lunes, 12 de agosto de 2013

NÚMEROS


Estoy preocupado, hijo mío ¿por qué iba a decirte otra cosa? Ya sé tu contestación, pero debo ser sincero y exponerme a tu mal humor. Has sido un hijo ejemplar, creo que ya te lo he dicho muchas veces, y tú lo sabes, pero te falta paciencia con este pobre viejo que va siendo tu padre. ¿Te haría feliz que te dijese “Pepe, estoy estupendamente, no te preocupes por mi”, cuando sabes cuanto me cuesta por las mañanas echar pie a tierra. Y no te molestes si una vez más empleo una terminología marinera, ya sé que tu eres de tierra adentro y el agua te da cierto repelús. Bueno, que me estoy desviando, y no quiero entretenerte, para que puedas disfrutar del aire libre allá arriba. Sabes que a mi eso de la escalada a lo que te dedicas no me hace ninguna gracia. No sé que se te ha perdido en esos espantosos picachos a los que te dedicas a subir. Tengo la impresión que siempre lo has hecho para llevarme la contraria. Ten mucho cuidado por favor, no vaya a ser que te rompas la crisma, aunque ahora que lo pienso quizás es eso lo que pretendes para que no te dé más la tabarra. Perdona hijo, ya sabes que a veces se me va la cabeza y ya no sé ni lo que digo. El asunto, como te dije al empezar la carta es que estoy bastante preocupado, y con esto quiero decir: más preocupado que de costumbre. Duermo bien, eso es cierto, pero tengo unos despertares extraños. Raros. Impropios de una persona como yo, que siempre ha mantenido, como bien sabes, la cabeza sobre los hombros a pesar de los pesares. Últimamente me despierto con números, quiero decir que me despiertan los números. Ayer sin ir más lejos fue el siete. Sí, el siete, ese número mitológico en nuestra cultura que son los días de la semana o los brazos del candelabro judío, y no se cuantas cosas más que seguro que tú sabes. Yo, Pepe, no soy judío, espero que de eso no dudes. No por nada, sino porque de haberlo sido, quizás no estarías en este mundo, y no voy a hablarte aquí de aquella época terrible en la que un señor bajito con bigote le dio por hacer jabón con ellos. Ya sabes de qué te hablo. Y en cuanto a los días de la semana, a mí siempre me ha dado igual uno que otro, aunque lógicamente prefiera sábados y domingos por razones obvias. Recuerda, sin embargo, que nunca he hecho ascos a los lunes. Siempre fui muy trabajador y entregado a la causa, así que ponerme de nuevo manos a la obra siempre me pareció algo adecuado para empezar la semana. Te decía que me despertó el siete, pero no el siete común y corriente de los que solemos dibujar a base de trazos rectos. No, un siete alambicado, retorcido, torturado. Un siete, en resumidas cuentas amenazante, como una especie de hipocampo gigante con muy malas pulgas dispuesto a atacarme. A mí, pobrecito, que ya no tengo fuerzas ni para espantar a una mosca. Bueno, exagero, pero si has llegado hasta aquí, estoy seguro que me comprendes. Claro que no solo se trata de ese número. Días atrás era el tres el que se me presentaba a primeras horas de la mañana y me conminaba a levantarme y hacerme de inmediato un café bien cargado. Fíjate tú que antojos: ¡el mítico número tres agresivo con tu padre porque trataba de remolonear un rato en la cama! De locos. Claro que me dirás que todo eso me ocurre de una forma bastante natural porque siempre me han entusiasmado las matemáticas, y sin números no existirían. Ya sabes que hubo un filósofo, Pitágoras si no me confundo, que afirmaba que el número era lo principal del universo, el principio y el fin. El alfa y el omega de san Juan. Para mí, amante, sin embargo, de los conceptos, que ese hombre estaba un poco chiflado. A pesar de todo creo que tienes razón, y que estas cosas me suceden por haber estado obsesionado con las matemáticas y la geometría. Está bien. Lo acepto como un tributo a esa afición desmedida y un homenaje póstumo a los grandes sabios que han hecho este mundo más inteligible, digamos Tales de Mileto, Newton, Descartes, Leibniz, Euler o Cantor, por no mencionar más que a los eximios. Pepe, de todas maneras sigo un poco asustado ¿qué podría hacer si la situación se complica y empiezo a soñar con los números primos? ¿O con los irracionales, o pi, o el segmento áureo? Sería un desastre. Prefiero limitarme a los nueve naturales o en todo caso a figuras geométricas simples, de geometría plana, por supuesto. Soñar con cuadrados, hexágonos o rectángulos no estaría mal, aunque me gustaría más soñar con triángulos, una forma gráfica del número tres, al que ya estoy acostumbrado. Que fueran equiláteros, isósceles o escalenos, eso me daría igual: en cualquier caso la Trinidad. Bueno, hijo, acuérdate de tu padre y no te preocupes. De la cabeza ando muy bien como podrás ver en estas breves líneas, aunque me inquieta esta invasión nocturna de guarismos y figuras geométricas. Bien pensado, tampoco está mal que alguien se acuerde de ellas. A veces pienso que en caso contrario iban a sentirse muy solas. Cuídate. Un abrazo de tu padre.

 

PS.- Usa casco, calzado adecuado, cuerda de primera calidad y piolets como Dios manda. Esos riscos son muy traicioneros

No hay comentarios:

Publicar un comentario