domingo, 30 de agosto de 2015

ALAMBIQUES




-El mundo no es lo que debiera ser, dijo A.
-Lo que debería ser, corrigió B.
-A: Es lo mismo.
-B: No, si lo fuera no existirían los tiempos verbales.
-A: Los tiempos verbales son un invento de los gramáticos para ganarse la vida y complicársela a los demás.
-B: El mundo no es lo que debería ser, insisto.
-A: La semántica lo único que ha hecho es traer la confusión a este mundo. Después e todo el tiempo no existe, y por lo tanto los tiempos verbales son inútiles.
-B: Eso en todo caso es física, y no de la mejor. Para lo que a nosotros nos interesa, no es lo mismo ahora que ayer o mañana, y en cada caso existe una forma precisa para expresarlo. Lo demás es confusión.
-A: Ganas de complicarse la vida. Bastaría con el sustantivo.
-B: Es discutible, pero tal hecho se prestaría a confusiones terribles.
-A: Lo terrible también depende del criterio con que se aborde el tema de que se trate. En realidad todo es una cuestión de criterios. El mundo sería muy diferente si la gente comprendiera algo tan simple.
-B: Por lo que dice, mi criterio respecto a usted es que es usted excesivamente simplificador, porque el análisis de lo que sea requiere un mínimo de discriminación. No es lo mismo un perro que un gorila.
-A: Mamíferos, eso es todo.
-B: Esa es una forma de ver las cosas insuficiente y de corto alcance.
-A: Es posible, pero mi vida es mucho más sencilla desde que me lo tomo así.
-B: Quizás  deba admitir que tiene usted algo de razón, pero no toda la razón.
-A: Matices para justificar su incapacidad. Adoro lo simple. Hay que purgar al lenguaje de una complejidad innecesaria. Mi sistema es la decantación resultante de una idea que puso en marcha Wittgenstein el siglo pasado.
-B: Cuestión de alambiques y retortas, por lo tanto…
-A: Ya empieza usted con sus complicaciones.

POLÍTICOS



-Todo iría mucho mejor sin los políticos, dijo A.
-Pero alguien tiene que organizar la sociedad, añadió B.
A-No necesariamente. Hay sistemas autoorganizados que no necesitan que nadie los dirija.
B-En el caso de los seres humanos sería un caos.
A-La naturaleza se organiza a sí misma. Dios no es necesario, lo dicen los grandes científicos. Stephen Hawkings últimamente, por cierto.
B-Hawkings es un impedido, y por lo tanto un resentido. Su opinión no deja de ser una venganza.
A-Sea lo que fuere en mi opinión tiene razón. Y además, otros muchos antes que él han dicho lo mismo.
B-Las normas y la administración son imprescindibles para vivir en sociedad, de otra manera esto sería la selva.
A-La selva se defiende perfectamente a sí misma, recuérdelo. Sus problemas empezaron cuando nosotros llegamos y empezamos a destruirla.
B-Simplificaciones, maledicencias. ¡Qué sería de Kenia, el Congo, Uganda o Vietnam sin carreteras! Un desastre.
A-Eso es salirse por la tangente. Es el exceso de organización el que a larga puede organizar el caos.
B-El caos en ocasiones es solo una apariencia. Sin boletines del estado estaríamos perdidos. La letra pequeña es imprescindible.
A-La letra pequeña es una forma de engaño, y en general una contradicción de lo afirmado con anterioridad. Una estafa.
B-Que ni siquiera estamos de acuerdo nosotros dos ya es una manera de hacer patente que se necesita una regulación, y por lo tanto un regulador..
A-A usted lo que en el fondo le gusta es que le manden. Eso es todo.
B-Precisamente eso es lo que pasaría si no hubiera leyes. Imperaría la ley del más fuerte, y necesitamos acuerdos y no imposiciones.
A-Es usted un optimista. El lenguaje después de todo es un engaño. Ya lo dijo Wittgenstein.
B-Un engaño imprescindible, no lo olvide.

sábado, 8 de agosto de 2015

TINITUS DOS



- Cuando me levanto, Katty se ha ido sin decirme nada y sin ni siquiera dejarme una nota. Después de todo en su estado es lo normal. No vuelvo a saber nada de ella durante meses. Un día de repente recibo una llamada suya desde un bar de copas de Barcelona. Dice que está mejor y que ya no la persiguen. Trabaja en un local de ambiente, que por lo que me cuenta es una especie de puticlub, valga la expresión. Alterna con los clientes pero no sale con ellos forzosamente. Baila sobre una tarima por turno con el resto de las chicas, y cuando termina el suyo pasa al peep-show, que le gusta bastante aunque me parezca mentira. Le gusta que los hombres la vean desnuda y se masturben al otro lado de las ventanillas, parte del dinero que echan para verla es para ella. Es bastante feliz, acaba diciendo, aunque en el tono de su voz percibo que ya tiene varias copas encima.
- Un mes después Katty me llama desde Barajas. Ha vuelto y no sabe que hacer ni a donde ir. Me aguanto las ganas de colgar y la voy a recoger. Está muy mal, medio zombi y tiene algunos moratones en la cara. Dice que se ha caído, pero estoy seguro que la han pegado. La han echado del trabajo y está segura que los dueños pronto empezarán a perseguirla. No quiero meterla en casa y la llevo a una pensión barata en el centro de Madrid, al menos allí tendrá un lugar para dormir y descansar. Le dejo pagado medio mes y le doy unas pesetas para que sobreviva durante ese tiempo. Me da mucha pena esa mujer que no tiene literalmente a nadie en el mundo. Algunos días voy a verla. Subo a su habitación y la encuentro siempre tumbada en la cama, yo me siento en la única silla y trato de charlar con ella, pero no es fácil. Ha caído en una especie de mutismo y al parecer no tiene nada que decir. Algunos días, sin embargo, me pide que le lea algún cuento de Chéjov de un libro que tiene de ese escritor que le regaló hace años un amigo suyo fotógrafo, con el que vivió durante un tiempo. Sobre todo le gusta que le lea pasajes de “El beso”, aunque la verdad es que suele quedarse dormida al poco de empezar.
-Un día me pide que la baje al bar de abajo. Pide una cerveza, pero yo insisto en que se tome un café y finalmente accede a ello. Me dice que le gustaría volver a Bielorrusia, a Kiev donde tiene una hermana casada de la que nunca antes me había hablado. El problema me dice “es que es muy puta, más que yo”, y me lo repite varias veces, pero quizás se apiade de ella y esa sea la única solución. Esa mujer me da mucha pena y me siento incapaz de dejarla abandonada y desparecer, que sería la opción más razonable. De cualquier forma, le pago otros quince días de pensión y durante ese tiempo me dedico con ella a recorrer varias instituciones oficiales de beneficencia por si pudieran hacerse cargo de ella. Es inútil. La llevo al psiquiatra de la Seguridad Social que al parecer la trató tiempo atrás. Le vuelve a recetar Haloperidol e insiste en que no beba ni esnife cocaína, y menos que heroína, como al parecer hizo en otro tiempo.
-Me siento bastante desesperado, y no me valen los razonamientos cuando me digo que después de todo, yo no tengo nada que ver con esa mujer, ni soy en absoluto responsable de su enfermedad ni su situación. Pero no me sirve, se ha vuelto para mí como una hija a la que no puedo abandonar. Un día la llevo a Aranjuez y visitamos el palacio. Ella mira todo con una mezcla de asombro y perplejidad, y lo único que de vez en cuando se le ocurre decir es que debe ser muy bonito eso de ser rey o reina y asistir a fiestas y llevar trajes muy bonitos. Le digo que seguro que sí porque no quiero romper su sueño. Luego paseamos al borde del río, visitamos el embarcadero y el museo de falúas reales. Luego visitamos la Casita del Labrador y paseamos entre los árboles en el maravilloso jardín tan famoso en todo el mundo. Según vamos andando, le tarareo lo mejor que puedo la inolvidable música del maestro Rodrigo. Al final, no puedo reprimirme durante más tiempo y me echo a llorar. Ella me mira asombrada y me dice “No seas tonto…” Luego se calla durante unos momentos para decirme a continuación “Estoy segura que si hubiéramos sido otras personas, podríamos haber sido muy felices…”. Le digo que estoy de acuerdo y rápidamente nos metemos en el coche para volver a Madrid de inmediato. No puedo más y la dejo en la entrada de la pensión. Ninguno de los dos es capaz de decir ya ni una sola palabra.
- Dejo pasar varios días para recuperarme, y cuando vuelvo a la pensión me dicen que ya no está allí. Al parecer se fue al día siguiente de nuestra visita a Aranjuez. La llamo al móvil pero no contesta (siempre lo tenía sin saldo) y no vuelvo a saber nada de ella durante meses. Un día inopinadamente me llaman desde el telefonillo de la calle. Es ella otra vez. Por un momento se me pasa por la cabeza no abrirla, pero finalmente lo hago y sube a casa. Está horrible, pero sobre todo está embarazada (de cinco meses me dice riéndose estúpidamente). Lleva una bolsa del Corte Inglés con todas sus cosas y vive en la calle. Creo que me va a dar algo. Me echo a llorar de pena y desesperación. Quiere ducharse, pero la digo que no es posible, que no puede ser. Me pregunta por qué y estoy a punto de decirle una mentira, pero finalmente la miro a los ojos y le contesto que no puede ser porque no puede ser. Le digo que todo ha terminado y le indico el camino de la puerta. Katty no pone objeciones y me sigue como si lo que acabo de decirle fuera de lo más natural. No volvemos a hablar, y durante el recorrido en el coche hasta la estación del metro más cercana, tararea una canción que me recuerda a un aire eslavo que oí por primera vez siendo un niño, algo sobre los cisnes de Kamchatka. La dejo sobre la acera con su bolsa del Corte Inglés, y como despedida le digo que debe cuidarse y le doy dos besos en las mejillas. Adoro a esa mujer. Adoro a esa niña y la abndono a su suerte. Sé que nunca me lo voy a perdonar, pero ya en el coche trato de justificarme pensando que todos tenemos nuestros límites. Me duele el pecho como si fuera estallar, pero sé que voy a sobrevivir, que hasta el dolor se acaba, como dijo el poeta.
- Al llegar a casa pongo enseguida el equipo de música, el adagio de la serenata en si bemol Gran Partita de Mozart. Trato de no pensar pero me resulta imposible. Me imagino a Katty perdida en el laberinto del metro o dando a luz sola en un vertedero de las afueras. Es insoportable porque yo quería aquel ser humano pequeñito y vulnerable. Debí haber sido más valiente y haber hecho algo más por ella. Lloro en la cama desconsoladamente durante mucho tiempo, hasta que finalmente me quedo dormido. Al despertar, como si fuera una revelación recuerdo que Katty no se llamaba verdaderamente Katty sino Inna Pasthoukova, y era rusa. También me doy cuenta que por primera vez los oídos no me pitan, y que por lo tanto mi tinitus ha desaparecido. Eso me alivia y por unos instantes creo que puedo sonreír, aunque con él quizás también hayan desaparecido para siempre Aristóteles y las bellas fuentes de Atenas.

TINITUS



-Me llama Katty y me dice que tiene el convencimiento de que los asesinatos de Almería tienen algo que ver con el choque de trenes en las cercanías de Moscú, que es algo demasiado evidente. Pienso de inmediato que esa chica está loca. Hace un par de años que no sabía nada de ella, y de buenas a primeras, sin ni siquiera saludarme, me viene con esas. Disimulo, finjo no oír nada por problemas, cuelgo y sigo escuchando los conciertos para trompa de Mozart. A los pocos minutos me doy cuenta que no soy capaz de concentrarme y apago el equipo de música. Estoy perplejo y casi temblando. El silencio hace que se recrudezcan mis acúfenos habituales. Un sonido agudo y penetrante que en algunas ocasiones tengo la sensación de que podría volverme loco. Como a Katty, la pobre, que creo que ya lo está. Vuelvo a poner a Mozart.
- Katty vuelve a llamar y me dice que antes tuvo que colgar pues alguien la estaba espiando, y no quiere que nadie más que yo se entere de lo que le pasa. Tiene la certeza de que ETA la persigue, y que también lo hacen los propietarios del club donde tiempo atrás servía copas, bailaba y hacía pasarela. Vuelvo a decirme que esta mujer esta mal de la cabeza. Rematadamente mal y alguien debería ayudarla, por eso esta vez no cuelgo y la sigo la corriente durante un rato. Dice que está segura que todo lo anterior está escrito en algún lado, y que si la dejara venir a casa podríamos comprobarlo en mi ordenador. Se trata de algo en el fondo relacionado con la tabla periódica de elementos, “con la química y todo eso” concluye. Le digo que me llame la próxima semana porque en unas horas tengo que salir al extranjero por un asunto de trabajo urgente. No le doy tiempo a contestar y cuelgo. Vuelvo a poner algo de Mozart, esta vez las sonatas para violín y piano. No puedo concentrarme y lo apago. Vuelven los acúfenos, pero esta vez me mantengo en silencio dispuesto a soportarlos, o a ver adonde podrían conducirme. Al poco rato decido abrir la ducha del cuarto de baño cercano. El ruido del agua cayendo me relaja. A los sufrientes de tinitus, Aristóteles  les recomendaba la proximidad de las fuentes. No es lo mismo, pero trato de echarle imaginación y funciona.
El lunes por la maña Katty se presenta en casa. Llama desde el telefonillo de la calle y me ruega que le abra enseguida porque unos tipos la persiguen y ya están llegando. Lo hago, y ya adentro me pregunta inmediatamente donde está el ordenador. “Es la única manera, aunque tú no te lo creas” me dice. Según ella todo se trata de una conspiración mundial para destruirla. En principio trato re razonar mínimamente, pero pronto me doy cuenta que es inútil. Sentada frente al ordenador se mete en algunas webs que dice conocer y teclea frenéticamente sin ton ni son al tiempo que exclama con euforia “¿ves? ¿ves?”. Lo cierto es que yo no veo nada excepto su locura. Cuando termina con la convicción de haber dado con la clave del complot, se dirige a mi hablando torrencialmente de la misma manera que lo haría con cualquier otro que tuviera cerca. De repente empieza a cabecear. Dice que está agotada y que quiere dormir. La llevo a la habitación del fondo y se echa en la cama que tengo allí preparada. Salgo y me tomo de inmediato un valium con dos vasos de vino, luego me voy a mi habitación y cierro con pestillo por dentro. Tengo miedo. Vuelven los acúfenos y esta vez soy incapaz de recurrir a Aristóteles.

lunes, 3 de agosto de 2015

REINETAS



Puestos a decir algo, podríamos decir que Ulpiano vive en un mundo experimental, aunque sin duda cabrían otras denominaciones para expresarlo. Por ejemplo, que Ulpiano vive en un mundo inacabado o informe, cuya característica más reseñable es su variabilidad. Por decir algo concreto, Ulpiano puede estar subiendo por una escalera de su mundo, y ésta, en un momento dado, transformarse en una valla, que haga difícil si no imposible su equilibrio, por lo que deberá solventar el problema a toda prisa, de forma que pueda seguir adelante sin mayores consecuencias. Dar sentido a esa situación también puede resultar una opción, pero las consideraciones de orden filosófico deben siempre venir después de haber dado la respuesta acertada al problema físico previo.
Es pues también, de acuerdo con lo visto, un mundo peligroso, pues los cambios súbitos hacen que el sujeto afectado deba ingeniárselas de forma permanente para seguir adelante incólume. En el mundo de Ulpiano nada es lo que parece, o al menos nada es totalmente lo que parece. Una manzana, recurriendo a otro ejemplo, puede tener la apariencia de manzana, y el color y la textura de su piel incluso recordarnos a alguna de una clase bien definida, por ejemplo la reineta, pero una vez que se la muerde, saber totalmente diferente, pongamos que a melón. Y eso es lo sorprendente, y lo que hace del mundo de Ulpiano un mundo básicamente surrealista. El mismo Ulpiano, teniendo todo el aspecto de ser un homínido varón de la familia de los primates de mediana edad, puede en cualquier momento transmutarse en algo totalmente diferente. Y pasar, es un decir, de ser Ulpiano a ser Umpiano e incluso un piano, lo que puede resultar desternillante o dramático, según la situación en la que él o nosotros mismos en sus proximidades nos veamos envueltos.
Pero a estas alturas puedo ya certificar (he sido testigo en múltiples ocasiones de hechos que me han dado la experiencia necesaria) que Ulpiano acepta su naturaleza y la de su mundo con total naturalidad e incluso con satisfacción, aunque también es cierto que con una mezcla de asombro e inquietud, siendo la perplejidad una de las características más acentuadas en todos los habitantes del lugar. Sin duda esa es la razón por la que en los mismos, con independencia de sus rasgos propios, tengan un gesto que oscila entre la sorpresa y la estupefacción. Tal hecho es natural si se piensa en la naturaleza de su mundo, en el que sus habitantes se ven sometidos a un estrés continuo por su necesidad permanente de adaptarse a sus estructuras cambiantes. El mismo Ulpiano, como fácilmente se comprenderá, no siempre se reconoce como tal, y en ocasiones tiene consigo mismo conductas sorprendentes, pues no es lo mismo caminar tranquilamente por el campo contemplando el paisaje, que verse inopinadamente aporreado por los dedos vigorosos de un pianista interpretando una sonata para piano. Que sea de Mozart o Beethoven es, en principio, lo de menos.
Sirva todo lo anterior como advertencia para quien me lea, y decida seguir adelante y adentrarse en el mundo de Ulpiano. Debe ir bien pertrechado, no tener ideas fijas y estar dispuesto a abandonar las propias en cualquier momento. En ese mundo la versatilidad es una cualidad esencial para desenvolverse con cierta soltura, y que llegue a parecer un mundo como otro cualquiera. Un planeta del sistema solar ubicado en su zona templada donde los rayos solares, con todas las características que le son propias, no lleguen a abrasarlo ni a convertirlo en un carámbano. Aunque a Ulpiano, todo hay que decirlo, acostumbrado a múltiples metamorfosis a lo largo de su vida, posiblemente le tendría sin cuidado.