El mundo se divide en Arriba y Abajo. Grosso
modo. Pero también podría dividirse en Izquierda y Derecha o Adelante y Atrás.
Etcétera (…………): este lugar le corresponde rellenarlo a usted con el criterio
que le parezca adecuado. Después de todo, dividir algo en dos partes claramente diferenciadas es la
solución más fácil para cualquier tipo de problema no complejo. E incluso para
cualquier tipo de definición que requiera una comprensión rápida y una
descripción sencilla. Y una toma de partido inmediata. Claro que esto no
siempre es válido, pues en muchas ocasiones las diferencias entre las partes
son tan notorias (o difusas), que mencionar solo dos es una simplificación
evidente. Sin embargo, cuando decidí que había llegado el momento de deshacerme
de H, no tuve que realizar ningún esfuerzo para suponer en él solo dos partes. Le
maté de seis puñaladas en el tronco, el lugar más odioso de aquel individuo en
la medida que llegaba a alcanzar el ochenta por ciento de su cuerpo. Su cabeza
y sus piernas ni las consideré, pues en cualquier caso eran insignificantes en
comparación con aquella masa informe por encima de su cintura (ocupada sin duda
por los pulmones, pero básicamente por un vientre fuera de toda consideración).
Esta división del mundo mencionada al comenzar me facilitó mucho el trabajo, y
di gracias a Dios en aquellos momentos de tener las cosas claras, y no haberme
complicado con insignificancias. Con las piernas y la cabeza, quiero decir, que
hubiera hecho mi trabajo solo apto para profesionales cualificados. Charcuteros,
pongamos por caso.
Consumada la
tarea, que dada la oscuridad y la ausencia de testigos no fue complicada, tuve
que entretenerme en descuartizar a aquel individuo para poderlo meterlo en la
camioneta y llevármelo. Por increíble que parezca, sus extremidades y su
cabeza, a pesar de su volumen despreciable en comparación con el conjunto, no
encajaban de ninguna manera en el interior de la misma, por más que me empeñé
en acomodarlos debidamente. Así que tuve que entretenerme con el machete para
cortar tendones y ternillas para enterrarlo sin que le faltara nada. Yo era
ateo, pero Gordon no, y en caso de resurrección no sabía como podría
arreglárselas para salir andando, y en estos menesteres siempre he tratado de
tener en cuenta la opinión de la otra parte, la suya en este caso (más aún
tratándose de zombis). También tuve que hacerme cargo de algún que otro
menudillo fuera de control. Esa fue quizás la labor menos agradable porque a
decir verdad nunca he sido aficionado a la chacinería. Pecata minuta, de todas
maneras.
Este de todas
maneras fue un caso sencillo que poco tiempo después resolví con una fosa que
tenía preparada en el desierto, momento tras el cual di por finiquitada mi
trabajo agradeciendo a la geometría y al método abreviado de resolución de
problemas, la ayuda que me habían prestado para su resolución. Desgraciadamente
no todas las cosas de este mundo se pueden resolver de una forma tan simple.
Haciendo un paralelismo (traído por los pelos), esta forma de actuar es
generalmente conocida como maniqueísmo. O blanco o negro o esto o lo otro. El
problema del mal en cualquier caso, que muchos sitúan sin muchas cavilaciones
en el lugar donde ellos no están. Es decir: donde está el otro. Es el método
comúnmente empleado en la naturaleza por los animales. Sería inútil tratar de
hacerle ver a un león la crueldad que supone comerse a una cría de gacela, por
decir algo, o incluso comerse a su madre si no hubiera sido lo suficientemente
veloz para poner tierra de por medio. Este método, sin duda rudimentario, es
sin embargo utilizado por quienes diciéndose hijos de la Hélade, no dudan en
apostasiar de sus orígenes cuando, por ejemplo, llegado el caso, se pone un
negro por delante. O un moro, que hablando de colores, tampoco hay que buscar
contrastes demasiado evidentes.
No se trata por
tanto de considerar a lo extraño como ajeno, sino como enemigo. Algo a lo que
yo nunca he podido sustraerme a pesar de todas las referencias eruditas en
contra. Siempre me ha sido suficiente ver al otro como otro (como Otro, quiero
decir), para ponerme en guardia, y estar de inmediato preparado para la defensa.
Sin descartar, seamos sinceros, el ataque preventivo, hoy tan en boga.
Cualquier cosa que con independencia de la crueldad de los resultados, me
tuviera a mí como parte más favorecida.
Y siempre ha
sido así desde que era joven. No digo que adolescente, edad en la que uno anda
todavía más preocupado por otras urgencias, pero sí desde que supuse que la
supervivencia de algunos hacía peligrar la propia. La mía quiero decir.
No han sido
pocos desde entonces, como es comprensible, los que han dicho adiós a este
mundo llevados de un antojo que algunas tardes, sobre todo en verano, se me
hacía irresistible. Salía de casa ya de anochecida y buscaba lugares por los
que tenía la certeza que transitaban aquellos seres, y recurría al método
descrito al principio de estas líneas. Con él, todo resultaba sencillo. De dos
partes, siempre elegía la más evidente, y procedía. Las cunetas estarían llenas
de cadáveres si hubiera actuado con negligencia, pero, afortunadamente, a pocos
kilómetros de aquí se extiende un desierto inacabable donde los coyotes y las
aves carroñeras, tienen un apetito tan voraz que, para mi fortuna, no dejan ni
los huesos.
(*) Continuación de una frase (El mundo se
divide…) de Ernesto Sábato en “Sobre
héroes y tumbas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario