Donde resulta estar
la melancolía
que desprecias. Y las puertas
abiertas hacia dónde
también.
Quizás eres tú
sigilosa pero siempre
esquiva al puñal que pudo ser
en el costado.
Oh júbilo de otro tiempo
cuando las golondrinas
ni siquiera hacían
primavera.
Llegará sin embargo el instante
de los atolladeros. Ese lugar
donde se abanican los que
se hartaron de ácido
sulfúrico
Vuelve tú, la melancólica,
recóndita. La que huyó vanamente
Pues uno nunca puede huir,
recuerda,
de su propia sombra.
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