En estos precisos momentos es muy posible que a un hombre que ha
regresado precipitadamente de sus vacaciones de verano, le estén dando por el
culo en la urbanización de la Moraleja, en las proximidades de Madrid. O en la
del conde de Orgaz, la de Somosaguas o la Florida, de características
similares, pues eso, después de todo no tiene demasiada importancia a los
efectos que aquí se consideran. Quien sabe. A mediodía, después de comer
tranquilamente con su familia en un restaurante
frente a la playa, le han llamado por teléfono, y ha dicho que tenía que regresar de inmediato a la
capital por un problema urgente en la empresa que preside. Claro está que la
excusa es falsa, y la llamada ha sido de un jovencito al que conoció la
primavera pasada y del que está perdidamente enamorado.
Nunca le había pasado nada parecido, pero aquel chico le tiene subyugado,
de la misma manera que dos años atrás lo había hecho una mulata que había
conocido en un vuelo de de regreso a
Madrid desde Costa Rica, donde había ido por asuntos de negocios que no hacen
al caso. Estuvo liado con ella durante varis meses en la suite del hotel
Villamagna donde la alojó, y donde pudo disfrutar de ella todas las tardes
antes de regresar a La Moraleja como un atareado ejecutivo de altos vuelos, a
plena satisfacción de su señora, que nunca llegó a sospechar nada de nada. Solo
Dios sabe el disfrute que la caribeña le había proporcionado minutos antes con
su piel asedada y unos pechos pugnaces y con tendencia a desubicarse al menor
embate, dada su textura y consistencia. Por no detenerse en exceso mencionando
el tesoro escondido entre sus piernas, Amazonas inabarcable, donde el
presidente perdía algo más que la cabeza. Y donde en ocasiones, a instancias
del interesado, la susodicha dotada con un strapon de dimensiones poco comunes,
le subía a cielos que en la actualidad renovaba briosamente el carioca.
El chico en cuestión es un brasileño que por la mañana asiste a
clase en la facultad de periodismo de a universidad Complutense, y por las noche,
en días alternos, hace de maricón redomado en un club privado de las
inmediaciones de la Gran Vía, y de gogó en la misma zona en un club de alterne
para mujeres, con alguna de las cuales, si ha lugar, luego se va a la cama. Con
estos antecedentes, siendo el presidente un hombre de recias convicciones
morales, de una esmerada y estricta educación católica hasta bien entrada la
adolescencia, y habitante de un elegante barrio residencial de la capital de
España, no tiene demasiados remordimientos ni parece ser presa de ninguna
contradicción. Quizás sea por ese motivo, que cuando el canarinho le hace
aullar de placer o dolor en la noche madrileña de mediados de Agosto al ser
penetrado como una aceituna (o banderilla en los bares de tapas), se permite
recordar a su mujer de vacaciones e incluso a su prole jugando alegremente sobre
la arena de la playa de Benicàssim. Costa del Azahar. Levante. España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario