-Lo que hay es lo que hay, que te lo
digo yo. Todo lo demás es pura palabrería, porque vamos a ver, lo de los toros.
Pues ¡zas! Y al otro barrio. No te jode con los llorones. Lo que te digo. Luego
van y viva Vietnam o Irak y la madre que lo parió, pues deja en paz a Cúchares,
joder, que ya te digo ¿Y tú qué opinas? Bueno, déjalo que me vacilas y me das
mala espina. Vente conmigo al matadero, joder, verás que bonito hacen todos los
animalitos en fila india hasta que llega el otro y se acabó: si te vi no me
acuerdo. Y luego dame rabo de toro, el cabrón. Menudo cinismo, ya te digo. Que
el toro sufre, pues natural, como cualquiera que las vaya a diñar, no te digo,
que se ha pasado cuatro años comiendo margaritas en la dehesa y aquí estoy yo,
en el paro y con cirrosis, y en el Seguro me dicen “pues no haberle dado al
cuba libre, desgraciado. Que te has puesto morao y ahora vienes llorando”.
Asimismo, como hay Dios, que me dijo el otro día un pájaro con bata en la
Iguala. Si es que no puede ser Luismi, porque yo no soy un toro ¿o sí soy un
toro? No me jodas, pues lo que te digo, peor que a un morlaco en el último
tercio me han tratado. Te lo digo. ¡Pepe, ponme otra coca cola de las mías! Yo
sin esto, Manolito, hubiera sido hombre muerto, más muerto de lo que estoy,
quiero decir, porque a mí, banderillas y rejones me ha dado la vida hasta decir
basta. No te jode el crío, ya sabes, el chaval, que ahora va y me dice que o cambio
o me echa de casa, el muy cabrón. ¿Pero qué le hice yo más que traerle al
mundo? Con su madre claro, tú ya me entiendes. Vale, vale que ya es la última y
déjame terminar que a mí este jarabe me alivia. Joder que es muy doloroso ¡No
te joden los toros! Que la parienta te acabe diciendo que se acabó, que está
harta ¿harta de qué? Que en su día me llamaba el “percha” y el “sobrao”, y
ahora va y se lía con un desastre, que lo único que va es a traerle problemas.
No bebe como yo ¿y qué? todo el día con las putas maquinitas dale que te pego y
echando humo que no para, y ya tiene un enfisema que anda arrastrando la
bombona esa. Que luego, lo que te digo, tu me entiendes Rafael, que no me venga
con historias. Si palmó, palmó. Coño ¿no palman los toros? ¿y se quejan? Ni se
quejan, que esos sí que tienen dos cojones y mueren con las botas puestas.
Bueno, las botas y la leche, porque lo cierto es que al final da pena verlos
como acericos, pero ¿qué pasa? Mueren como héroes después de una vida feliz y
de haberse montado a una pila de vacas. ¡No te jode! Ya me gustaría a mí palmar
así, bien comido y bien follado, con perdón de la dama. Disculpe señora, pero
es que cuando me encorajino, me encorajino. Y ya está. Que sí, que ya me voy,
que Pascual me está esperando en la Peña, que allí no me ponen pegas para trasegar
lo que me venga en gana. Ni toros, ni enfisema, ni cirrosis ni leches. Aquí lo
que hace falta es que venga un tío y ponga los güevos encima de la mesa-perdón
señora- y diga: se acabó. O pintan bastos o estamos todos perdidos y España se
va a la mierda. Te lo digo yo. O sea.
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