jueves, 21 de diciembre de 2017

PROSAS GAMBERRAS - Actividades



1.-Actividades

Llegados a este punto tengo que confesaros lo siguiente: supongamos que estoy viendo tranquilamente la televisión, por ejemplo, y de repente me dan por la cabeza así como unas corrientes que me dejan estupefacto y agitado. Y que como reacción inmediata, me incorporo y me pongo a pasear a lo largo y ancho del salón para tranquilizarme, o me tiro boca arriba en el suelo esperando la hora definitiva en forma de electrocución o afines. No creo que os sea difícil imaginar el panorama. Pasado sin embargo un rato, soy consciente de que no se trata de eso, me levanto y me asomo a la ventana buscando un aire que comienza a faltarme. La noche (porque este fenómenos siempre tiene lugar después del crepúsculo) es negra como boca de lobo, y apenas llego a atisbar los edificios colindantes y la calle aledaña, estando sus farolas apagadas por orden del ayuntamiento enajenado por una concepción mal entendida del ahorro energético. Al poco rato vuelvo a sentarme en el sofá a la espera de la siguiente descarga, pero suele ser en vano, pues estas corrientes solo aparecen  cuando menos se las espera. Decidme ahora que lo sabéis, si puede uno imaginar un porvenir más desasosegante.

En el colegio la actividad extraescolar de fútbol se desarrolla siguiendo un protocolo mal definido, que bien podría expresarse de la manera que se apunta a continuación. Los chicos salen de las clases con una evidente euforia al abandonar la labor más odiada de sus cortas vidas.  A saber: el mero hecho de tener que estudiar para el día de mañana llegar a ser unos hombres y mujeres de provecho y no unos simples mandriles, lo que, sin embargo, si lo confesaran con sinceridad, sería su aspiración más noble y profunda. O gorilas, en caso de tratarse de los más energéticos o bigardos. Una vez en el patio que hace las veces de terreno de juego, los equipos se sitúan a su aire, enfrentados unos a otros a lo largo del perímetro del lugar, con varias porterías y balones. Nunca menos de cinco de ambos artefactos, para hacer más prolífica la cosecha de goles, teniendo en cuenta que por cada una de las primeras puede haber dos porteros, y que los balones nunca deben pesar menos de tres kilos por unidad. El partido se juega sin reglas, o lo que es lo mismo: todos a por todas y maricón el último. A la media hora, tiempo que dura el recreo, los equipos se retiran satisfechos de haber colmados sus anhelos, a la espera de que sus componentes comiencen a echar pelo para transformarse en ingenieros de caminos puertos y canales, o técnicos informáticos a gusto del consumidor y satisfacción, en cualquier caso, del Mercado. Lo mismo puede decirse de las chicas, a ver si uno va a ser considerado un machista irredento, y tal no es el caso.

La actividad que desarrolla Leonor consiste en acuchillar el parquet de su casa los días pares y encerarlo los impares o viceversa, que no tengo información precisa al respecto, y verdaderamente no tiene demasiada importancia. El problema de Leonor, no obstante, es que realizar tal faena en una casa de apenas cien metros cuadrados (es la media), no le lleva más allá de quince días, por lo que cada mes aproximadamente debe comprarse otra para continuar su trabajo. El problema es menor del que podría uno imaginar, porque dicha señora es rica y su cuenta corriente lo suficientemente holgada como para comprar tantas casas como le salga del coño. Si Leonor fuera simplemente una cajera de Carrefour, Alcampo o el Corte Inglés y viviera de ello, estaríamos hablando de algo diferente, y con seguridad de una afición frustrada. Y lo mismo sucedería en el caso de fregar escaleras o ser una camarera de habitaciones de un hotel de cinco estrellas, incluso el Ritz o el Waldorf Astoria. Podría, sin embargo, atenuar su dolor si aún así, fuera propietaria de un pequeño apartamento con suelo de losetas en el barrio de Orcasitas. O donde cojones pudiera vivir, que no va a estar una al corriente de tantos detalles. Y aquí me callo, porque cuando hablo de este tipo de actividades tan estrambóticas, me asalvajo mucho y empiezo a soltar todo tipo de barbaridades.

Si fuéramos buenos, es posible que no llegásemos a morir y viviéramos por siempre jamás. Ad aeternum, como diría el clásico latino. Tal es la conclusión a la que han llegado un grupo de científicos del Laboratorio de Inventos Raros de Silycon Valley en California, Estados Unidos. No obstante, se sabe que tal supuesta felicidad acarrearía innumerables problemas a tales buenos, especialmente en sus momentos de ocio y asueto, que prácticamente serían todos, puesto que no debe olvidarse que la mayoría de los óbitos se producen después de la jubilación. La contemplación del cosmos es una posibilidad con ciertas ventajas, al ser este prácticamente infinito, pero temen los científicos a los que se ha hecho referencia, que tal hecho acabe aburriendo a los espectadores y se establezca entre ellos un hastío insoportable con las consecuencias que son de imaginar. Otra posibilidad que se abre para esta gente son los juegos de pelota indiscriminados (solo hay que considerar la infinidad de ellos con los que el común de los mortales se idiotiza a diario mientras aún respiran). Es posible que, más bien pronto que tarde, la confusión sea de tal calibre, que la mayor parte de esos buenos inmortales comenzarían a cometer todo tipo de tropelías para dejar de serlo, y poder  descansar en paz definitivamente. Creo que se me entiende. No se descarta no obstante que surjan verdaderos adictos al aburrimiento y el dolce far niente. Auténtico colgados que, con independencia de su apego a los teléfonos móviles, no pongan el menor inconveniente en pasar los milenios e incluso los eones que les queden por delante, papando moscas.

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