Voy a dedicarme,
en la medida de lo posible, a burlar a la teoría de la evolución, y que conste
que a mi Darwin siempre me ha caído bien. Quiero con esto decir que no voy a
tratar en absoluto de desdecirla (hoy en día prácticamente irrefutable a pesar
de un buen número de aventados que creen otras cosas mucho más inverosímiles),
sino que, en lo que a mí respecta, voy a poner todo mi empeño en desvirtuarla y
hacerla inútil. Sin duda mis congéneres y las demás especies seguirán
implicadas en el proceso de selección natural para la supervivencia de los más
aptos, etc, pero eso es algo que a mis años ya me tiene sin cuidado. Quiero
decir que voy a intentar que todas mis actividades se hallen situadas al margen
de las necesarias para que tal proceso ocurra, y por lo tanto, ni voy a
intentar traspasar mis genes a mis supuestos futuros descendientes (¡qué
ingenuidad!), ni a incidir en cualquier otra actividad que tenga un sentido
cara a un futuro que, entre nosotros, me tiene sin cuidado. Voy a dedicarme al
estudio en profundidad de las técnicas del ballet de las coreografías de
Georges Balanchine, y al estudio detallado de la variedades del claqué en los
Estados Unidos de la posguerra, algo que ni los genes más enrevesados tendrán
ninguna necesidad de pasar a las generaciones venideras, solo interesadas en
tener algo que llevarse a la boca y en los métodos de reproducción no asistida.
Me gusta lo
diminuto, lo increiblemente pequeño, para lo cual, como es natural, me he hecho
con una lupa de muchos aumentos en una tienda de viejo de los alrededores, y me
he puesto a trabajar con ahínco desde que amanece hasta que el sol se pone, en
averiguar la estructura de lo que normalmente nos pasa desapercibido. Puede
parecer una sandez a aquellos que solo disfrutan con una pantalla panorámica y
los cielos abiertos, pero no para quienes como yo creen que lo verdaderamente
bello e interesante se halla en las cosas de pequeño formato. Y si no me cree,
le podré convencer recurriendo a la esfera de lo meramente práctico. Aviados
estaríamos a estas horas si don Louis Pasteur, sin ir más lejos, no se hubiera
decidido a aplicarle el microscopio (una lupa sofisticada, no nos engañemos) al
hongo Penicillium. No hubiéramos superado ni siquiera la apendicitis. Y llegado
aquí quizás debiera callarme, pues los escépticos como usted no suelen estar
dispuestos al empleo de la nanotecnología en la industria de nuestros días, por
no mencionar su aversión a la física de partículas, con la que se entretienen
los técnicos del acelerador de partículas de Lausana, Suiza. Atrévase, dé un
paso adelante y aplique la lupa (que estaré encantado de prestarle) para
contemplar, por ejemplo, la estructura íntima de las tejas, le aseguro que
desde ese momento en adelante tendrá una opinión muy diferente del tejado de su
propia casa.
Gómez desarrolla
todas sus actividades con el mismo empeño que pondría en aferrarse al alféizar
de la ventana de su casa, si un día por casualidad diera un traspié y estuviera
a punto de precipitarse por la ventana cuando limpiaba sus cristales, teniendo
en cuenta, sobre todo, que vive en un quinto piso. Tal actitud le tiene
absolutamente exhausto, y en él el jadeo permanente ha sustituido a la
respiración, por lo que no es demasiado atrevido decir que a pesar del afecto
que sus vecinos le profesamos, no nos queda mucho tiempo de alegrarnos de su
presencia entre nosotros. Será una lástima, y no tanto porque sea una persona
especialmente interesante, inteligente o divertida, sino porque su agitación
permanente siempre nos ha tenido en ascuas, a la espera de su último suspiro
que, sin embargo, se resiste a exhalar. Quien sabe si en el fondo de si mismo,
es consciente del espectáculo que nos ofrece y no quiere defraudarnos. En tal
caso, deberíamos estarle profundamente agradecidos, pues no es corriente que alguien
prolongue su agonía para contento de los demás, que a mi parecer, es lo que
Gómez viene haciendo desde tiempo inmemorial. ¡Suéltate! estoy a punto de
decirle todos los días, pero no quiero que me tome por un desconsiderado,
aunque por otro lado, tengo casi la certeza de que con tal de no privarnos de
su presencia estimulante, será capaz de echarse a volar, y no obstante, seguir
jadeando.