sábado, 8 de agosto de 2015

TINITUS



-Me llama Katty y me dice que tiene el convencimiento de que los asesinatos de Almería tienen algo que ver con el choque de trenes en las cercanías de Moscú, que es algo demasiado evidente. Pienso de inmediato que esa chica está loca. Hace un par de años que no sabía nada de ella, y de buenas a primeras, sin ni siquiera saludarme, me viene con esas. Disimulo, finjo no oír nada por problemas, cuelgo y sigo escuchando los conciertos para trompa de Mozart. A los pocos minutos me doy cuenta que no soy capaz de concentrarme y apago el equipo de música. Estoy perplejo y casi temblando. El silencio hace que se recrudezcan mis acúfenos habituales. Un sonido agudo y penetrante que en algunas ocasiones tengo la sensación de que podría volverme loco. Como a Katty, la pobre, que creo que ya lo está. Vuelvo a poner a Mozart.
- Katty vuelve a llamar y me dice que antes tuvo que colgar pues alguien la estaba espiando, y no quiere que nadie más que yo se entere de lo que le pasa. Tiene la certeza de que ETA la persigue, y que también lo hacen los propietarios del club donde tiempo atrás servía copas, bailaba y hacía pasarela. Vuelvo a decirme que esta mujer esta mal de la cabeza. Rematadamente mal y alguien debería ayudarla, por eso esta vez no cuelgo y la sigo la corriente durante un rato. Dice que está segura que todo lo anterior está escrito en algún lado, y que si la dejara venir a casa podríamos comprobarlo en mi ordenador. Se trata de algo en el fondo relacionado con la tabla periódica de elementos, “con la química y todo eso” concluye. Le digo que me llame la próxima semana porque en unas horas tengo que salir al extranjero por un asunto de trabajo urgente. No le doy tiempo a contestar y cuelgo. Vuelvo a poner algo de Mozart, esta vez las sonatas para violín y piano. No puedo concentrarme y lo apago. Vuelven los acúfenos, pero esta vez me mantengo en silencio dispuesto a soportarlos, o a ver adonde podrían conducirme. Al poco rato decido abrir la ducha del cuarto de baño cercano. El ruido del agua cayendo me relaja. A los sufrientes de tinitus, Aristóteles  les recomendaba la proximidad de las fuentes. No es lo mismo, pero trato de echarle imaginación y funciona.
El lunes por la maña Katty se presenta en casa. Llama desde el telefonillo de la calle y me ruega que le abra enseguida porque unos tipos la persiguen y ya están llegando. Lo hago, y ya adentro me pregunta inmediatamente donde está el ordenador. “Es la única manera, aunque tú no te lo creas” me dice. Según ella todo se trata de una conspiración mundial para destruirla. En principio trato re razonar mínimamente, pero pronto me doy cuenta que es inútil. Sentada frente al ordenador se mete en algunas webs que dice conocer y teclea frenéticamente sin ton ni son al tiempo que exclama con euforia “¿ves? ¿ves?”. Lo cierto es que yo no veo nada excepto su locura. Cuando termina con la convicción de haber dado con la clave del complot, se dirige a mi hablando torrencialmente de la misma manera que lo haría con cualquier otro que tuviera cerca. De repente empieza a cabecear. Dice que está agotada y que quiere dormir. La llevo a la habitación del fondo y se echa en la cama que tengo allí preparada. Salgo y me tomo de inmediato un valium con dos vasos de vino, luego me voy a mi habitación y cierro con pestillo por dentro. Tengo miedo. Vuelven los acúfenos y esta vez soy incapaz de recurrir a Aristóteles.

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