martes, 7 de octubre de 2014

RELIGIONES

He fundado una religión que consiste en mirar a las nubes y viajar a Budapest al menos una vez en la vida. Nada más. No se tiene que practicar ningún otro rito ni cumplir unos mandamientos, aunque estará bien visto tener en cuenta algunas recomendaciones, entre las que destaca la improcedencia del asesinato de inocentes. Quien observe estas dos cosas tan sencillas será recompensado con un estado de beatitud semi permanente durante su vida física, pues no se garantiza en absoluto que exista otra a partir de la muerte. De hecho, esa creencia será considerada como un error que no colaborará en absoluto al relajamiento mencionado más arriba.
La guerra, y esta es una de las piedras angulares de la religión recién creada, solo podrá declararse en caso de fuerza mayor. Por ejemplo, una hambruna inmerecida o una invasión sin razones objetivas. El pecado será abolido al considerarse que la naturaleza humana es dual, y en ocasiones se ve inclinada al mal sin que podamos remediarlo, lo que no quiere decir que determinados actos sean castigados severamente, como la violación sin resistencia previa, y la masturbación compulsiva, caso de ser verificadas. Sin embargo, no se trata del zoroastrismo.
Hombres y mujeres podrán yacer juntos sin necesidad de ningún vínculo oficial, civil o religioso, pero deberán pasear todos los atardeceres cogidos de la mano, contemplando las nubes, como ya quedó dicho. No será necesario de tal manera viajar a Budapest. En caso de que la nubosidad sea escasa en función de una humedad relativa muy baja, los interesados podrán mirar el cielo azul durante unos instantes y será suficiente. Los colores elementales es lo que tienen.
Es esta que acabo de crear una religión para ateos, pues la fe en Dios no es en absoluto necesaria, aunque se admite la libertad de cada cual para creer en en lo que más le acomode. En cualquier caso, no podrá el converso creer en entes abstractos o de propia creación, por lo que admitiéndose la fantasía, esta debe acogerse a determinados límites que no la alejen en exceso de lo que propiamente podría denominarse, por ejemplo, como “silla”.
Se recomienda encarecidamente el estudio de las neurociencias, la física de partículas, la teoría de la relatividad especial y general, y cualquier materia que señalando algo como procedente no lo exija como imprescindible. En este sentido, se recomienda la astronomía, la cosmología y las ciencias afines, sin descartar  cuanto pueda derivarse de los conceptos de “emergencia” y de  “estructuras disipativas”. El universo, en el mundo que imagina la nueva creencia, procede de una explosión (o similar) que lo originó, sin por ello negar la existencia de universos paralelos u holográficos, como viene demostrándose en los últimos tiempos (lo que incluye la teoría de cuerdas, la teoría M y la quintaesencia). Se acepta la procedencia de toda la materia y energía (de acuerdo con la famosa fórmula de Einstein E=mc2) como resultado de las fluctuaciones cuánticas. Los creyentes (o los catecúmenos) podrán denominar a tal hecho como les plazca, con independencia de que llamarlo Dios pueda parecer absurdo.

En cualquier caso, el resumen final de la nueva religión podría acogerse a la aleatoriedad de cualquier fenómeno humano. Lo que viene a ser lo mismo que decir: sálvese quien pueda.

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