De verdad que no te
entiendo Raquel. Y mira que trato de tranquilizarme y ser razonable, aunque no
creas que me resulta fácil ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sucedido en tu cabeza para
que de la noche a la mañana me trates como a un aventado y me llames loco? Loco
de remate para ser más exactos, ante mi asombro. Y aunque no me creas, trato de
comprenderte con toda la capacidad de mis entendederas, y llego a columbrar si
no será debido a este brusco cambio de tiempo de los últimos días. Hay que
comprender que no es fácil pasar incólume de un frío intenso y una lluvia
desatada, a un a un sol abrasador y una invasión de moscas como la que ha
tenido lugar.
Raquel, ya sé que cualquier cosa que te
diga te va a dar igual, y la vas a considerar como otro más de mis desvaríos de
última hora. Que he perdido la cabeza, que antes no era así, que debo visitar a
un psiquiatra y todas esas cosas que me
has repetido hasta la saciedad, olvidando por otro lado que ya me ocupo yo
desde hace tiempo de suministrarme alguna sustancia ad hoc, como cualquier
persona que hoy en día trate de estar al día, y perdona la redundancia. Lo
cierto sin embargo, y quiero ser sincero aunque me cueste, es que eres tú la
que no estás en tus cabales y has perdido el norte. Espero que no definitivamente,
pues siempre he confiado mucho en tus cualidades y tus recursos para salir de
las situaciones más complicadas cuando en otros momentos tuviste otro tipo de
dificultades.
Ya sé que nuestra vida en común no pasará a
los anales de las vidas ejemplares de las parejas bien avenidas, ni servirá de
ejemplo a los jóvenes que quieran enfrentarse juntos a la vida que se les abre
por delante. Pero de ahí a hacer de nuestra relación una especie de tragedia
griega en la que se ha convertido, creo que va todo un mundo. ¿Qué te sucede,
Raquel? Te cuesta aceptar que siendo yo casi un octogenario aún tenga
suficiente sex appeal para atraer a alguna que otra talludita que se me acerca
con la dignísima intención de charlar un rato, y tú lo interpretas como una
traición indecorosa pensando sin duda en unas relaciones genitales en ciernes?
Raquel, deberías tratar de ser más razonable y no dejar que la mente se te
dispare. Sabrás que hoy en día prácticamente todos los psicólogos están de
acuerdo en considerar que, después de todo, “somos lo que pensamos”, y si tú te
empeñas por razones que no se me alcanzan, en considerar que soy un don juan
octogenario, comprendo que lo pases mal y que me tildes de chiflado, pues
efectivamente ni mi artrosis galopante ni mi recrudecida incontinencia me lo
permitirían, aún en caso de quererlo. Aunque se me ocurre, y perdona si lo que
te voy a decir te parece indigno de mí, quizás se trate de una especie de
efecto rebote de tu menopausia. Soy mucho mayor que tú, pero aún recuerdo como
si fuera ayer lo mal que te lo tomaste, como si más que ser un proceso natural
en la mujer por la pérdida de estrógenos, lo consideraras como una ofensa
inaceptable de la madre naturaleza, ante la que revelaste con todas tus
fuerzas. Una especie de menopausia “en diferido”, como ahora se ha puesto de
modo decir a ciertos políticos por otros temas, para justificar que no se les
caiga la cara de vergüenza. No seas como ellos. Eres una mujer estupenda, Raquel,
y solo estos brotes esporádicos podrían hacer que en el futuro fuera necesario
pensar en una casa de reposo para tu seguridad. No pasa nada. Nada. Y el hecho
de que quien te escribe esté aún de buen ver a pesar de ser un carcamal, no
debiera inquietarte. Se lo debe todo al gimnasio. Voy todos los días de la
semana y me estoy poniendo mucho más fibroso y musculado. Mira por donde. A la
vejez, viruelas.
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