lunes, 4 de marzo de 2019

TRANSITOS





TRANSITOS de soi


Cada cual tiene su propia forma de despedirse. Decir adiós ha sido con frecuencia una ocasión para verter unas lágrimas que con demasiada frecuencia se niegan a salir, como si de alguna manera, esa simple expresión de la tristeza o desconsuelo nos avergonzara. Con lo fácil que es en ocasiones la risa. Sobre todo la risa tonta, esa que sin embargo nos da ante los demás un cachet de persona bienhumorada  y sin problemas que echarse a las espaldas. Nadie se muere de risa. De hecho tal expresión procede de la imposibilidad de hacerlo, aunque se tenga conocimiento de unos cuantos que llevados por los humores jocosos han llegado a desencajarse la mandíbula y han necesitado asistencia sanitaria de urgencia (todavía recuerdo cierta noticia de prensa en la que se comentaba las dificultades de un marinero en tal situación, haciendo que su barco tuviera que atracar de urgencia en Las Palmas).
Pero claro, hay gente, lo creamos o no, nos guste o desagrade, que se mete en laberintos de difícil salida, porque los laberintos, seamos sinceros, con frecuencia no son diseñados por diseñadores ad hoc, sino por circunstancias que uno no siempre maneja. Nadie se pasea al borde de los acantilados por pura distracción ni para pasar el rato, y si lo hace entrará a formar parte del club de los aventados, y habría que buscar sus antecedentes para entender por qué en un momento dado le dio por hacer el idiota. Ni nadie se mete en una bañera con agua tibia y en un momento dado decide averiguar de que color es el líquido que corre por sus venas, ni se tira entre los matorrales una noche lluviosa o llena de estrellas y decide que llegó el momento, así como así, de darse el finiquito y se mete una sobredosis de lo que le venga en gana. Esta gente que se va de improviso es por tanto digna de respeto, y no de conmiseración, pena o rabia. Después de todo, quien sabe si cada cual obedece a un programa en el que la secuencia de actividades está prefijada y no ha hecho, una vez más, sino ser obediente. Y si no fuera así, quien somos nosotros para poner en solfa el comportamiento de alguien que hasta ese momento ha podido ser una persona cordial y bien educada, o por el contrario alguien con malas pulgas y un carácter desabrido. O un loco de atar.
 Estará usted sin embargo de acuerdo conmigo que, puestos a repartir premios o aplausos o simplemente a valorar el acto, este que nos ocupa tiene sus bemoles, y no todo el mundo decide así como así hacer mutis por el foro cuando menos se espera. Un respeto, cojones, por más que lo lamente o eche de menos al difunto, o ¿es que finalmente vamos a ser más papistas que el papa?  No sé si me explico, que al final resultan más honorables los que se mueren en la cama con dodotis y dando la tabarra, que quien en un momento dado decide buscar el paraíso o Eldorado por la vía rápida. O el puto infierno.Usted también va a estirar la pata, mi querido amigo o amiga, y es inútil que busque denodadamente unos funerales como es debido cara a la galería, pues de una manera o de otra acabará criando malvas, y adiós muy buenas. Le vendo una pistola o una soga, una guadaña o la ventana de un séptimo piso para el día que quiera decir basta, ese en que por fin decida dar el salto. Pero, ojo: no es obligatorio.
Quizás según va cayendo, recuerde en un instante los días felices en que todo era aún posible, y la vida se le representa en dos segundos y da gracias al cielo por haber vivido, aunque el cielo no responda. Un respeto, joder, por los suicidas. No es fácil aguantar tantas migrañas, dolores de cabeza ante la imposibilidad de vivir como viven los cangrejos y andar hacia atrás cuando todo era aún posible. No obstante le acompaño en el sentimiento si el óbito que le atañe de cerca se ha producido por razones no exactamente naturales, que le han dejado columbrando la necesidad de un sistema de alarma más eficaz momentos antes de dar el salto. Fue una pena que el finado no se enterara de las ventajas de una vida longeva, esa que nos permite mirar al futuro impreso en nuestro genoma, con la mejor de las sonrisas, y nos deparará finalmente un asilo con médico las 24 horas si la pensión es suficiente.

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