francisco (California), donde por aquella época estuvo una buena amiga mía (una de las chicas morenas a las que me referí en mi primera carta). Sin duda para darte cuenta has utilizado una lupa de muchos aumentos, porque a simple vista es imposible, y eso es algo que me hace pensar que no eres una persona que se deje llevar por las primeras impresiones. Supongo que eso es lo que te ha pasado conmigo, has estado hasta ahora tratando de calibrar que tipo de persona soy, algo que sin duda tienes más claro después de todos los correos que te he mandado (cartas incluidas). Es cierto, Adéle, creo que has adivinado que no soy el tipo desenvuelto y autosuficiente que he pretendido mostrarte durante este tiempo, sino, y seguro que ya lo habías captado, alguien problemático y con pocas relaciones, que creyó encontrar en ti a la persona idónea para tener una relación satisfactoria (lo de sentimental a estas alturas ya sobra). Salgo poco de casa, y gran parte del día me lo paso enganchado a internet con todo tipo de juegos, ajedrez incluido (por cierto tengo un corresponsal en Brisbane con el que echo grandes partidas). Leo bastante, sobre todo ensayo, y especialmente todo lo referido al universo y la física de partículas. De verdad, me encantan las cosas enormes o las diminutas, si un día te apetece te puedo explicar qué son los bosones y los agujeros negros. Bueno Adéle, espero saber algo de ti antes del verano (aquí), si no fuera así, sabría que nuestro desentendimiento es definitivo, pero quiero que sepas que en cualquier caso, siempre habrá alguien que se acuerde de ti al sur de Inglaterra (¡England, my England!, que dijo el poeta).



RESUMEN


Correo recibido por Adèle Wingate desde Setiembre de 2010 hasta Enero de 2011 de Julian Stocken.

+ Querida Adèle, el otro día te envié un correo largo que espero te haya llegado sin novedad. Mi sistema no me dice que haya habido ningún problema. Besos de Julian.

+ Definitivamente debes estar muy ocupada con tus actividades en el verano austral. No te preocupes por mí. Te comprendo y espero que disfrutes del buen tiempo que sin duda tendréis por allí. Un abrazo. Julian

+ Aquí ya ha comenzado el otoño, y como primer regalo hemos tenido un temporal de aúpa. Nada que ver con lo que conociste en el verano (aquí). Te aseguro sin embargo que es un espectáculo del que me hubiera gustado disfrutar en tu compañía. Julian

+ Comienza Octubre y por unos días hemos tenido la impresión de regresar al verano (aquí), con lo que de nuevo he pensado en ti intensamente. Sigues sin contestarme, y aunque me gustaría, entiendo que una mujer de tu cultura tiene que gozar de las actividades de ese tiempo que en Sydney proliferan. No te olvido. Julian

+ A estas alturas del otoño seguro que ya has recibido mi segunda carta. Me pregunto si mi interés por el ornitorrinco no te parece adecuado o que no aceptas que equipare a Jesucristo con los Beatles. De todas formas no creo que esté tan descaminado. Julian

+ Adèle, si estás enfadada por mi relación con la chica morena, dímelo: no volveré a tocarla. Un saludo. Julian.

+ Lo tuyo empieza a parecerme una tomadura de pelo e incluso una falta de educación. Ponme un mensaje todo lo duro que quieras y así sabré a qué atenerme. Saludos

+ Ahora va a resultar que las miradas que me echabas este verano eran por razones distintas a las que yo supuse entonces. Que no eran de interés, sino de curiosidad por alguien que te parecía un bicho raro. Saludos

+ Mira Adèle, seré todo lo raro que tú quieras, pero tengo otras amistades que me valoran con todas mis limitaciones. A ver si ahora va a resultar que una fulana como tú va a despreciar a un tipo tan interesante como yo (me lo dicen todas). Julian

+ Mira guapa, olvídame. Hace ya unos días que te mandé un correo felicitándote por Navidad, pero ni por esas.

+ Ya sé lo que pasa. A ti te gustaba aquel tipo malencarado que te acompañaba con frecuencia. Debí suponerlo y no gastar tiempo y energía contigo.

+ No pienso felicitarte el Año Nuevo, así que olvídate de mí. No creas que no soy consciente de lo que eres en el fondo, y que con aquel tipo indecente tuviste unos encuentros de lo más denigrantes cerca de la escollera. Os vieron.

+ Adèle, cariño, no sabes en el fondo lo que duele haberme dado cuenta de que en el fondo solo eres una zorra.

¡Zorra, zorra!

No hay comentarios:

Publicar un comentario