viernes, 21 de febrero de 2020

METAMORPHOS


Pobre Pepito ó Paquito, aunque en este caso Gregorio, que para de lo que se trata aquí viene a ser lo mismo, dada la supuesta identificación entre autor y personaje. Pues resulta que días atrás, después de un proceso no explicado en absoluto,(cuando podía haber sido interesante para anatomistas y neurofisiólogos),el pobrecillo, tras una noche agitada (ese debe ser el quid de su transformación),se despertó convertido en un horrible insecto, algo que el mismo juzgó de esta manera al ver sobre la cama su vientre hinchado cruzado por estrías y unas patitas juguetonas, que todos conocemos bien de cuando niños les dábamos la vuelta cualquiera de ellos, para disfrutar un rato viendo su desesperación y como las  movían frenéticamente para recuperar su posición habitual. Y bien, P permaneció así largo rato sometiéndose a un proceso intensivo de autocompasión y extrañamiento (además de un acendrado sentido del deber), ambos excesivamente elaborados para tener lugar en el cerebro de un insecto, quitinoso  o no. Porque ese es el asunto, todo él se ha convertido en bicho, pero no su cerebro, que le sigue funcionando  a la perfección, y con él  es capaz de evaluar su situación hasta límites difíciles de imaginar en un animal de tales características, e incluso en un homo sapiens en su sano juicio. Era por lo tanto no sólo un “horrible insecto”, sino un  “horrible insecto con un cerebro de ser humano perturbado”. Además , cabría añadir que dado que el volumen medio del ente pensante ocupa aproximadamente unos 1.300 centímetros cúbicos, podríamos todavía definirlo como un” horrible insecto cabezón con un cerebro humano perturbado”. Ese sería un comienzo más ajustado a la realidad, que sin embargo el otro Paquito ó Pepito(de hecho, Gregorio), nos quiso hurtar por necesidades del guión de su relato. Pero no hubiera estado mal, pues hubiera añadido a la metáfora zoomórfica del cuento, el intríngulis de las circunvalaciones cerebrales de quien esto escribe, y de usted mismo. Paco, sin embargo, a lo largo de su obra insistió en su querencia por los animales desagradables o las situaciones ominosas con las que al parecer se identificaba: topos, buitres, presos, condenados, ayunadores, procesados sin culpa, extraviados, etc….Sin duda la elección no era fortuita y él mismo, de alguna manera, se identificaba con los personajes de sus relatos, una forma de considerarse a sí mismo una víctima a la que el mundo abruma y castiga. Ya se sabe, la imagen del padre cruel y todopoderoso que al parecer sufrió durante gran parte de su vida, y que sin embargo, y paradójicamente, llevó tan bien a los papeles que sin valerle un Nobel, más apto para escritores menos sufridores, le sirvió para pasar a la historia de la literatura como uno de los mas grandes escritores del siglo veinte y de toda la historia de la literatura universal. Si la culpa y el pecado no son muy apreciados en la vida corriente, debidamente tratados  por escrito, son un filón inagotable de éxito, y que conste que con esto no quiero decir que lo bueno sea la identificación con seres  crueles y terribles que han jalonado la historia de la humanidad, desde mucho antes de Genghis-Khan hasta nuestros días. Imagina que los personajes del escritor de Praga, (ya sabes de quien se trata), fueran seres poderosos :leones, tigres, elefantes, rinocerontes, búfalos, etc…¿qué hubiera pasado si en lugar de un abominable insecto del tamaño de una persona, Gregorio se hubiera despertado percibiéndose como uno de ellos o como un tigre de Bengala hambriento?. Pues que toda la leyenda de Paquito se hubiera venido abajo: Por mal que tu padre te trate, no es fácilmente admisible que te lo comas, y es preferible, como en el cuento, que incluso tu madre te trate a escobazos y te mueras de pena. No obstante se admiten otras opiniones: faltaría más.

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