He fundado una
religión que consiste en mirar a las nubes y viajar a Budapest al menos una vez
en la vida. Nada más. No se tiene que practicar ningún otro rito ni cumplir
unos mandamientos, aunque estará bien visto tener en cuenta algunas recomendaciones,
entre las que destaca la improcedencia del asesinato de inocentes. Quien
observe estas dos cosas tan sencillas será recompensado con un estado de
beatitud semi permanente durante su vida física, pues no se garantiza en
absoluto que exista otra a partir de la muerte. De hecho, esa creencia será
considerada como un error que no colaborará en absoluto al relajamiento
mencionado más arriba.
La guerra, y
esta es una de las piedras angulares de la religión recién creada, solo podrá
declararse en caso de fuerza mayor. Por ejemplo, una hambruna inmerecida o una
invasión sin razones objetivas. El pecado será abolido al considerarse que la
naturaleza humana es dual, y en ocasiones se ve inclinada al mal sin que
podamos remediarlo, lo que no quiere decir que determinados actos sean
castigados severamente, como la violación sin resistencia previa, y la
masturbación compulsiva, caso de ser verificadas. Sin embargo, no se trata del
zoroastrismo.
Hombres y
mujeres podrán yacer juntos sin necesidad de ningún vínculo oficial, civil o
religioso, pero deberán pasear todos los atardeceres cogidos de la mano,
contemplando las nubes, como ya quedó dicho. No será necesario de tal manera
viajar a Budapest. En caso de que la nubosidad sea escasa en función de una
humedad relativa muy baja, los interesados podrán mirar el cielo azul durante
unos instantes y será suficiente. Los colores elementales es lo que tienen.
Es esta que
acabo de crear una religión para ateos, pues la fe en Dios no es en absoluto
necesaria, aunque se admite la libertad de cada cual para creer en en lo que
más le acomode. En cualquier caso, no podrá el converso creer en entes
abstractos o de propia creación, por lo que admitiéndose la fantasía, esta debe
acogerse a determinados límites que no la alejen en exceso de lo que
propiamente podría denominarse, por ejemplo, como “silla”.
Se recomienda
encarecidamente el estudio de las neurociencias, la física de partículas, la
teoría de la relatividad especial y general, y cualquier materia que señalando
algo como procedente no lo exija como imprescindible. En este sentido, se
recomienda la astronomía, la cosmología y las ciencias afines, sin descartar cuanto pueda derivarse de los conceptos de
“emergencia” y de “estructuras
disipativas”. El universo, en el mundo que imagina la nueva creencia, procede
de una explosión (o similar) que lo originó, sin por ello negar la existencia
de universos paralelos u holográficos, como viene demostrándose en los últimos
tiempos (lo que incluye la teoría de cuerdas, la teoría M y la quintaesencia).
Se acepta la procedencia de toda la materia y energía (de acuerdo con la famosa
fórmula de Einstein E=mc2) como resultado de las fluctuaciones cuánticas. Los
creyentes (o los catecúmenos) podrán denominar a tal hecho como les plazca, con
independencia de que llamarlo Dios pueda parecer absurdo.
En cualquier
caso, el resumen final de la nueva religión podría acogerse a la aleatoriedad
de cualquier fenómeno humano. Lo que viene a ser lo mismo que decir: sálvese
quien pueda.
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