jueves, 21 de diciembre de 2017

PROSAS GAMBERRAS - Creencias



2.- Creencias.

Creo en un dios creador de todo lo existente, ubicuo, omnipotente, omnisciente y personal. Y en este último sentido, equiparable al ser humano, hecho a su imagen y semejanza pero menos guapo, eso fijo. Creo en su pertenencia al sexo masculino aunque no ejerza, añadiendo en cualquier caso, que por su carácter y actitud, no tiene nada que envidiar de las virtudes que adornan al femenino, pues incluso puede llegar a parecer coqueto. Este ser o como quiera llamarse, se creó mediante un proceso autogenerativo en el principio de los tiempos que, sorprendentemente, también fueron creados por él mismo, desdoblándose hacia atrás mediante un retroceso de difícil explicación para los profanos en física cuántica y saltos de trampolín. Y poco más puede decirse de esta creencia mía, tan íntima que casi me da pudor hacer pública. Quizás solo añadir que este dios es muy celoso de su status,  y exige ser reconocido tanto en la fortuna como en la adversidad, situación dura esta última, para la cual sin embargo dispuso la creación del Cuerpo de bomberos y las salas de urgencias de los hospitales de cierta entidad. A él personalmente, dada su categoría, las dificultades de sus súbditos le importan tres cojones.

Creo en un ser incognoscible que, sin embargo, puede ser representado bajo cualquier forma o advocación, y que por lo tanto, está en el origen de lo que se ha dado en denominar panteísmo, que lo mismo puede hacerse evidente en la descarga de electrones de un rayo en un día de tormenta, que en una simple patata, kartofen en Centroeuropa. Este ser, sin embargo, no tiene nada que ver con el mundo físico, que solo puede ser considerado como una emanación de su verdadera sustancia. Noúmeno para los antiguos griegos. Su actividad principal se manifiesta a través de las cuatro grandes fuerzas de la naturaleza, especialmente de la menos significativa de ellas, la fuerza nuclear débil, principio, no obstante, creador de la energía nuclear y por ende de la bomba atómica, de la que dice sentirse muy orgulloso. Y eso es todo. Si acaso valorar finalmente su humildad, pues si puede representarse con propiedad en un artículo de lujo de Loewe o similares, no pone ninguna objeción en hacerlo de la misma manera en una baratija de bisutería que cualquiera pueda llevar en el bolso, la mariconera o el bolsillo de los vaqueros sin el mínimo desdoro. Puestos a elegir, es algo a tener en cuenta.

Creo en la energía oscura, elemento dinamizador del universo que hace que este se desplace ad infinitum  a una velocidad muy superior a la de la luz, por raro que esto pueda parecer a los estudiantes de Física de primer curso. Esta energía, concebida en un principio por error por un sabio alemán apellidado Einstein, no puede ser captada sino en sus manifestaciones más evidentes, al hacer que las galaxias se alejen unas de otras a mayor velocidad cuanto más lejos estén del punto desde donde son observadas. No sé si me explico. En cualquier caso, no confundir este principio generador de la expansión ilimitada del cosmos, con la materia oscura que se limita a actuar en el interior de las galaxias, dotándolas de una masa impensable, observadas a ojo de buen cubero. La energía oscura se caracteriza por lo tanto por su velocidad desorbitada, y en ese sentido, equiparable a nivel casero con el famoso velocista jamaicano Usain Bolt, aunque no le importaría tampoco ser considerada cono un doble de Bob Marley, pero sin rastas.

Creo en la física cuántica aunque no la entienda de ninguna de las maneras, siendo en ese sentido un fiel seguidor de Niels Bohr, que afirmó que quien diga que la entiende es que no ha entendido nada. Yo, en ese sentido, ni lo intento. Dentro de ella me pirra  el principio de indeterminación de Heisenberg y el gato de Schrodinger, científicos que después de tirarse de los pelos durante muchos años, llegaron a darse cuenta de que venían a decir lo mismo, aunque no se me pregunten a mí en qué consistía tal cosa. Creo también en Max Planck, descubridor ad originem de la teoría de los cuantos, paquetes de energía de los que pueden tener noticia en cualquier texto elemental de esta bonita pero enrevesada asignatura. Creo asimismo en la equivalencia entre onda y partícula, asunto para cuya comprensión/no comprensión remito al texto mencionado con anterioridad. En ambos casos podrán verificar que ni por esas. Creo asimismo en un fenómenos sorprendente llamado entrelazamiento, mediante el cual un átomo situado en las inmediaciones de Cañada Real a la salida de Madrid por la carretera de Valencia, está íntimamente relacionado con otro ubicado en la constelación de Orión, en plena Vía láctea, pero a miles de años/ luz. Creo en resumidas cuentas en la física de partículas que subyace modestamente bajo la tosca apariencia de una mesa de madera, o en la etérea acrobacia de un saltador de altura en su fossbury más elaborado, pongamos para no ser machistas, que se trata de Ruth Beitia. Y que conste, no obstante, que cuando me inunda un fervor desbordante no tengo ningún inconveniente en postrarme de hinojos ante cualquier dios del Olimpo griego, ante Alá, Yahvé o Brama. O sus representantes en este planeta.

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