1.-Actividades
Llegados a este punto tengo que confesaros lo
siguiente: supongamos que estoy viendo tranquilamente la televisión, por
ejemplo, y de repente me dan por la cabeza así como unas corrientes que me
dejan estupefacto y agitado. Y que como reacción inmediata, me incorporo y me
pongo a pasear a lo largo y ancho del salón para tranquilizarme, o me tiro boca
arriba en el suelo esperando la hora definitiva en forma de electrocución o
afines. No creo que os sea difícil imaginar el panorama. Pasado sin embargo un
rato, soy consciente de que no se trata de eso, me levanto y me asomo a la
ventana buscando un aire que comienza a faltarme. La noche (porque este
fenómenos siempre tiene lugar después del crepúsculo) es negra como boca de
lobo, y apenas llego a atisbar los edificios colindantes y la calle aledaña,
estando sus farolas apagadas por orden del ayuntamiento enajenado por una
concepción mal entendida del ahorro energético. Al poco rato vuelvo a sentarme
en el sofá a la espera de la siguiente descarga, pero suele ser en vano, pues
estas corrientes solo aparecen cuando
menos se las espera. Decidme ahora que lo sabéis, si puede uno imaginar un
porvenir más desasosegante.
En el colegio la actividad extraescolar de fútbol
se desarrolla siguiendo un protocolo mal definido, que bien podría expresarse
de la manera que se apunta a continuación. Los chicos salen de las clases con
una evidente euforia al abandonar la labor más odiada de sus cortas vidas. A saber: el mero hecho de tener que estudiar
para el día de mañana llegar a ser unos hombres y mujeres de provecho y no unos
simples mandriles, lo que, sin embargo, si lo confesaran con sinceridad, sería
su aspiración más noble y profunda. O gorilas, en caso de tratarse de los más
energéticos o bigardos. Una vez en el patio que hace las veces de terreno de
juego, los equipos se sitúan a su aire, enfrentados unos a otros a lo largo del
perímetro del lugar, con varias porterías y balones. Nunca menos de cinco de
ambos artefactos, para hacer más prolífica la cosecha de goles, teniendo en cuenta
que por cada una de las primeras puede haber dos porteros, y que los balones
nunca deben pesar menos de tres kilos por unidad. El partido se juega sin
reglas, o lo que es lo mismo: todos a por todas y maricón el último. A la media
hora, tiempo que dura el recreo, los equipos se retiran satisfechos de haber
colmados sus anhelos, a la espera de que sus componentes comiencen a echar pelo
para transformarse en ingenieros de caminos puertos y canales, o técnicos informáticos
a gusto del consumidor y satisfacción, en cualquier caso, del Mercado. Lo mismo
puede decirse de las chicas, a ver si uno va a ser considerado un machista
irredento, y tal no es el caso.
La actividad que desarrolla Leonor consiste en
acuchillar el parquet de su casa los días pares y encerarlo los impares o
viceversa, que no tengo información precisa al respecto, y verdaderamente no
tiene demasiada importancia. El problema de Leonor, no obstante, es que
realizar tal faena en una casa de apenas cien metros cuadrados (es la media),
no le lleva más allá de quince días, por lo que cada mes aproximadamente debe
comprarse otra para continuar su trabajo. El problema es menor del que podría
uno imaginar, porque dicha señora es rica y su cuenta corriente lo
suficientemente holgada como para comprar tantas casas como le salga del coño.
Si Leonor fuera simplemente una cajera de Carrefour, Alcampo o el Corte Inglés
y viviera de ello, estaríamos hablando de algo diferente, y con seguridad de
una afición frustrada. Y lo mismo sucedería en el caso de fregar escaleras o
ser una camarera de habitaciones de un hotel de cinco estrellas, incluso el
Ritz o el Waldorf Astoria. Podría, sin embargo, atenuar su dolor si aún así,
fuera propietaria de un pequeño apartamento con suelo de losetas en el barrio
de Orcasitas. O donde cojones pudiera vivir, que no va a estar una al corriente
de tantos detalles. Y aquí me callo, porque cuando hablo de este tipo de
actividades tan estrambóticas, me asalvajo mucho y empiezo a soltar todo tipo
de barbaridades.
Si fuéramos buenos, es posible que no
llegásemos a morir y viviéramos por siempre jamás. Ad aeternum, como
diría el clásico latino. Tal es la conclusión a la que han llegado un grupo de
científicos del Laboratorio de Inventos Raros de Silycon Valley en California,
Estados Unidos. No obstante, se sabe que tal supuesta felicidad acarrearía
innumerables problemas a tales buenos, especialmente en sus momentos de
ocio y asueto, que prácticamente serían todos, puesto que no debe olvidarse que
la mayoría de los óbitos se producen después de la jubilación. La contemplación
del cosmos es una posibilidad con ciertas ventajas, al ser este prácticamente
infinito, pero temen los científicos a los que se ha hecho referencia, que tal
hecho acabe aburriendo a los espectadores y se establezca entre ellos un hastío
insoportable con las consecuencias que son de imaginar. Otra posibilidad que se
abre para esta gente son los juegos de pelota indiscriminados (solo hay que
considerar la infinidad de ellos con los que el común de los mortales se
idiotiza a diario mientras aún respiran). Es posible que, más bien pronto que
tarde, la confusión sea de tal calibre, que la mayor parte de esos buenos
inmortales comenzarían a cometer todo tipo de tropelías para dejar de serlo, y poder
descansar en paz definitivamente. Creo
que se me entiende. No se descarta no obstante que surjan verdaderos adictos al
aburrimiento y el dolce far niente. Auténtico colgados que, con
independencia de su apego a los teléfonos móviles, no pongan el menor
inconveniente en pasar los milenios e incluso los eones que les queden por
delante, papando moscas.
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