Todo parece repetirse,
como si estuviéramos en un mundo donde se hace efectivo el mito del eterno
retorno del que en su dia habló Mircea Eliade un tipo rumano al que le
interesaban unas cosas muy raras, y si no recuerdo mal, creo que también
Nietzsche, pues en no pocas ocasiones cuando me meto en obras de mucho calado,
trato de seguir adelante ayudándome de algún que otro vinito tinto, y es
posible que al recordarlo se me mezclen las informaciones. Algo que como se comprenderá
haría difícil una clase a los alumnos de la universidad, pero quien sabe si
aliviaría en buena medida a una audiencia de Alcohólicos Anónimos, viendo que
un tipo supuestamente prestigioso como yo a va en breve a apuntarse a su
asociación. Quería decir, que me he ido por las ramas, que, como dije en mis
primeros escritos, vuelve en mí con fuerza la idea de que puedo ser un
extraterrestre, y no tanto por determinados síntomas físicos alarmantes, de los
que son buena prueba que las venas de mis brazos y piernas están adquiriendo un
tinte entre puramente verde y violáceo, que ya sería suficiente, sino por mis
conversaciones en el bar. Algunas tardes me reúno con un grupo de conocidos en
la barra de “El loro azul” debajo de casa, y no entiendo nada de lo que dicen.
Suelen hablar de la bandera nacional, de Cataluña, de mujeres en cueros y de si
un tal Messi u otro tipo llamado Ronaldo con pinta de indio han sido los
mejores futbolistas desde que el mundo es mundo. La verdad es que no sé de lo
que hablan, o para ser más exacto, no me interesa en absoluto. Yo de bandera
pondría la fregona y a los futbolistas los mandaría a la construcción, pues
creo que si son tan buenos poniendo ladrillos como dando patadas los edificios
en los que participaran estarían terminados en un pispas. Y de Cataluña solo me
interesa la butifarra los días que estoy bajo de moral, y la sardana siempre me
pareció un baile muy soso, solo apto como terapia para gente con problemas de
ansiedad.
Por si fuera poco, han vuelto a bajar mis
vecinos del piso de arriba –Ángel y Luisa- está vez bastante eufóricos y con la
certeza de que efectivamente “no son de este mundo”, informándome que las
cabezas de ajo que les di tiempo atrás para alejar al vampiro no les han
servido de nada, e incluso han colaborado a que en su domicilio se multipliquen
los fenómenos paranormales, entre los que destaca el hecho de que en
prácticamente en todas la paredes de las habitaciones han aparecido
reproducciones en color y a varios tamaños de las caras de Bélmez y de la
Virgen de Fátima con los pastorcitos, algo en su opinión solo posible si ellos
mismos son unos elegidos procedentes de otros galaxias. Para contraatacar le he
mostrado brazos y piernas para confirmar mi procedencia de algún lugar alejado
del cosmos, aunque finalmente he cortado la conversación en seco cuando me he
dado cuenta que estaban de nuevo dispuestos a ingresar en mi domicilio con
objeto de beneficiarse de otro piscolabis por el rostro. Y de eso nada, esta
vez les toca a ellos.
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