La familia D
esta compuesta por cuatro elementos, dicho sea esto sin segundas intenciones (ni,
por otro lado, nada que la relacione con la tabla periódica de Mendeleiev), y
solo como recuento de su número de integrantes. Quienes también pueden ser ocho
e incluso más, en función de su estado de inspiración, la hora del día de que
se trate y sobre todo de la situación atmosférica.
No todos los
días son iguales, como bien sabe cualquiera que ponga los pies en la calle con
cierta frecuencia, o que sin hacerlo, se tome la molestia de mirar por la
ventana. Hay días lluviosos y nublados especialmente indicados para quedarse en
casa al amor de la lumbre, valga la metáfora, sobre todo si a tales características
se suma la de un frío intenso o la amenaza de la nieve o el pedrisco. Y hay
otros, en sentido contrario, en los que lo más recomendable es ponerse algo
ligero y salir a pasear al aire libre, con preferencia por los parques y
jardines si los hubiera, o a realizar bonitas excursiones por el campo o a la
orilla del mar, con el sol en lo alto durante horas. Etcétera, etcétera, que
tampoco es aquí cuestión de hacer una descripción detallada de las estaciones
del año y sus meteoros. Y que quede claro que nos referimos a aquellos lugares
del globo terrestre situados en las zonas de latitudes intermedias, o al menos
no en las proximidades del Ecuador o los Polos, donde el tiempo tiene antojos
que no me voy a entretener en describir aquí.
La clave de todo lo anterior, que como ha
quedado dicho afecta sobremanera a la familia que nos ocupa, es que se trata de
ventrílocuos. Todos ellos lo son desde poco después de romper a hablar, pues
incluso cuando de bebés solo balbuceaban, ya se podía distinguir en ellos unas
tonalidades diferentes según el tiempo o la hora del día de que se tratase. Al
parecer es una característica general heredada por vía materna debida a la
alteración de un gen en el pasado, según ha descubierto un eminente científico,
interesado en el caso. El padre estaría pues excluido, pero la convivencia
prolongada con su mujer ha hecho que siga la misma tendencia por un sencillo
proceso de mimesis.
Sin contar con
la facultad inherente a estos individuos para hablar con diferentes voces, y
solo refiriéndonos su estructura física observable desde el exterior, los
miembros de la familia son efectivamente cuatro, según quedó dicho más arriba.
Se trata de un matrimonio que aún no ha llegado a los cincuenta, y dos hijos
adolescentes, chica y chico, cada cual semejante a su progenitor del mismo sexo
hasta extremos sorprendentes. Una especie de clones, que añaden a sus
cualidades fonadoras un aspecto un tanto desasosegante, pues vistos a lo lejos
o a contraluz, resulta difícil distinguirlos. Una de las peculiaridades de esta
singular familia consiste en que su ventríloquismo no es voluntario, sino
natural, de tal manera que con frecuencia ellos mismos son incapaces de
controlar a los distintos personajes que les habitan, lo que por cierto origina
situaciones caóticas o surrealistas, pues no es frecuente que un chico que
apenas apunta una barba que merezca tal nombre, se dirija a su padre con una
voz cavernosa de barítono bajo, y que este le responda con la de una doncella
impúber. O que la hija adolescente intente entablar una conversación con su
propia madre como una vicetiple de revista, y esta le conteste con la de un
anciano que cuenta los días que le quedan sobre la superficie del planeta.
Al tener
conocimiento de las cualidades de esta familia, la industria cinematográfica y
los agentes teatrales pronto se han puesto en contacto con ella con el
comprensible propósito de sacar una buena tajada, pero la experiencia ha
demostrado casi de inmediato que tal cosa era imposible, pues el único
espectáculo que llegaron a representar resultó un auténtico fiasco. Los
personajes que cada uno de los miembros representaba de acuerdo a un guión,
acabaron liándose en un marasmo incomprensible, incapaces de seguirlo y
sorprendidos por sus habitantes interiores de una forma absolutamente
desmadrada. En la actualidad, solo la chica es requerida ocasionalmente por
ciertos estudios de doblaje para producciones de cine de terror y de cine B, en
las que alguna de las protagonistas interpreta papeles próximos a la niña de
“El exorcista”. Más raramente son reclamados colectivamente para algunos
programas de entretenimiento en la sobremesa de la televisión, en los que, al
verlos, el público duda si reírse a carcajadas o llorar de pena viendo su
lamentable representación.
Dentro de la casa
familiar, el padre, que es el que más tiempo puede estar en silencio por
razones obvias, según lo apuntado con anterioridad, quiere intentar algo a lo que él llama la
terapia del silencio, con objeto de que a través de la contención, acabe
saliendo en cada uno su auténtica voz interior, caso que existiera, claro está.
Sin embargo, hasta la fecha todos los ensayos realizados han terminado en un
fracaso lamentable, pues al cabo del rato, apenas pasados unos minutos, nadie
puede contenerse y se acaba organizando una inenarrable algarabía de voces y
gritos, que hacen de su domicilio una auténtica casa de locos. El problema,
además, puede agravarse en el futuro, pues una vez que han recobrado la calma,
todos manifiestan sentirse habitados por un ser que pugna por salir por las
buenas o por las malas de su interior. Y hablan de “La cosa” de John Carpenter y
de “Alien” Ridley Scott.
Afortunadamente,
en la actualidad parece existir para esta desgraciada familia un atisbo de
esperanza, a manos de un médico vienés pariente lejano, al parecer, de Sigmund
Freud. Este hombre tiene el convencimiento de que, independientemente de los
motivos estrictamente orgánicos que justifiquen el extraño padecimiento de la
familia D, todo se debe a una profunda represión de orden psicológico. Piensa
que aplicándoles una terapia mixta entre la del fundador del psicoanálisis, y
el psicodrama de Jacob L. Moreno, todo tendrá solución y cada cual recobrará su
voz original
La primera
sesión tendrá lugar en el salón de actos de la Casa Parroquial de la localidad.
Ya se han puesto a la venta las primeras localidades al asequible precio de 10
euros la butaca, algo bastante económico para las maravillas que piensan
contemplarse allí ese día. El obispado, no obstante, en previsión de que la función
pueda tomar un rumbo indeseado, ha previsto la presencia de dos exorcistas,
pues “en cualquier caso más vale prevenir” ha llegado a decir literalmente el
señor obispo. Seguiremos informando.
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