En el gimnasio
los cuerpos se disuelven
y añoran lo que fueron.
Almas ahora agitadas
en un frenesí
anquilosante.
Turbios vaivenes, inútiles
hallazgos. Sudor
espeso
que sube y se dispersa
vanas virtudes de la carne.
Nunca llegarás a nada
por mucho que lo intentes
en ese subterráneo mortuorio
en el que sin saberlo
quieres resucitar como
quién fue capaz en Galilea
de andar sobre las aguas.
No cejarás, lo sé,
deseoso de otro yo
que no es el tuyo
pero anhelas.
Deshazte si es que puedes
de ese fetiche y vuela lejos
Donde los linimentos no existen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario