domingo, 20 de octubre de 2019

LAUREANA II


Pero a decir verdad, lo que verdaderamente preocupa de Laureana son sus ausencias. Está allí, es cierto, y puede en algunas ocasiones intervenir y decir cualquier frivolidad, pero todos somos conscientes de que en realidad está en otro lugar. Dónde, ni ella misma lo sabe si fuera preguntada sobre tal hecho. Pero es algo evidente para pasar inadvertido, téngase en cuenta que nos conocemos hace ya demasiado tiempo, y entre nosotros nada se nos escapa. Como una gran familia que a pesar de ignorarse aparentemente, todos están al corriente de todos hasta en los menores detalles. En cuanto a Laureana concretamente (que, por cierto ¿a quién se le ocurrió llamarla así?: ella nunca lo dice), cabe, sin embargo, decir que en esos momentos de ausencia puede a pesar de todo decir algo, y si no exactamente decir, sí balbucear. Palabras inconexas, frases sin sentido, que no aportan nada en concreto a la reunión, pero que hacen que todos nos miremos entre sorprendidos y expectantes ¿Cuál será la palabra o la frase siguiente? Porque hay días en los que alguna de ellas hace que una vez dicha, todo  transcurra para nosotros por unos derroteros totalmente imprevistos. Quiere decir esto que si el tema tratado hasta ese momento era la incapacidad de los políticos para pasar de la teoría a la práctica y hacer creíbles sus decisiones, a partir de ese momento da un giro imprevisto y de buenas a primeras el tema en cuestión no tiene en absoluto nada que ver con lo antedicho. Por ejemplo, retomando un asunto tratado con anterioridad, puede ocurrir que de buenas a primeras nos veamos sumergidos en un acalorado debate sobre la importancia de la red fluvial para el transporte de la madera desde los aserraderos río arriba (o selva adentro). Y hablamos de nuevo del Amazonas, como cualquiera que esté al corriente de los temas que interesan a Laureana, habrá captado de inmediato.
                    Pues hasta aquí otra de las características de esta singular mujer, que a pesar de sus profundos silencios o sus interminables peroratas, nos sorprende en ocasiones con decires que no pueden ser fácilmente clasificados en ninguna de las narrativas vulgarmente tratadas. O sí, podría quizás decirse que se trata de aforismos, máximas, sentencias, consignas, conceptos o todo lo que usted quiera, pero verdaderamente nada que hasta ahora haya sido explicado con cierta coherencia en ningún tratado de términos literarios al uso. Y que conste que para algunos esta característica de Laureana no es siempre bienvenida, en la medida que suele actuar como un punto y aparte, casi como una cizalla que cercena el flujo previo de la conversación que hasta ese momento transcurría de forma placentera. “Altramuz”, puede exclamar por ejemplo en un momento dado, y todo da un giro imprevisto, y lo que se trataba del fútbol de aquella tarde- la mayoría de las veces somos previsibles e incluso vulgares- se ve de repente inmerso en unas disquisiciones desquiciantes sobre el origen de tal vocablo. Que si árabe o estrictamente autóctono, o de origen indudablemente cervantino. La locura. Un desastre que hace que no pocas veces, algunos den por finalizada la reunión y no pocos, despechados hinchas de cualquiera de los equipos sobresalientes, abandone el lugar sin ni siquiera despedirse de Laureana.

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