miércoles, 20 de abril de 2016

COMBINACIONES



 1) A y B se conocieron y se casaron. Tuvieron dos hijos  C y D. A y B murieron a los 82 y 78 años respectivamente. De C y D nunca más se supo.

2) A y B se conocieron y tras un breve periodo de noviazgo se casaron. Tuvieron dos hijos C y D, hembra y varón respectivamente. A y B murieron pronto, aquejados por una enfermedad común que contrajeron por permanecer mucho tiempo a la intemperie sin ropa de abrigo. De sus hijos apenas se supo después, aunque hay quien asegura que ambos emigraron a América del Sur, donde crearon sus propias familias, totalmente ajenos a la situación de sus padres, que fallecieron en el asilo.

3) A solía pasear por la alameda atraída  por el rumor de los álamos las tardes con viento. Allí conoció a B, que solía hacer lo mismo a las mismas horas, atraído por causas que nunca se llegaron a conocer con exactitud, pero de las que posiblemente el mero hecho de la presencia de A a esas horas no fuera la menor. Finalmente surgió entre ellos una bonita amistad que tras un largo noviazgo culminó en una boda bastante señalada, pues ambos pertenecían a dos familias muy conocidas y respetadas del lugar. C y D, sus hijos, vinieron al mundo con cierto retraso para lo que era habitual en aquella época, pues al parecer A tenía ciertos problemas, que las malas lenguas achacaban a que posiblemente era “demasiado estrecha”. B, una vez casado, tuvo una fama solo regular, pues se pasaba las tardes en el casino dedicado a los juegos de azar y el coqueteo con algunas jovencitas de buena familia y mejor aspecto. Los hijos C y D pronto desaparecieron. El varón acabó ingresando en un circo como mago, dado su arte en hacer aparecer y desaparecer cualquier cosa que tuviera entre manos. La chica después del bachillerato se fue a Madrid, donde cursó Filosofía y Bellas Artes al mismo tiempo, aunque nunca se supo mucho más de ella, y se llegó a rumorear que se dedicaba a actividades que poco tenían que ver con su cerebro, sino con partes prácticamente en el polo opuesto de su anatomía.

4) A y B se conocieron paseando por la alameda del pueblo, un lugar en el que los días con buen tiempo, sus habitantes trataban de distraerse de tedio de sus vidas cotidianas, pues la inmensa mayoría estaban en el paro o eran jubilados. A y B eran sin embargo jóvenes, y los vecinos, al poco de verlos juntos, hicieron todo lo posible para favorecer la relación, pensando que de tal manera una sangre nueva empezaría a fluir pronto en aquella comunidad tan avejentada. Y lo consiguieron a pesar de que fue sencillo, pues la chica, es decir A, puso muchas pegas al asegurar que, más que como a un marido, veía a B como a un primo o un familiar próximo. A pesar de lo anterior, el hecho cierto es que después de cinco años de noviazgo irregular, a lo largo de los cuales se les conocieron a ambos otras relaciones, la pareja acabó casándose en una ermita románica cerca del pueblo. Al parecer todo transcurrió de manera totalmente normal, aunque algunos asistentes a la boda ubicados en las primeras filas, manifestaron poco después que a la novia se le veía todo el rato que duró la ceremonia con  una mirada claramente desdeñosa. Algo sí como si se preguntara qué estaba haciendo ella en aquel lugar a aquellas horas con el tipo que estaba a su lado y que, al parecer, era su novio. En cualquier caso, hay que decir de inmediato que para la finalidad que se habían propuesto los vecinos con aquel enlace, la unión de A y B fue un éxito absoluto, pues a los diez años de la boda ya tenían ocho hijos, a los que siguiendo la tradición familiar, llamaron también con distintas letras del alfabeto, que en su opinión simplificaba mucho las cosas. Tal proliferación de vástagos dio mucho que hablar en el pueblo desde diversos puntos de vista, pues mientras que las mujeres eran de la opinión que podía promover la imitación en el resto de parejas jóvenes de la localidad, y favorecer de esa forma un aumento del censo espectacular en pocos años, los hombres, sin embargo, manifestaban no entender nada, pues desde un punto de vista aceptado por todos ellos, A no era alguien por la que un joven varón pudiera volverse loco para no dejarla ni respirar en el dormitorio. Contra todo pronostico, A y B con los años fueron afianzando su relación y llegaron a ser una pareja ejemplar para sus vecinos. Sus hijos, cinco chicas y tres chicos, pronto les abandonaron, yéndose algunos a la capital de la provincia, otros a la del reino, y los tres menores a Japón atraídos irremediablemente por la tecnología punta de ese país, y los dibujos manga paralos juegos de los ordenadores y los teléfonos móviles. B murió a la edad de noventa años de un mal extraño que los médicos nunca llegaron a diagnosticar con certeza, aunque las malas lenguas dijeron que era posible se tratara del sobreuso de ciertas partes de su anatomía, que a esa edad más vale dejar en paz. A murió al año exacto del fallecimiento de su esposo. A su funeral asistieron sus ochos hijos y cincuenta y seis nietos, a siete por pareja, lo que para regocijo de los habitantes del lugar, convirtió la penosa ceremonia en toda una fiesta.

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