martes, 29 de noviembre de 2016

ANAEROBISMOS



Yo respiro por la boca. Quiero decir que, en general, respiro por la boca, porque alguna que otra vez lo haga por la nariz a pesar de tener el puente desviado, y con frecuencia vegetaciones. En ciertas ocasiones, soy franco, respiro por ambos sitios. A la vez o alternativamente: es cuestión de ponerse a ello y de entrenamiento. Me gustaría también ser capaz de respirar por branquias, esa es la verdad, pero por más que lo intento metiéndome en el agua y sumergiendo la cabeza, no soy capaz. No obstante, insisto, porque en el fondo tengo la esperanza de que pueda llegar un momento en el que por azares de la teoría de la evolución acabe haciéndolo, aunque, dados los resultados, soy bastante escéptico. O sea, que lo más posible es que tenga que acabar aceptando que tengo un sistema cardiorrespiratorio de mamífero terrestre, algo que después de todo no supone ningún oprobio, y me equipara con los elefantes y la gran mayoría de felinos de la sabana africana, objetos para mí de un profundo orgullo, dada la admiración que les profeso.
También es cierto que en algunas ocasiones, por ejemplo en las capas superiores de la estratosfera,  tampoco me servirían para mucho, y tendría que descender a regiones inferiores para que los alvéolos pulmonares pudieran sentirse a sus anchas. O perecer en el intento, todo sea dicho. Afortunadamente no frecuento los cohetes espaciales ni los aviones despresurizados que alcanzan tal altura, por lo que de momento me mantengo incólume. Me conformo por lo tanto con mi anatomía, por más que en ocasiones me enoje porque, digo yo, nuestro creador o la famosa teoría darviniana podría habernos hecho más polivalentes, capaces de respirar incluso en atmósferas enrarecidas y no solo en la condicionada por la presencia masiva de oxígeno, elemento fundamental de la tabla periódica de Mendeleiev, pero tremendamente oxidativo y favorecedor de los incendios y las muertes prematuras. Una compuesta de ácido sulfúrico o metano tendría su gracia, pero tampoco es cuestión de trasladarse a Venus.
En cualquier caso, en mi laboratorio estoy intentando buscar alternativas a estos límites a los que he hecho referencia, y que como dije con anterioridad, nos ha impuesto el Todopoderoso o las fluctuaciones cuánticas que dieron origen al universo, que a mí me tiene sin cuidado el contencioso, aunque deba confesar que hace tiempo que no voy a misa. Allí, en un ambiente agradable que se presta a la experimentación, intento respirar por métodos alternativos, especialmente por aquellos lugares de mi anatomía provistos de agujeros, de fácil localización para cualquiera con cierta curiosidad, y en teoría para cualquiera que haya terminado la ESO. Desgraciadamente, las funciones de los mismos son otras que poco tienen que ver con la captación de oxígeno y la expulsión de CO2, pero todo se andará poniendo en ello empeño.
Es posible, que en esta tesitura, lo mejor sería simple y llanamente no respirar, como esos microorganismos de las profundidades submarinas que como mucho lo hacen con gases sulfurosos prescindiendo totalmente del oxígeno. Animales, por tanto, anaerobios. Quien sabe si nuestro organismo forzado a ello acabará recompensando a la fe y voluntad de quienes lo intenten. Yo, de entrada, ya me he comprado un traje de buzo. Y en el laboratorio voy consiguiendo pequeños avances dotado con una pinza para la nariz y un rollo de cinta americana para la boca. De momento he llegado al minuto y veinticinco segundos sin respirar, resultado muy esperanzador en una persona que desde  niño siempre se le dijo que era estrecho de pecho.
Seguiremos informando.

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