La descripción fue la siguiente incapaz de
precisar si la pared era solo pared o Kandinsky y quien sabe si algún
impresionista más allá del hartazgo de tantas catedrales y nenúfares cuando la
luz es mucho más que luz y apenas, que tal cosa es cuestión de especialistas y
no viene al caso. También los relojes tienen algo que decir cuando la noche más
que cernirse es ya noche cerrada, algo más que negrura pez sedienta de
amaneceres que no tardarán en llegar mientras la tierra sea la tierra y gire.
Ese y no otro es el secreto que los niños de párvulos aprenden con el
abecedario e incluso antes los más curiosos o aventajados no avejentados. Los
triángulos llegarán luego y la aritmética pondrá la primera piedra que hará
crecer más adelante nuevos descartes que hayan dejado de pensar y caído en una
inopia que para nada anunciaba su cogito. Misterios de la filosofía cuando las
líneas rectas promocionaron a Euclides y luego pasa lo que pasa. Su cara sin
embargo no es la misma demasiado hierática ni griega ni etrusca aunque siempre
de perfil y eso es un dato. El resto es accesorio y no oculta nada
verdaderamente relevante sus cajones se abren con facilidad pero su contenido
es banal trivial y nada tienen que ver con lo incognoscible y si con la
humildad de los calcetines y la ropa interior de segundo uso. Ni celosías ni
entusiasmos propios de otras latitudes y ayuntamientos. Ediles siempre atentos
a las necesidades de sus conciudadanos y de los mediodías cuando pasean son
realmente ellos mismos y la banda municipal interpreta aires populares y quien
sabe si Stravinsky se agitaría dentro de su tumba aunque el futuro parezca
dichoso. Tardes de los domingos sin embargo cargadas de presagios, caducidad de
los plátanos, los sauces y los álamos sin Federico (ja) a la orilla del río que
inexplicablemente remonta hacia las montañas donde la tempestad estalla. Más
tarde las truchas coleccionarán perlas e insectos incautamente y serán presas
de desalmados incapaces de resolver de otra manera los misterios de la ictiología
y sus prodigios. Dijo esto y regresó a un lugar hecho de nada consustancial
consigo mismo, solo ajeno y por lo tanto diferente y por lo tanto muy alejado
de la introspección y los camelos que se amontonan inmisericordes a poco que
alguien les preste oídos. Baja el telón y los viandantes vuelven a creer que
aún todo es posible pero lo cierto lo desgraciadamente cierto son el crepúsculo
y acaso los amaneceres.
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