lunes, 11 de julio de 2016

SOLUCIONES



Quiero anunciar urbi et orbe que ya he dado con la solución. Con el problema, quiero decir. O quizás sea más apropiado decir que he dado con la solución del problema. Suponiendo que exista tal cosa, claro está. Es cierto que nadie me había pedido tal cosa, pero no creo que tal extremo tenga demasiada importancia. Tampoco a Einstein le pidió nadie que descubriera la ley de la Gravedad Especial. Ni de la General, por cierto, pero el hombre se empeñó y lo logró, con independencia de que a partir de ese momento su pelo se le disparara en todas direcciones y cogiera la manía  de sacar la lengua cuando le hacían una fotografía.
Mi hallazgo, volviendo de nuevo a lo anunciado al comienzo de este texto, consiste en lo siguiente: todo obedece a una causa incausada totalmente ajena a las cinco vías que enunció san Agustín, luz de la Iglesia y obispo de Hipona. Todo obedece pues a “eso”, la causa que origina todo lo que acontece a partir de ella misma, desde la caída del pelo más insignificante de la cabeza más rala, hasta la posibilidad de que de nuevo un meteorito de un tamaño equiparable a un campo de fútbol, vuelva a impactar en la península del Yucatán o sus proximidades, aunque esta vez no haya dinosaurios que extinguir. Quiere lo anterior decir, que basta de marear la perdiz elaborando teorías complejísimas a base de energía oscura y expansiones del universo. O de quintaesencias y big-bangs. La cosa es más sencilla y se encuentra en la mencionada Causa Incausada, que nada tiene que ver con san Agustín, repito ¿Tiene usted pensamientos raros y le interesan otras cosas que no sean el Campeonato Nacional de Liga? No se preocupe, su dolencia está causada por lo que ahora ya adivina. Le hemos dado la clave. O sea, la solución.
Su vida a partir de este momento adquiere un nuevo sesgo, y por lo tanto será muy normal que desde muy temprano por la mañana decida no hacer absolutamente nada. Y con esto no quiero decir que se siente en el sofá de la salita/comedor y se quede con las manos cruzadas. Nada de eso, sino todo lo contrario. Claro que, a la postre, la decisión es suya. Podrá obrar con total tranquilidad sabiendo que en cualquier caso, su motivación obedece a ese principio universal que acabo de enunciar, y que por lo tanto, es inútil rebelarse y hacer aspavientos.
Su vida se verá colmada de sentido, y podrá abandonar definitivamente sus interminables estudios de filosofía para hallar el quid de la cuestión, y también la experimentación cuántica buscando la partícula elemental definitiva más allá del famoso bosón del famoso Higgs. Imagine qué relajo desmontar y abandonar definitivamente el conocido colisionador de hadrones. El LCH. Qué alivio, estará usted de acuerdo. Con las cifras de paro existentes y la cantidad de indigentes en los semáforos, quiero decir.
En cualquier caso, habrá que precisar que esta causa generadora de todo lo que viene después, no tiene nada que ver con un punto de densidad infinita, ni se trata de un concepto tan poderoso que abarque a todos los demás. Se trata, en realidad, de algo que no puede ser sustanciado, pero que siempre está operativo, como un dolor de cabeza contra el que no hay ibuprofeno que valga, o el impacto de un cometa contra la corteza de la tierra, que tras el impacto no deja de llegar. O lo que es lo mismo: de seguir impactando. Podría decirse que esta causa incausada no es solo una causa sino al mismo tiempo una consecuencia. Una causa/consecuencia, en resumidas cuentas. No es algo tan difícil de aceptar, de la misma manera que no lo fue el concepto de espacio/tiempo de Einstein, del que hoy en día hablan hasta los más iletrados con total desparpajo.
Llegados aquí, solo me queda felicitarme a mí mismo y felicitarles a ustedes por haber adquirido un conocimiento que nos facilita  el poder abandonar definitivamente la búsqueda de una teoría del todo, en la que tan ocupada están ocupados gran parte de los científicos, rama física, astronomía y cosmología, especialmente, que podrán dedicarse a labores más modestas, rutinarias y menos costosas. A la horticultura y a regar el jardín, sin ir más lejos.

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