jueves, 23 de agosto de 2018

NOCTURNIDAD. UNO

A las tres de la mañana tengo el absoluto convencimiento de que me estoy volviendo loco. Poco después, sin embargo, me digo que tal cosa quizás no sea totalmente cierta porque a esas horas suelo dormir y es probable que se trate de un sueño. También podría suceder que no se trate de absoluto como quedó dicho más arriba sino de absurdo, lo cual siendo parecido ortográficamente, no tiene nada que ver semánticamente y está más acorde con lo que sigue. En cualquier caso decido continuar durmiendo y lo hago casi de inmediato, lo que me alegra por razones desconocidas pero que deben tener que ver con el merecido descanso nocturno. Etcétera. Como mínimo, sin embargo, puedo asegurar que durante un rato largo he tenido la sensación de que mi cuerpo era de goma y con un esqueleto cartilaginoso, lo que me ha permitido realizar una serie de contorsiones dignas de un circo y también unos asanas muy originales. Y muy alejados de los habituales, expuestos en los libros de yoga. Al mismo tiempo, aunque ahora mismo no pueda dar fe de ello con seguridad, he tenido la clara percepción de que mis piernas se volvían otra cosa, una especie de seudópodos multiformes que se agarraban al somier de la cama con una energía y tenacidad merecedoras de mejores fines. Cuando logré librarme del agarre, extendí los susodichos seudópodos hacia el aire componiendo unas increíbles figuras, emparentadas con las acrobacias más sofisticadas. Poco después, casi exhausto, los dejé descansar sobre las sábanas  y tuve la certeza de que iba a ser pronto operado de una rara afección de la parte inferior de mi organismo, hecho excepción de lo fácilmente imaginable, que no menciono por un pudor adquirido cuando apenas era un crío debido a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia. Se trataba en todo caso una intervención quirúrgica absolutamente incruenta y por lo tanto aceptable y nada agresiva.
    Debo reconocer, no obstante, que si todo lo anterior fuera falso y solo debido a mi exuberante fantasía, para nada lo sería afirmar que la noche ha sido intensa debido no solo a mis complejísimos pensamientos que no vale la pena exponer aquí por in-comprensibles, sino al desmesurado ajetreo de trenes nocturnos en la vecina estación de ferrocarril. Tenía hasta ayer el convencimiento que en esta zona del país la gente no viajaba de noche, o al menos que no viajaba en tren, pero visto lo visto, de eso nada. O mejor oído lo oído, seamos exactos. Claro que podría tratarse de trenes raros, vacíos cuya única finalidad sería mantener despiertos a los vecinos de las vías, o tratarse en todo cado de trenes de mercancías. Aquí abunda el ganado de todo tipo, y es bien sabido que sobre todo al ovino, al cerdo ibérico y a las vacas les gusta viajar de noche. Son muy discretos y prefieren pasar inadvertidos.

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