sábado, 28 de junio de 2014

DIVISIONES

 El mundo se divide en Arriba y Abajo. Grosso modo. Pero también podría dividirse en Izquierda y Derecha o Adelante y Atrás. Etcétera (…………): este lugar le corresponde rellenarlo a usted con el criterio que le parezca adecuado. Después de todo, dividir algo  en dos partes claramente diferenciadas es la solución más fácil para cualquier tipo de problema no complejo. E incluso para cualquier tipo de definición que requiera una comprensión rápida y una descripción sencilla. Y una toma de partido inmediata. Claro que esto no siempre es válido, pues en muchas ocasiones las diferencias entre las partes son tan notorias (o difusas), que mencionar solo dos es una simplificación evidente. Sin embargo, cuando decidí que había llegado el momento de deshacerme de H, no tuve que realizar ningún esfuerzo para suponer en él solo dos partes. Le maté de seis puñaladas en el tronco, el lugar más odioso de aquel individuo en la medida que llegaba a alcanzar el ochenta por ciento de su cuerpo. Su cabeza y sus piernas ni las consideré, pues en cualquier caso eran insignificantes en comparación con aquella masa informe por encima de su cintura (ocupada sin duda por los pulmones, pero básicamente por un vientre fuera de toda consideración). Esta división del mundo mencionada al comenzar me facilitó mucho el trabajo, y di gracias a Dios en aquellos momentos de tener las cosas claras, y no haberme complicado con insignificancias. Con las piernas y la cabeza, quiero decir, que hubiera hecho mi trabajo solo apto para profesionales cualificados. Charcuteros, pongamos por caso.
Consumada la tarea, que dada la oscuridad y la ausencia de testigos no fue complicada, tuve que entretenerme en descuartizar a aquel individuo para poderlo meterlo en la camioneta y llevármelo. Por increíble que parezca, sus extremidades y su cabeza, a pesar de su volumen despreciable en comparación con el conjunto, no encajaban de ninguna manera en el interior de la misma, por más que me empeñé en acomodarlos debidamente. Así que tuve que entretenerme con el machete para cortar tendones y ternillas para enterrarlo sin que le faltara nada. Yo era ateo, pero Gordon no, y en caso de resurrección no sabía como podría arreglárselas para salir andando, y en estos menesteres siempre he tratado de tener en cuenta la opinión de la otra parte, la suya en este caso (más aún tratándose de zombis). También tuve que hacerme cargo de algún que otro menudillo fuera de control. Esa fue quizás la labor menos agradable porque a decir verdad nunca he sido aficionado a la chacinería. Pecata minuta, de todas maneras.
Este de todas maneras fue un caso sencillo que poco tiempo después resolví con una fosa que tenía preparada en el desierto, momento tras el cual di por finiquitada mi trabajo agradeciendo a la geometría y al método abreviado de resolución de problemas, la ayuda que me habían prestado para su resolución. Desgraciadamente no todas las cosas de este mundo se pueden resolver de una forma tan simple. Haciendo un paralelismo (traído por los pelos), esta forma de actuar es generalmente conocida como maniqueísmo. O blanco o negro o esto o lo otro. El problema del mal en cualquier caso, que muchos sitúan sin muchas cavilaciones en el lugar donde ellos no están. Es decir: donde está el otro. Es el método comúnmente empleado en la naturaleza por los animales. Sería inútil tratar de hacerle ver a un león la crueldad que supone comerse a una cría de gacela, por decir algo, o incluso comerse a su madre si no hubiera sido lo suficientemente veloz para poner tierra de por medio. Este método, sin duda rudimentario, es sin embargo utilizado por quienes diciéndose hijos de la Hélade, no dudan en apostasiar de sus orígenes cuando, por ejemplo, llegado el caso, se pone un negro por delante. O un moro, que hablando de colores, tampoco hay que buscar contrastes demasiado evidentes.
No se trata por tanto de considerar a lo extraño como ajeno, sino como enemigo. Algo a lo que yo nunca he podido sustraerme a pesar de todas las referencias eruditas en contra. Siempre me ha sido suficiente ver al otro como otro (como Otro, quiero decir), para ponerme en guardia, y estar de inmediato preparado para la defensa. Sin descartar, seamos sinceros, el ataque preventivo, hoy tan en boga. Cualquier cosa que con independencia de la crueldad de los resultados, me tuviera a mí como parte más favorecida.
Y siempre ha sido así desde que era joven. No digo que adolescente, edad en la que uno anda todavía más preocupado por otras urgencias, pero sí desde que supuse que la supervivencia de algunos hacía peligrar la propia. La mía quiero decir.
No han sido pocos desde entonces, como es comprensible, los que han dicho adiós a este mundo llevados de un antojo que algunas tardes, sobre todo en verano, se me hacía irresistible. Salía de casa ya de anochecida y buscaba lugares por los que tenía la certeza que transitaban aquellos seres, y recurría al método descrito al principio de estas líneas. Con él, todo resultaba sencillo. De dos partes, siempre elegía la más evidente, y procedía. Las cunetas estarían llenas de cadáveres si hubiera actuado con negligencia, pero, afortunadamente, a pocos kilómetros de aquí se extiende un desierto inacabable donde los coyotes y las aves carroñeras, tienen un apetito tan voraz que, para mi fortuna, no dejan ni los huesos.


(*)   Continuación de una frase (El mundo se divide…) de   Ernesto Sábato en “Sobre héroes y tumbas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario