viernes, 1 de julio de 2016

BIOLOGÍAS



No te ofusques conmigo, y al verme al final de la estancia, si me ves, pienses que la transparencia no es solo materia de cristales, y que otras cosas existen, por llamarlas de algún modo,  que son acreedoras de tal calificativo. Soy yo por más que te empeñes en ignorarme, e incluso por más que no empeñándote, pase desapercibido porque tu sistema nervioso no te allega señales de mi presencia. Sucede que todo organismo se atiene a protocolos que al cumplir ignora, de tal manera que, llevándolos a cabo,  no es consciente de los mismos y en ese sentido se asemeje a los seres del abismo, que a falta de luz se guían por percepciones que nos son ajenas a quienes pertenecemos a la superficie. Pero estoy aquí, sábelo, y a pesar de los ochenta que delata el mapamundi de mi piel, puedo asegurarte de buena tinta que tengo datos que te harían estremecerte en tu aposento, o como menos introducir variables inesperadas en el turbión de informaciones que avasallan tu joven mente.  Acostumbrada como estás, estamos todos, a guiarnos por las apariencias me darás por descartado en el mundo de tus posibles relaciones, o como mucho a aceptarme en el mínimo rincón que se reserva a lo que desaparece. Te equivocas, pues según informaciones fidedignas que acaban de llegarme de un laboratorio de Helsinki, que me eligio como muestra en una prueba de perdurabilidad para seres longevos, parece ser que aún me queda mucho por delante, del orden de cuarenta o cincuenta años. Se ha producido en mí. como en otros, pocos para ser sinceros, una especie de salto lamarckiano, que nos ha transmutado en seres de otra especie mucho más perdurable, y que conserva además características de su etapa casi adolescente, cuando el semen parece surgir con la impetuosidad que reclama una especie que no quiere morir,  a pesar de la polución generalizada y el calentamiento global.
Somos en ese sentido, y te pido de antemano perdón por si te inquieto, una nueva raza de titanes que hemos de perdurar hasta edades en la que vuestra generación no tenga ya demasiadas posibilidades de seguir adelante. No me mires pues con desdén a pesar de mis facciones que el tiempo ha esculpido hasta límites que ahora para ti te parecen poco menos que incomprensibles. La oxidación es un proceso que como la flecha del tiempo parece avanzar en un solo sentido, pero que en casos excepcionales, y te hablo del mío, puede detenerse en un standby, que a otros puede resultar ofensivo en la medida que no logran hacerlo suyo. Podemos, pues, a poco que te lo pienses, lo pruebes y aceptes sin demasiado rencor, dar origen a una nueva progenie, que poblará el planeta y quien sabe si un día recorrerá la galaxia que ahora nos acoge como una prisión de la que no podemos escapar, pero que quien sabe, hará más accesible a Andrómeda, hoy por hoy tan alejada como un sueño, aunque a rumbo de colisión.
Sé que después de leer estas líneas , me mirarás con sorpresa aunque asome a la comisuras de tus labios, una sonrisa piadosa y escéptica, creyendo en la efervescencia de tus hormonas que la senectud puede llegar a plantear problemas de difícil resolución , que ni siquiera los expertos pueden situar en el cuadro de las afecciones geriátricas; pero te lo repito, te equivocas, y siempre ha sido así, cuando algo nuevo surge capaz de alterar las concepciones reinantes en el momento de tal epifanía . Hazme caso, recuerda a Aristarco, Copérnico Galileo, Newton y Einstein, todos descreídos en un primer instante, y luego elevados a altares que inciensan los chicos en el Bachillerato. Hazme caso, no seas ingenua: espero verte a solas uno de estos días. Hace calor: ven ligera de ropa.

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