El entusiasmo de los
aficionados ofuscaba a los estadios.
La lejanía de los pájaros
inventó las golondrinas.
La aridez del desierto
convocó a los eremitas.
La devoción de los monjes
ruborizaba a las vírgenes.
La vulgaridad de sus
maneras irritaba a los pedantes.
La pasión de los
adolescentes atoraba los desagües.
La frugalidad de los
condumios ahuyentaba a los obesos.
El rencor de los justos
atraía a los centuriones.
La proliferación de
cirróticos disuadía a los alcohólicos.
La ausencia de
mandrágoras ahuyentó a la fantasía.
El fulgor de su mirada
desmentía su ceguera.
La proliferación de
abedules seducía a la sabana.
La persistencia del deseo
desató los mecanismos.
La intensidad de la
fiebre desubicó a los termómetros.
La profundidad de su amor
embarazaba a las púberes.
La perspicacia de su
ingenio acomplejaba a los sabios.
El lirismo de su poesía
martirizaba a las rosas.
La calidez de su voz
desmentía a los terciopelos.
La inconstancia de su
conducta competía con los semáforos.
La velocidad de sus
latidos aliviaba a los despertadores.
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