miércoles, 29 de abril de 2015

ÓRDENES



- Yo no hablo, eso que quede claro. Mi misión es dar órdenes. Que sean o no obedecidas nada tiene que ver conmigo

- Mi forma de expresarme puede resultar confusa, pues su finalidad no es ser comprendida sino ser escuchada y satisfacer al oyente de la misma manera con la que, con un poco de suerte, podría hacerlo un cuarteto de cuerda.

- Y aún más, hablar para mí es un ejercicio equivalente (con matices, desde luego) a pasear o ir al gimnasio. Las palabras, una vez fuera de mi boca, vuelan y olvidan que fueron dichas. Y que, por lo tanto, dejan de ser palabras y se convierten en otra cosa.

- La lección de hoy, a las que les ruego permanezcan atentos, trata de la importancia del silencio, sin el cual cualquier palabra resultaría impronunciable. El silencio es el lienzo que las hace posibles. Y, como es lógico, optaré por callarme.

- Permanezco atento a tu voz tratando de discriminar lo que me dices, pero por un proceso que no controlo, soy incapaz de hacerlo y captar su sentido. Algo me impulsa a imaginar en exclusiva al aire saliendo de tus pulmones, ascendiendo por tu tráquea y siendo modulada por tus cuerdas vocales, donde, afortunadamente, imagino a un pianista de renombre interpretando una sonata.

- La belleza de su voz superaba con mucho al sentido de lo que quería decirme. Y ante su asombro, yo permanecía mudo y casi absorto, sin contestarla. Sus palabras se deslizaban sobre mi entendimiento como cantos rodado sobre la superficie de un estanque, sin romperla. No quiso volver a verme.

- Poco después de conocernos empezaron nuestros problemas. Le gustaba mucho hablar, eso era evidente. Y a mí también, y en eso consistía la dificultad. Nuestras voces se superponían y entendernos resultaba más que difícil, imposible. Afortunadamente, antes de que la separación se hiciera imprescindible para que ambos recuperáramos la cordura,  nos dimos cuenta que con un poco de imaginación podíamos formar un elegante dúo para clarinete y oboe. Y eso hicimos: en el Auditorio tuvimos éxito.

- Quiero que permanezcas atenta a lo que voy a decirte. En nuestra relación es fundamental establecer un vínculo basado en la oralidad (por otro lado, nada freudiana). Interpretar lo que cada uno decimos en un sentido estricto, literal. No emplear vocablos que se presten a dobles sentidos o interpretaciones aleatorias. De no ser así, no nos entenderemos y tendré que recurrir a otros artificios para hacértelo saber. Y no te tomes esto como una amenaza, por más que me tiemblen las manos.

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