miércoles, 10 de febrero de 2016

INCIDENCIAS DÉCIMO SÉPTIMA VELADA



ACUERDOS
No estás de acuerdo, dices, y cierras la escotilla, y me haces al decirlo un mero aborigen de lugares comunes, que no pensando piensan acaso sin pensarlo, la mágica retórica de las simples palabras. Y corren y se afanan las sílabas que dices buscando por las trompas los cilios de Eustaquio. Pero ya sé, tú sabes, quien sabe si sabemos pues las declinaciones se abisman en los verbos y en los  genitivos. Sajones que no fueron primeros pobladores, que dieron sin embargo a Albión su reciedumbre forjada con metales y puros maremotos. Pues eso es el océano, un mar que se desborda y sube los perfiles de los mapas. Se esfuerza y no se rinde, descubre las Américas buscando la ebonita que ocultan los Apalaches y las Montañas Rocosas. Seamos pues lo íntimo que son las abubillas que vuelan y no corren, y llegan y se escapan apenas percibidas como quien  golondrinas no sueñan evidencias que afloran y no paran.
No estás de acuerdo dices, y tengo que aceptar lo inútil de las fórmulas, lo inútil de las fórmulas. Lo inútil de las fórmulas. Pues todo lo ya dicho diciéndolo no es nada, palabras que a la postre palabras son palabras. Me cierro en semicírculos ocultos que se escapan a la extraña ilusión de tardes alboradas, y de tu verbo fluido que sigue y que me acosa detrás de los pretiles, los puentes y las fábricas. Recuerda aquella tarde hecha de horizontes y de horizontes nada, quizás al recordarla llegues a comprenderme aunque me calle y diga lo mucho que se dice cuando se dice nada (lo ibas a decir. Deberías decirlo.Por el amor de Ese, dilo de una vez, que no te dé vergüenza).También en el abismo se tejen algoritmos hechos de seda y tinta de calamar, por más que uno se oculte y oculte la evidencia de los estrelmosaurios, únicos supervivientes de los meteoritos del golfo de Vizcaya. Vascos que quizás fueron los primeros pobladores de un circulo vicioso que se retroalimenta de pura farfandalga que llegó de la India y vuelve a la India. Y en la India descansa. Por fin podré saber lo que tu ya imaginas y piensas y ya sabes, y callas y proclamas y ocultas tras la historia de noches anochadas. Dímelo de una vez, dame de tu ignorancia supina la alegría de tu sabiduría, hecha de endecasílabos y de abecedarios aún por inventar. Que así son las palabras aún no pronunciadas que esperan en el plexo la luz que las alumbre, y arroje de los labios trazando enredaderas, subiendo a los alcázares de moros de Granada. Y así quedara todo lo que no nos dijimos de pura timidez, pudiéndonos decir lo poco o lo mucho que la luz enjalbega de pueblos que reposan y duermen esperando el agua que por llegar. El agua que se filtra por los algodonales, que cerca los olivos cuando las aceitunas son ya tu piel verano, tu piel tan deseada. Inútil es la espera en la noche silente, y no importan los cascos que llegan y se acercan caballos en celada que surcan las veredas y la luna los mira y apena muy adentro, dolores que te callas.

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