- Yo no hablo,
eso que quede claro. Mi misión es dar órdenes. Que sean o no obedecidas nada
tiene que ver conmigo
- Mi forma de
expresarme puede resultar confusa, pues su finalidad no es ser comprendida sino
ser escuchada y satisfacer al oyente de la misma manera con la que, con un poco
de suerte, podría hacerlo un cuarteto de cuerda.
- Y aún más,
hablar para mí es un ejercicio equivalente (con matices, desde luego) a pasear
o ir al gimnasio. Las palabras, una vez fuera de mi boca, vuelan y olvidan que
fueron dichas. Y que, por lo tanto, dejan de ser palabras y se convierten en
otra cosa.
- La lección de
hoy, a las que les ruego permanezcan atentos, trata de la importancia del
silencio, sin el cual cualquier palabra resultaría impronunciable. El silencio
es el lienzo que las hace posibles. Y, como es lógico, optaré por callarme.
- Permanezco
atento a tu voz tratando de discriminar lo que me dices, pero por un proceso
que no controlo, soy incapaz de hacerlo y captar su sentido. Algo me impulsa a
imaginar en exclusiva al aire saliendo de tus pulmones, ascendiendo por tu
tráquea y siendo modulada por tus cuerdas vocales, donde, afortunadamente,
imagino a un pianista de renombre interpretando una sonata.
- La belleza de
su voz superaba con mucho al sentido de lo que quería decirme. Y ante su
asombro, yo permanecía mudo y casi absorto, sin contestarla. Sus palabras se
deslizaban sobre mi entendimiento como cantos rodado sobre la superficie de un
estanque, sin romperla. No quiso volver a verme.
- Poco después
de conocernos empezaron nuestros problemas. Le gustaba mucho hablar, eso era evidente.
Y a mí también, y en eso consistía la dificultad. Nuestras voces se superponían
y entendernos resultaba más que difícil, imposible. Afortunadamente, antes de
que la separación se hiciera imprescindible para que ambos recuperáramos la
cordura, nos dimos cuenta que con un
poco de imaginación podíamos formar un elegante dúo para clarinete y oboe. Y
eso hicimos: en el Auditorio tuvimos éxito.
- Quiero que
permanezcas atenta a lo que voy a decirte. En nuestra relación es fundamental
establecer un vínculo basado en la oralidad (por otro lado, nada freudiana).
Interpretar lo que cada uno decimos en un sentido estricto, literal. No emplear
vocablos que se presten a dobles sentidos o interpretaciones aleatorias. De no
ser así, no nos entenderemos y tendré que recurrir a otros artificios para
hacértelo saber. Y no te tomes esto como una amenaza, por más que me tiemblen
las manos.
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